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Crítica:FESTIVAL DE OPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una representación honorable del "Macbeth " de Verdi

Conoce Il Risorgimento un apogeo del teatro trágico de Shakespeare, encarnado en grandes actores y actrices, entre los que se cuenta la legendaria Adelaida Ristori, lady Macbeth por antonomasia. No escapó el inquieto espíritu de Verdi a la atracción shakespereana. La idea de convertir en ópera Hamlet, El rey Lear, La tempestad o Macbeth surge pronto, aunque en varios casos es rechazada ante la dificultad de un empeño que chocaba con la vertiginosidad del trabajo verdiano.No aparecen, en cambio, durante muchos años en los cuadernos del compositor, los proyectos de Otello y Falstaff, las dos obras maestras de Verdi y de toda la ópera basada en Shakespeare. «Estos grandes argumentos», escribe Verdi, «exigen demasiado tiempo, y si he debido renunciar a El rey Lear que me pedía Cammarano, todavía es más difícil Hamlet». Para Macbeth aprovecha el compositor un período de relativa calma, después del estreno y triunfo de Attila, en 1846.

XVII Festival de la Opera

Ministerio de Cultura y Amigos de la Opera. "Macbeth ", de Piave, sobre ,Shakespeare, y Verdi. Intérpretes: O. Stapp, P. Lavirgen, G. Sarabia, M. Rinaudo, P. Gilabert, E. Marcole. Escenarios: Tim Redd - E. López. Figurines: Bermans and Nathans, Royal Shakespeare Company, Royal Opera House, Cornejo. Coro de la Zarzuela. Director: J. Perera. Dirección escénica: Charles Hamillon. Dirección musical. S. Turchak. Representación de referencia: 18 de abril

El año siguiente, en Florencia, se da a conocer la primera ópera shakespereana de Verdi, largamente discutida en su espíritu renovador y en sus partes conformistas. Seria Puecini el más ardiente defensor de la pieza cuando dice: «Para mí Verdi es un fenómeno. De otra manera sería difícil explicar algunos aspectos de su genio. Es sabido que no poseía una gran cultura literana y, sin embargo, nadie como él ha captado la grandeza del teatro de Shakespeare y ha sabido traducirlo en música. Las tragedias shakespereanas musicadas por Verdi -Macbeth, Otelo, Falstaff- son tres obras maestras, cada una de las cuales representa un período distinto en la actividad creadora del maestro». Con todo, lleva razón Massimo Mila al considerar a Macbeth como «ópera bifronte», ya que, a partes iguales, mira hacia adelante hasta alcanzar niveles propios de Rigoletto y permanece sujeta a posturas tradicionales de la época, al estilo de Attila y Masnadieri.

Dos elemenos principales determinan la fisonomía de Macbeth: el dramático, con su cima en «la luce langue» que canta lady Macbeth, y el fantástico. «Las brujas», escribe Verdi a Escudier en 1865, «dominan el drama; todo deriva de ellas; groseras y charlatanas en el primer acto; sublimes y proféticas, en el tercero. Son, verdaderamente, un personaje y de la más alta importancia». Charles Hamilton, el «regista» en la representación de la Zarzuela, se sabe bien esta premisa, que parece aceptar por entero, aun a despecho de las dificultades: un escenario como el de la calle de Jovellanos y un régimen de trabajo como el de un «festival» (con el añadido de las sustituciones a última hora de los protagonistas). Su concepción escénica fue buena y muy superior a la realización. Como me pareció excelente el trabajo del director musical, S. Turchak, contando con la flexible y vigorosa aportación de la Orquesta de Profesores de la RTVE y los Coros de Perera.

Aunque su parte no sea la más importante de la obra, creo que lo mejor escuchado en esta ocasión fue el Macduff, de Pedro Lavirgen, a cuyo cargo está la más lírica llamarada de la partitura. Y esto es Lavirgen cantando: una fuerte llamarada, vibrante, poderosa, superexpresiva. Elogio más valedero si tenemos en cuenta las reales calidades de la soprano Olivia Stapp en un papel extraordinariamente difícil que exige una extensa sarna de condiciones vocales y dramáticas, así como de Guillermo Sarabia, Macbeth pleno de trascendencia, capaz, como su pareja, de dar los acentos psicológicos necesarios y los que exige el formidable tratamiento verdiano de la palabra italiana.

Con su genio melódico, armónico, estructural (los célebres pequeños diseños de tanta representatividad dramática), instrumental (el tratamiento de los pasajes sobrenaturales con oboes, clarinetes, fagotes y contrafagot para lograr, según el propio autor, «la sonoridad extraña, misteriosa y al mismo tiempo calma») y teatral, Verdi llevó mucho más lejos la superficialidad de la adaptación del libreto realizada por Piave.

En resumen: una representación honorable, en todo momento, y en muchas ocasiones brillante, que ha inaugurado el «festival» con un título poco explotado (el «festival» en su decimoséptirna edición lo incluía por vez primera; el Real no sobrepasó las 34 representaciones desde 1852 a 1925). El buen nivel se consiguió, como es lógico, además de por los valores apuntados, gracias al nivel del resto del reparto: Mario Rinaudo, Pedro Gilabert, Evelia Marcote, Francisco Plazas, Sola, Incera y Moreno.

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