Tirarse al Duero
Tengo escrito que sólo los españoles nos suicidamos dos veces en el mismo río de sangre, para asombro del director del New York Times, que no acaba de comprender cómo hemos podido tirar al Duero al mejor periodista joven (y viejo) de España.El tema del Duero -que si le ponen o no un puente /carretera entre San Polo, San Santurio y San Antonio Machado-, a mí ya me ha dado, de momento, un almuerzo de cambio de opiniones y la satisfacción de algunas cartas de lectores sorianos o, sencillamente, umbralianos. O sea que sigamos con el rollo. Al Duero estamos tirando estos días todo. Estamos echando el Duero por la ventana. Después de Juan Luis Cebrián, hemos tirado al Duero de la indiferencia a Tuñón de Lara. Una lectora catalana me cuenta la objeción que le han puesto a Tuñón de Lara en la Universidad de Palma:
-Tuñón no sabe nada de historia de Mallorca.
Toma castaña. Tuñón me envía hoy los dos primeros tomos de su Historia de España, dedicados: «Al Larra de nuestros días». Dice que quedamos a la espera de los tomos siguientes. Eso si antes no se los lleva la corriente del Duero involutivo a él, a todo su equipo y a todos sus ficheros. Francisco Yndurain, mi viejo maestro y amigo, me lleva a la Complutense a dar una conferencia y me comenta esto de las cátedras por méritos propios:
-Yo os daría una a Gala y otra a ti, por ejemplo. Lo que quiero es que los alumnos tomen contacto con la literatura.
Gracias, Paco, hombre, y toma lo que quieras. Yndurain se jubila estos días. La jubilación forzosa y cronológica es una manera de tirar al Duero del olvido a nuestros sabios, catedráticos, investigadores. Por los pasillos veo a Lapesa, también jubilado, pero que da un curso. Más vale. Lo que más nos divierte a los españoles es tirar personal al río. Y cuanto de más valía sea el personal, mejor. En las fiestas de los pueblos, es casi ritual tirar alguien al agua, el tonto del pueblo, el ciego o la hija del alcalde. Y no hay que olvidar que los españoles somos todos de pueblo. Pero lo que ahora quieren tirar al río es el río mismo. Me ponen a la firma un manifiesto sobre la construcción de la llamada Variante Sur en la ribera del Duero, en Soria. Los firmantes nos oponemos enérgicamente al rollo. Los firmantes sostenemos que hay otras alternativas para resolver el tráfico de la ciudad sin destruir la ciudad. Lo que quiere don Ricardo de la Cierva es cortarle la cabeza a Soria para que no le duela. Una solución muy ministerial.
Los firmantes confiamos en que se impida la realización del proyecto. Los firmantes somos Aleixandre, Cela, Delibes, Bonet Correa, Azcárate, Gerardo Diego y etcétera, o sea yo. Hasta puede que haya una interpelación en las Cortes. Pero al final harán el puente sobre el Duero para que nos tiremos todos de cabeza. Estamos tirando España al río, la democracia, el porvenir, la dignidad, la justicia, la libertad, todo. Cuando Heráclito dijo lo del río, no pensaba en el Duero. Ahora han tirado a Galdós, con un pico de millones, por el río/cloaca de la teletonta, para que los españoles se enteren, por fin, de quiénes fueron Fortunata y Jacinta. A lo mejor, invirtiendo más en escuelas, los españoles leían por sí mismos, un día, la novela de Galdós. La democracia actual es una hidrografía muy liada, en la que el Tajo del sistema jurídico recibe los desagües de la Administración, el Ebro del sistema fáctico tiene riberas espumosas de champaña posprocesal, y el Duero cultural recibe los residuos, detritus y afluentes del río de oro del capital, las constructoras, los Ministerios y el rollo. Me llama Tina Sainz para leerme una cosa que ha escrito sobre mis nianos. Estas manos, Tina, en las que os fijáis algunas mujeres, tienen cada día menos fuerza para parar el río desbordado de la involución.
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