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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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El retrofranquismo

El retrofranquismo a tope, que es lo que estamos viviendo ahora, consiste, como he contado aquí, en pasarse El crimen de Cuenca en cinexín infantil, según me dicen, consiste en pasarse ciclostiles de la Hermandad de Pensionistas reclamando los atrasos de 1974 (que así están las cosas para la tercera edad), estudios grafológicopoliticos de Alfonso Granda, que es el grafólogo de moda, convocatorias, trilaterales de Antonio Garrigues (que me envía el New York Times con el reportaje que me hiciera James Markham), y documentales sobre Dolores Ibarruri. El retrofranquismo, para el rojerío, la izquierda festiva y el gauchisme un poco gaucho de los lectores de Borges, no es sino el sabor ácido y camp de la clandestinidad..-Como en los viejos tiempos, ¿te acuerdas?

-Sí, como en los viejos tiempos. Como cuando llegó él y...

-Por favor, no des nombres.

Claro, conviene no dar nombres, que hay muchos agentes secretos de la KGB, tan secretos que ni ellos mismos saben que lo son. El retrofranquismo, el clirria de clándestinidad, medias palabras y autocensura está ya en la calle y en nuestra máquina de escribir, donde canta con el viejo tecleo/ martilleo de lostiempos en que, por lo menos, sabíamos que a quien había que engañar o no cabrear era a Fernández-Sordo. Ahora no sabemos quién es el sordo que nos está oyendo.

La sociedad democrática, reformista, aperturista y electoralista de hace un año, que nos echaba El último tango después de la cena de matrimonios cruzados, como ritual y confirmación de que Perpiñán ya estaba aquí, de que si nosotros no habíamos ido a Europa, Europa había venido a nosotros, esa sociedad-jet, digo, nos echa El crimen de Cuenca, a la hora de los postres y el helado de tres gustos, que la sangre ha vuelto a sustituir a la mantequilla, como siempre, en el menú sexual y político de los españoles. Retrofranquismo es que yo me veo con Solé Tura en algún lugar de la carretera de La Coruña, inmediatamente después de su faena torera y bizarra de San Isidro en las Cortes, jugando un poco a la clandestinidad, como cuando entonces, y un comunista catalán vuelve a ser un hombre de dobles carismas, que me dice:

-Suárez sabe que los votos perdidos de UCI) en Cataluña han ido a parar a Pujol.

Retrofranqüismo es que Senillosa me envía Janus, de Koestler, en la edición francesa, como un gomadós intelectual, de modo que Koestler y Senillosa vuelven a ser de izquierdas, como cuando ambos estaban prohibidos, y todo el espectro menchevique del Parlamento ha votado al catalán como supervisor de la cosa en la cosa, o sea lo televisivo. Hay un rápido corrimiento hacia la izquierda o hacia la derecha, según el cual todo el mundo vuelve a ser antifranquista y con eso basta, porque el tardorretrofranquismo es el enemigo común.

Yo tenía que ir a Marbella, a Orense y a Alcobendas, entre la conspiración literaria y la celebración turística, pero me caigo a la salida de una madrugada política y me lesiono un brazo, de modo que ahora estoy escribiendo con la punzada ideológica y contusional del que escribe ya autocensurado, autorreprimido, como con el brazo en cabestrillo de los escritores de retaguardia republicana. Tras cuarenta años de clandestinidad sentimental, hay toda una hectárea madrileña de personal que está volviendo a comprender, con angultia y morbo, que la clandestinidad era lo nuestro, que contra Franco escribíamos mejor y que la voladura de Carrero, objetivada en lo que Fernández-Santos -considera una mala película, es como si nunca hubiera ocurrido, un invento cinematográfico de política-ficción. Retrofranquismo es que Abril Martorell hable en las Cortes de lo fáctico, ceñudo por dentro, y que Ricardo de la Cierva hable, simplemente. Lola y Eduardo Rico vienen, a casa, como entonces, y nos reunimos en torno del gato y el miedo. Como entonces.

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