Dos premios para Moscú
El festival continúa con su lento despegue, en el que sin duda ha influido la decepcionante programación inicial. Las primeras películas a concurso son básicamente aburridas, de cinematografías poco conocidas y con muy poco gancho para cinéfilos y periodistas.Kaltgestellt, del realizador alemán Bernhard Sinkel, pretende ser una película sobre el clima político de la República Federal de Alemania de 1980, desde una perspectiva evidentemente de izquierdas y con el atractivo de la intervención de Angela Molina en el papel de una fotógrafa de prensa. Un joven profesor pierde en tres semanas su trabajo, su familia y su vida. El espectador, al menos quien esto suscribe, perdió también la paciencia al comprobar una vez más que las críticas al sistema establecido, al poder que impone sus reglas del juego, se continúan haciendo desde concepciones tradicionales; denunciar la injusticia se ha convertido, al menos en el cine, en un hábito social, en una costumbre que hace tiempo demostró su ineficacia. Si a ello se le añade una trama argumental pobre y un radicalismo verbal que se pierde en un mar de significantes vacíos, se comprenderá el hastío que producen los análisis desde las creencias colectivas.
Cannes se convierte paulatinamente en una ciudad distinta a otros años. Todo parece indicar que la bondad del clima, la limpieza de sus calles y el alto nivel de vida de la zona no impiden que la violencia comience a surgir de forma más evidente. La prensa local se queja de que en los dos primeros días del festival ha sido robado y agredido en la calle un distribuidor y violada una periodista (el orden descriptivo de los hechos se basa en su justa cronología, no en connotaciones falocráticas).
Italia presentó ya la primera de sus películas a concurso, La terraza, de Etore Scola, con un reparto suntuoso: Ugo Tognazzi, Vittorio Gassman, Marcello Mastroianni, Jean Louis Trintignant, Serge Reggiani y Stefania Sandrelli, entre otros. Es la otra cara de la moneda de quienes militan en una concepción del mundo en la que lo colectivo está por encima de lo individual, al menos en teoría.
Scola, a lo largo de dos horas y cuarenta minutos, narra en clave de comedia el desencanto de una generación que ronda el medio siglo de vida. Intelectuales y artistas exhiben su impotencia ante la crisis cultural que, a juicio del realizador, vive la Italia de ahora. Estructurada en forma de sketchs, demuestra esa especial habilidad para producir situaciones cómicas no exentas de las correspondientes dosis de amargura y patetismo, típica de la comedia italiana.
En este filme se cuenta el, por ahora, mejor chiste del festival. «Militante se acerca a Vittorio Gassman, diputado comunista y miembro importante del partido, en el transcurso de una fiesta y le comenta: "Se me ha ocurrido que para el Festival de la Unitá podíamos hacer una gran rifa en la que el primer premio sea una semana en Moscú, y el segundo premio, quince días en Moscú". La troupe italiana, presente en el festival, recibió los aplausos agradecidos de quienes habían tenido que soportar previamente Fantástica.
Breaker morant, realizada por Bruce Beresford, exhibida también en la sección de concurso, tiene la particularidad de ser una producción australiana. Probablemente sea la única particularidad que posea. Una película en la que se narran unos hechos históricos acaecidos en 1901, en Africa del Sur, cuando la guerra de los boers pierde su condición de clásica para convertirse paulatinamente en una guerra de guerrillas, narrada con discreción y recomendable para los amantes de mitos heroicos de la guerra de los boers.
Babelia
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