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Nuevos "terroristas arrepentidos" revelan datos sobre las Brigadas Rojas italianas

Juan Arias

El número de terroristas «arrepentidos» dispuestos a colaborar con la Magistratura con sus «confesiones» sigue aumentando.Después de los dos espectaculares casos de Franco Fioroni y Patrizio Peci, cuyas confesiones siguen provocando detenciones, ayer se aseguraba en ambientes oficiosos de los carabineros que otros dos detenidos acusados de pertenecer a las Brigadas Rojas han empezado a hablar. Y, paralelamente, han empezado en Turín las detenciones.

Los dos nuevos terroristas arrepentidos serían Angela Vai y Ettore Calla. La primera -maestra de profesión- ha sido acusada, junto con Peci, de haber matado a dos guardias de la cárcel especial de Turín. El segundo es el hermano de un obrero de Fiat detenido el 28 de marzo pasado.

Por su parte, Peci, según toda una avalancha de informaciones de agencias y diarios recogidas en los círculos del Palacio de Justicia, ha denunciado a cincuenta personas más y ha descrito con pelos y señales nada menos que la preparación de ochenta atentados de las Brigadas Rojas. Los jueces aseguran que tiene la memoria de un cerebro electrónico, y cuando le preguntaron cómo es posible que se acuerde hasta de detalles mínimos que después resultan confirmados por las detenciones realizadas por los carabineros, Peci respondió: «Yo trabajaba las veinticuatro horas del día para la organización». Peci era el jefe de la columna brigadista de Turín, una de las más importantes, junto con las de Génova, Milán y Roma.

La gran incógnita es por qué, de repente, estos duros militantes de la organización terrorista más importante del país, acusados de cometer crímenes para los que es necesaria mucha sangre fría, se han decidido a confesar suscitando la detención de docenas de compañeros de batalla.

Peci rechazó ayer con rabia la hipótesis de la droga, afirmando que él nunca se había drogado. Hay quien asegura que algunos de estos personajes puestos en un clima de aislamiento pierden los nervios, se debilitan psicológiacamente y se les plantea una crisis de conciencia y de identidad. Los más pragmáticos aseguran que las confesiones son el fruto de la nueva legislación antiterrorista, que prevé el canje de la cadena perpetua por pocos años de cárcel para quien ofrezca información seria y probada a las fuerzas del orden y a la juticia.

La última hipótesis, la más política, es que muchos de estos militantes, los emotivos, habían creido de verdad en sus líderes, que les hablan asegurado que el pueblo, empezando por los obreros de las fábricas, les habrían seguido en el «partido armado» contra una sociedad que ellos describen como corrupta y dictatorial. Pero la realidad es que la mayoría de la gente y el 90% del mundo del trabajo, a pesar de las críticas que también ellos hacen a la sociedad, han rechazado abiertamente el terrorismo como método eficaz de lucha, democrática. Esta desilusión sería la causa de la crisis de conciencia política de estos «arrepentidos».

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