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La Unión Soviética no consigue controlar Afganistán y su Ejército registra un creciente número de bajas

El número de bajas sufridas por las tropas de intervención soviéticas en Afganistán aumenta constantemente, según testimonios de organizaciones rebeldes afganas y viajeros procedentes de Kabul. Hezbi Islami, una de las organizaciones de mujahidins (combatientes musulmanes), afirma haber inflingido más de mil bajas a los ejércitos soviético y afgano en el curso del pasado mes de mayo. El aumento es impresionante con respecto a los meses anteriores. Informaciones procedentes de Kabul indican que los hospitales militares están repletos de soldados soviéticos heridos, aunque la mayor parte de las bajas son repatriadas hacia la URSS.

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Si resulta extremadamente difícil hacerse una idea, incluso aproximada, de las pérdidas soviéticas en los combates, no cabe, en cambio, la menor duda de que el mando ruso multiplica las operaciones ofensivas desde hace algunas semanas.La mayoría de los observadores opinan que esta intensificación de los combates origina un aumento proporcional del número de muertos y heridos en las filas soviéticas.

Otros indicios permiten afirmar que el contingente «limitado» soviético se enfrenta con numerosas dificultades. Según se ha podido saber de fuentes fidedignas en Kabul, el número de vuelos de los aviones militares gigantes Antonov 22 entre la URSS y Kabul experimentó un fuerte incremento hace unos quince días.

Se ignora, sin embargo, si los refuerzos enviados a Afganistán consisten en material o en hombres. Según los rebeldes, los soviéticos han enviado a Afganistán un nuevo tipo de carro de combate, más adaptado a la lucha en la montaña que los tanques pesados enviados en diciembre. Testimonios de numerosos periodistas extranjeros ponen de relieve que los soviéticos descubren, como los británicos en el siglo XIX, que no basta con invadir Afganistán para conquistarlo. Las cuatro grandes ofensivas desencadenadas en mayo (en la región de Junar, al Este; en la región de Ghazi, al sur de Kabul; en la de Bessud, en el centro, y actualmente en Parwan) no han dado aparentemente resultados tangibles. Tras registrar, en un combate efímero, algunas bajas, las tropas soviético-afganas toman una carretera, cruzan varios pueblos, refuerzan algunos puestos avanzados, pero, a falta de adversarios, optan por retirarse Los mujahidins vuelven a ocupar el terreno.

Es probable que las tropas soviéticas, cuyos efectivos son estimados en unos 85.000 hombres, tengan casi siempre que desencadenar las ofensivas sin poder contar con el Ejército afgano, ya que éste está completamente dislocado. Numerosos desertores sin armas, se esconden en pueblos y aldeas del país.

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La leva forzosa de los jóvenes afganos es otro de los factores que han originado, sin duda, las violentas manifestaciones de abril y mayo en la Universidad de Kabul. Un gran número de jóvenes afganos prefieren refugiarse en sus pueblos «liberados», en Pakistán o en Irán antes que incorporarse a filas.

Progresivamente también la rebelión mejora su armamento. Algunos grupos rebeldes han conseguido hacerse con ametralladoras pesadas, morteros y proyectiles antitanques. Estas armas han permitido, por ejemplo, a los mujahidins la destrucción de dos carros de combate y dos helicópteros en el curso del ataque contra el único convoy militar que se ha atrevido a efectuar el recorrido entre Kabul y Bessud, en la provincia de Hazaradjat.

El verano y el deshielo han ampliado el campo de batalla a casi todo el país, multiplicando los enfrentamientos y las bajas.

El Gobierno de Kabul no ha perdido hasta ahora, sin embargo, el control de ninguna ciudad de gran o pequña importancia. Todos los aeropuertos del país están aún bajo su control, y si los principales ejes de comunicación no son excesivamente seguros, el Ejército puede utilizarlos de día con gran libertad. De noche, en cambio, los mujahidins establecen «controles» en las carreteras, incluso en la de Kabul a Kandahar, y los viajeros tienen para pasarlos que enseñar los salvoconductos.

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