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FERIA DE SAN ISIDRO: DÉCIMA CORRIDA

Vergüenza torera de Julio Robles, herido grave, frente a la comedia del "Niño del Sobrero"

Julio Robles salió volteado de mala manera cuando hacía el mejor toreo de la corrida. Después de recibir de rodillas a un toro feo, escurrido, cornalón y con pitones como agujas, se embraguetó a la verónica, ganando terreno, sufrió una seria colada de la que no hizo caso, y al rematar recibió la cornada. Quedó prendido del asta unos segundos, boca abajo, y a continuación el toro se lo echó a los lomos, donde cayó sentado. Visiblemente herido, rechazó a las asistencias, se colocó la montera, por su propio pie, cojeando, cruzó el ruedo, le dijo un exabrupto a la vaca que parió al toro y entró en la enfermería. Se marchaba el único diestro que había tenido vergüenza torera en la tarde.El contraste con los otros dos era hasta escandaloso. El Niño del Sobrero, en los carteles Curro, había querido montar su número de torero genial y contradictorio, pero no le salió. Al primero, un animal impresentable, inútil e inofensivo, al que ni siquiera se le pudo picar, le trasteó por la cara fingiendo unos terrores que estamos convencidos no tenía. Se le califica con cero como torero y como actor Para su desgracia, la bronca que posiblemente buscaba no llegó a romper. La gente no es tonta -en Las Ventas, menos- y se negaba a pasar por el aro. Otro astifino, pero inválido, tipo gamba y borrego inocente el cuarto, el Niño del Sobrero pretendió sacarle la faena de los duendes y los aromas, con lo cual la supuesta genialidad tendría el acostumbrado eco, pero falló el hombre, y su temple. Se ponía de bonito que era un cromo, pero la muleta salía rebotada en todos los pases, y los olés se convirtieron en abucheos. Fue un fracaso en regla.

Plaza de Las Ventas

Décima corrida de feria. Toros de José Luis Marca, feos, escasos de trapío, astifinos, descastados. Curro Romero: pinchazo bajísimo, metisaca en los bajos, pinchazo hondo bajo, rueda de peones y descabello (pitos). Pinchazo, otro hondo atravesado, rueda, descabello, otra rueda y tres descabellos más (bronca). Pinchazo, estocada corta delantera y dos descabellos (bronca y almohadillas). Palomo Linares: estocada trasera tendida, rueda y descabello (algunos pitos). Ocho pinchazos bajos, rueda y descabello (bronca). Julio Robles: pinchazo pescuecero y bajonazo (ovación y salida al tercio). Cogido al lancear al sexto. Parte facultativo: sufre cornada en tercio superior de muslo izquierdo, hacia arriba, de quince centímetros, que destroza abductores y diseca paquete vascular con arranque de safena; y otras dos en región escrotal con evisceración de testículo Pronóstico grave.

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Después del esfuerzo cualquier diría que merecía un descanso, pero el destino le tenía reservado matar el toro de Julio Robles- «¡toma sobrero!», le voceaban desde las andanadas- y se limitó a machetearlo por la cara. Miles de almohadillas convergieron sobre su persona como castigo bíblico, y una le dio justo en el cogote cuando iba a desaparecer por el portón de cuadrillas. En todo el cogote le dio.

La novela que se tiene montada Curro, alias el Niño del Sobrero, se abre con el capítulo de los miedos y se cierra con el del arte que no sepue aguantá. La de Palomo -hay mucha novelería en la fiesta- habla del eterno niño y para cuidar esa imagen sale siempre vestido de primera comunión. Ayer fue para fracasar. No pudo con un torito indecoroso e inválido ni con otro que tenía una embestida excelente por el pitón derecho. Los pases le salían monótonos, destemplados y mugrientos. En justa armonía con la faena, en el quinto dio un mitin con la espada. Palomo, figura, dicen.

En cambio, Julio Robles no tiene novela alguna. No es ni el niño, ni el genio, ni el fino, ni el serio -diestros de alta cotización, como se sabe-, pero en cambio tiene más vergüenza torera que todos ellos. Y ayer salió a jugársela de verdad; hizo dos primorosos quites por chicuelinas; se midió con un manso reservón y reculante, al que sacó pases en diversos terrenos, sobre todo una valiente serie de derechazos en la querencia de toriles, y Finalmente se volcó en la verónica, hasta la cornada, con un morucho.

De este estilo salió casi toda la corrida: fea, chica, floja y descastada. Una corrida que por presentación no era para esta feria y luego se pudo apreciar que por calidad, menos. El fracaso ganadero, en su debut en Las Ventas, resultó estrepitoso, sólo igualable al de los chicos de la novela. Si no llega a ser por la vergüenza torera de Julio Robles, la tarde habría resultado de sainete.

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