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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aeropuerto 80

EL AEROPUERTO de Madrid-Barajas nunca tuvo los servicios propios de su tráfico; es un aeropuerto mal diseñado en su origen y peor ampliado, inhóspito, lento, sucio, mal comunicado con la capital, con una atención hostelera insuficiente, cara y mala, y hasta muy vulnerable en cuanto a su seguridad.Desde hace dos meses toda esa incuria ha degenerado en lamentable espectáculo ante la continuada huelga de hostelería que padecen las 50.000 ó 60.000 personas (14.000 trabajan en el aeropuerto) que circulan diariamente por Barajas. Esperas, transbordos, la alimentación de los que allí trabajan han deparado una tragicomedia de refrigerios de ocasión, hornillos improvisados por los suelos para calentar el alimento de los niños o improvisadas picarescas comerciales para abastecer a los pacientes usuarios o trabajadores del aeropuerto de la capital de la nación.

El Ministerio de Transportes, por medio de la Subsecretaría de Aviación Civil, ha dejado pudrirse un conflicto laboral subalterno de la rama de hostelería hasta abocar a la situación actual de uno de los principales centros de comunicaciones del país. La pasividad de los responsables del aeropuerto -la Subsecretaría de Aviación Civil- ha logrado que el despido de tres camareros en Madrid repercuta de alguna manera en el tráfice aéreo internacional y haya tenido desasistidas a varios millones de personas que en estos dos meses han pasado por el aeropuerto.

La Subsecretaría de Aviación Civil debería haber intervenido para garantizar la atención a los pasajeros y trabajadores de Barajas cancelando el contrato con el actual concesionario hoitelero del aeropuerto si había lugar o instalando un servicio paralelo en tanto alcanzaran un acuerdo los trabajadores y la empresa concesionaria.

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Bien es cierto que el conflicto de hostelería de Barajas no es tan trivial como pudiera parecer y que encierra problemas inherentes a la hostelería de todos nuestros grandes aeropuertos, a excepción del mallorquín de Son San Juan, que encontró una salida cooperativista discutida y hasta calumniada. Pero la obligada sensibilidad ante el problema laboral de una empresa que quiere reestructurar su plantilla y de unos trabajadores despedidos (49) no puede primar sobre la situación deplorable del aeropuerto en estos dos meses y el inexcusable olvido de un conflicto laboral en el que cabía una fácil mediación y que por la desidia o incompetencia delos administradores del aeropuerto está alcanzando caracteres grotescos.

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