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Huelga general de la prensa italiana por el encarcelamiento de un periodista

Juan Arias

Hoy ningún periódico italiano sale a la calle. Se trata de un gesto clamoroso de protesta contra la decisión de un tribunal de Roma que ha condenado, junto con el número dos de los servicios secretos italianos, Silvano Russomanno, al director del diario Il Messaggero y al redactor del mismo diario, Fabio Isman, que hizo públicas parte de las declaraciones del terrorista «arrepentido» Patrizio Peci. El periodista ha sido condenado a dieciocho meses de cárcel y 40.000 pesetas de multa.

Unánimemente, toda la Prensa ha destacado que se trata de una sentencia «increíble», que nadie esperaba. Lo que resulta incomprensible es que, por primera vez en la historia judicial italiana, el tribunal dictó, por ejemplo, contra el director de Il Messaggero una condena cuatro veces mayo de la pedida por el fiscal, aunque se trata sólo de una multa, 40.000 pesetas, mientras asumió toda la petición fiscal contra el periodista Isman, negándole incluso la libertad condicional, cosa que no ocurre ni con los mayores criminales, si éstos no tienen antecedentes penales.El diario de la capital Il Messaggero, que hasta el día de la sentencia había salido a la calle con la tercera página en blanco como signo de protesta, ayer salió a la calle con la primera página «de luto». La reacción de todo el mundo periodístico ha sido inmediata y dura: veinticuatro horas de huelga total de información, entrevista inmediata con el presidente del Consejo de Ministros, Francesco Cossiga, para solicitar «iniciativas de reforma de las normas penaleá», con la máxima urgencia, sin descartar un decreto-ley de reunión permanente de la Junta Ejecutiva de la Federación Nacional de la Prensa y asambleas de los cronistas judiciales abiertas a las fuerzas políticas y sociales.

La Prensa de ayer y del domingo afirmó, sin medias tintas, que con Isman en la cárcel, sin libertad condicional, aun antes de conocer la sentencia, «todos los periodistas debían considerarse menos libres», y la democracia del país está «amenazada».

Resulta que en un país donde los procesos por delitos considerados gravísimos duran años y las sentencias se quedan siempre en un 10% de lo que piden los fiscales, se considera una auténtica humillación a la profesión periodística una sentencia casi sumaria, con una condena que deja a un informador, como Isman, que se ha destacado siempre por su rigor informativo y su coraje en procesos delicadísimos, como la matanza de Piazza Fontana, de Milán, o el proceso Lockeed, detrás de las rejas de una cárcel. Y todo esto cuando es requetesabído que sí en estos últimos años la prensa libre no hubiera tenido la valentía de saltarse a la torera una ley retrógrada y en desuso, como es el secreto instructorio, complicidades políticas y numerosos crímenes hubieran quedado en el silencio, criminales en la calle e inocentes en la cárcel. Este es un juicio compartido no sólo por la izquierda, sino por toda la Prensa del país, excluida la fascista.

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