Sistema fiscal
La reforma tributaria que nos legó el señor Fernández Ordóñez, aunque necesaria en su esencia, con matices mayores desgravatorios en su aplicación, ha sido inoportuna totalmente por la quiebra económica en que nos encontramos inmersos, primero, y segundo, porque, como le expresé a dicho señor en 1977, en informe detallado, no ha sido encarada hacia el contribuyente que ostenta la mayor renta, o sea, ese contribuyente minoritario que acapara más del 30% de la renta del país y de ese otro porcentaje no despreciable de profesionales e industriales no controlados por la Administración.Y si la reforma consiste en gravar más a la clase trabajadora y media, siempre controladas, que lo estaba haciendo casi al límite de sus posibilidades, convendremos que no es justa ni redistributiva y que con este comportamiento hiere más la sensibilidad de quienes se ven más expoliados.
Al señor Fernández Ordóñez se le decía que no eran precisos esos 1.500 o más profesionales de Hacienda, de nuevo ingreso, para llevar a cabo una fiel y total inspección, sino que, imitando el hacer de nuestro países vecinos, bastaba instaurar la figura del charter accountant, profesional colegiado, para afrontar de una vez por todas la inspección en toda su dimensión.
Y al señor García Añoveros tendríamos que aconsejarle muy responsablemente, para el mayor encaje de la aplicabilidad del Impuesto general sobre la renta, puesto que nuestra Constitución contempla la inflación, que se adecuara cada año esta figura, que los límites exentos fueran racionales y que las desgravaciones de la cuota por inversiones -«para incentivar el tan necesario ahorro de inversión-, tanto en valores mobiliarios, inmuebles, seguros de vida, como todo sector de inversiones, fueran más serios./
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