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Berrocal: "¿Qué hago, qué hago?"

«¿Qué, hago? Dígame usted: ¿qué hago?». José Luis Martín Berrocal, empresario de Las Ventas, daba a última hora de la noche de ayer toda la impresión de estar verdaderamente desesperado. «Nunca en mi vida me he venido abajo», nos decía, «pero ahora me ha sucedido, porque no sé qué hacer para evitar este problema de los toros inválidos. Estoy a punto de dejarlo todo; de dimitir, de ordenar que devuelvan el dinero al público y suspender la feria».Berrocal no cree que el problema sea general de la ganadería de bravo, pero tampoco quiere pensar en el fraude, del que, por supuesto, no se hace responsable, si es que lo hay. «Esto es un misterio. En el reconocimiento, los toros están estupendos, no se les adivina ninguna anomalía física. A partir de ahí hay una vigilancia estricta, porque, sin que nadie me lo haya impuesto, por mi cuenta, he solicitado y obtenido una pareja de la Policía Nacional, que vigila los chiqueros. Así que a los toros no les pueden hacer nada».

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¿También se vigila -y se analiza-, aventuramos, lo que comen y beben los toros? «No», responde Berrocal, «pero no creo que... Usted hablaba de droga en la crónica que publicó EL PAÍS el viernes. ¿Es que tiene algún indicio?». Nosotros, aclaramos al empresario, lo que hicimos fue recoger la opinión de ciertos sectores del público, y, al paso, sugeríamos que la autoridad ordene el análisis de las vísceras de las reses. Por cierto: ¿lo ha hecho así, por su cuenta, Berrocal?

«No lo he hecho», responde, «y reconozco que a lo mejor ese hubiera sido un camino para averiguar algo. Estoy desconcertado y desesperado. Yo no he venido aquí a engañar a naúl«e. He querido ofrecer la mejor feria que se recuerde y está ocurriendo esto. ¡Ya es extraño que todos los toros de ayer, el día anterior -incluidos los jeromos- y los novillos del domingo fueran prácticamente inútiles! Comprendo al público, pero que el público, por favor, me comprenda a mí: soy el principal perjudicado y lo peor de todo es que no sé qué hacer. Denme ideas, díganme algo: ¿qué hago?, ¿cómo atajo esto? Aún quedan por delante diecisiete corridas, y me temo que no termine el maleficio». Pensamos que no hay tal maleficio, sino algo más concreto. «Eso, lo que sea, pero yo no sé qué es. ¿Lo sabe usted? Si lo sa be, dígamelo. Tengo el disgusto más grande de mi vida».

Piensa Berrocal que la corrida del lunes será el test definitivo. «Si ese día, con los Torrestrel la, pasa lo mismo que ayer, será el desastre, porque habrá que empezar a pen sar que los toros están enfermos. Es verdad que a los de mis ganadería no les pasa, pero quién sabe si en otras hay algún mal extraño. Tampoco descarto la posibilidad de que alguien quiera cargarse la feria. En fin, pido al público paciencia y, sobre todo, puedo dar las máximas seguridades de que mi empresa cuida al máximo la selección y cuidados del ganado. Vamos a esperar al lunes».

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