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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una brecha nueva: Corea

EL FRENTE abierto en Corea del Sur es una preocupación mayor para Estados Unidos, sobre todo en un momento de crisis mundial generalizada. Lo que está ocurriendo es, en gran parte, consecuencia de una política coreana del Departamento de Estado, del Pentágono y de la CIA. Corea fue el escenario de la primera y más dura de las guerras de contención del comunismo entre 1950 y 1953. Corea del Sur fue defendida por Estados Unidos, a través de un simulacro de acción de las Naciones Unidas, y por dos de sus generales más políticos, Ridgeway y Mac Arthur, destituido porque quería atacar a China con bombas atómicas. Fue presentado como un ejemplo del mundo libre y de la lucha por la libertad frente a la dictadura comunista.La realidad es que los generales americanos instalaron en el poder a un tirano: Syngman Rhee. Fue un error convertido en doctrina mundial: la instauración de tiranos para contener las revoluciones. Así se instalaron otros: Nur es Said, en Irak; Ngo Din Diem, en Vietnam; los Trujillo, los Somoza y los Batista en Latinoamérica. La historia demostró, y sigue demostrando, que la invención del trío político formado por Eisenhower, Nixon y Foster Dulles iba a terminar siempre en tragedia, y precisamente en contradicción con lo que se intentaba. Esta constante se puede ilustrar, en lo inmediato, con la sucesión del sha por el caos en Irán.

El pueblo de Corea del Sur, una vez terminada la constricción forzada por la guerra, comenzó ya a mostrar su repulsa por la tiranía de Syngman Rhee y la, falta de democracia: no pudo soportar la revuelta popular de abril de 1960, Estados Unidos le dejaron caer, y tuvo que abandonar el poder. El nuevo nombre era el del general Park Chung-hee, aferrado ya al poder de una manera vitalicia, forzando una elección tras otra y enfrentándose continuamente con las clases populares y los estudiantes. Duró hasta el 26 de octubre de 1979, en que fue asesinado de una manera misteriosa, nunca bien esclarecida, tras casi veinte años de dictadura. Y estalla ahora una insurrección. Desde la muerte del presidente Park existe una ley marcial en el país, que ha endurecido aún más las condiciones de vida política. El 12 de diciembre del año pasado hubo un golpe de Estado técnico del general Chon, que controla el Ejército, la policía y los servicios secretos, que no ha dudado en utilizarlos para eliminar a sus enemigos políticos, y que, ante la agitación, ha sustituido el Gobierno de civiles por otro de militares. Una vez más se enmascara la situación aludiendo a incidentes en el paralelo 38 -la zona de contacto con Corea del Norte, que se apresura a declarar que no interviene para nada en la situación de su hermano enemigo- y a movimientos comunistas.

Esta vez parece que el Departamento de Estado se desentiende y deplora públicamente las medidas de represión que «están exacerbando el problema». Quizá no quiera perder ahora el tren de un nuevo régimen abierto que parece apuntar en las actuales insurrecciones. Es posible que el Ejército -muy duro, muy bien adiestrado y, sobre todo, formado en una escuela antisubversiva, es decir, politizado en un sentido- pudiera llegar a contener la situación revolucionaria, que alcanza ya varias ciudades; pero difícilmente puede contener el futuro. Las soluciones políticas tendrían que producirse muy rápidamente, antes de que se abra una siempre posible guerra civil y un nuevo, peligroso, foco de tensión en un continente ya demasiado agitado.

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