Desarrollo y medio ambiente
El hasta ahora indicador fundamental del bienestar de los países desarrollados, que ha sido Ia disponibilidad o consumo de energía, está cambiando radicalmente. A partir de la llamada crisis de 1973, en la que comenzó la progresiva subida de los precios del petróleo (un 1.600% de 1973 a 1979), todas las políticas energéticas de los países industrializados están intentando moderar los ritmos de consumo de las energías convencionales, y los más avanzados concefitualmente están seriamente preocupados en definir otras nuevas alternativas energéticas convencionales y no convencionales.Esta situación nos da la oportunidad para reflexionar, una vez más, sobre el modelo de desarrollo seguido hasta la década de los setenta, apoyado en una energía barata y una sociedad a la que, en base al consumo, se había conmvencido día a día de que el desarollo era simplemente cuantitativo,
Hoy parece evidente que la sociedad demanda otro tipo de desarrollo: un desarrollo cualitativo, un desarrollo en el que prime la calidad sobre la cantidad, un desarrollo que ofrezca nuevas alterilativas energéticas como la solar. Una alternativa que, aun no resolviendo los problemas fundamentales del desarrollo, sí va a influir decisivamente en el nuevo modelo de la sociedad en crisis: de dispersion en contraposición con la concentración urbana, de mejor calidad de vida rural que acorte las distancias entre ambos polos, lo rural y lo urbano. Un modelo, a fin de cuentas, de donde se potencian las energías limpias, no contaminantes.
Para llegar a la transformación de este modelo de sociedad nos encontramos con dos aspectos conflictivos: el económico y la voluntad política.
En cuanto al primero, la situación actual no es, efectivamente, la mejor para exigir a los empresarios esfuerzos marginales sin rendimiento directo, pero en la medida de lo posible, y dado que no lo hicieron en su momento, su deuda con la sociedad de hoy, plenamente sensibilizada, les exige un esfuerzo compensador. Esfuerzo en el que la Administracíón debe y puede, en parte, ayudar, en la medida de sus presupuestos. La Administración tiene ciertos medios para colaborar (como son, por ejemplo, las subvenciones del 30% del coste de las medidas a fondo perdido y líneas especiales de financiación). Medios que en el año 1979 no pudieron aplicarse en su totalidad por falta de iniciativa de los empresarios.
En cuanto a la voluntad política, me parece que en nuestro país se está aún lejos de dar al medio ambiente la prioridad social que hoy tiene en el mundo desarrollado, y esto es algo a tener muy en cuenta si pensamos en nuestra próxima incorporación a Europa. Quizá puedan vislumbrarse algunas esperanzas si sale este año la tan discutida ley generál del Medio Ambiente, denominada en su borrador, aparentemente definitivo, ley de Principlos Básicos. Bien es verdad que al no entrar el texto último en aspectos sectoriales (que, se dice, deben desarrollarse.a continuación en disposiciones específicas) corre el peligro, si esto no se produce, de quedarse en una simple declaración de buenas intenciones.
Queda, por tanto, mucho por hacer entre la Administración, los empresarios y las fuerzas sociopolíticas del país para conseguir a medio plazo la tan necesaria reestructuración de nuestro modelo de sociedad, y hoy, Día Mundial del Medio Ambiente, es una magnífica ocasion para recordarlo.
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