Una exposición sobre Tutankamon promueve "modas egipcias" en Alemania Federal
Los vestigios de una civilización egipcia de hace más de 3.000 años -la del faraón de la XVIII dinastía del Nuevo Imperio, Tutankamon-, que durante diecisiete meses se van a exponer en diversos lugares de la República Federal de Alemania, han despertado tal interés en este país que ya han superado su mero significado histórico o cultural, para convertirse en un hecho sociológico, en una «moda Tutankamon» promovida en gran parte a través de los medios de comunicación.
Desde el pasado 16 de febrero, fecha en la que comenzó la exposición, que durará hasta el 26 de mayo, de 55 objetos que acompañaban a la tumba de Tutankamon, Berlín occidental se ha inundado de carteles publicitarios sobre este tema (casi como si de una campaña electoral se tratara), la imagen grabada de Tutankamon se ha comercializado en diversas, ropas de vestir y se venden con fluidez, por otra parte, todos los objetos en miniatura de arte egipcio que de alguna manera tengan algo que ver con Tutankamon.Los principales periódicos y revistas de este país se han unido también con sus frecuentes reportajes sobre la obra de Tutankamon y su significación, y hasta el propio presidente de la República Federal de Alemania, Karl Carstens, ha dado un reconocimiento oficial con su visita hace poco a Berlín, expresamente para interesarse por esta exposición, a lo que ya se presenta como un fenómeno de masas.
Puede quizá argumentarse que fruto de esta publicidad sociológica son las enormes colas que se forman cada día a la entrada del Museo Egipcio, en Schlossstrasse (Charlottenburg, Berlín), justo donde se encuentra la talla única de Nefertiti. Según los días y las horas, la fluidez de visitantes es mayor o menor, pero una hora de espera es lo más normal. Por eso, los organizadores de las exposiciones, junto con las autoridades locales, han montado en la misma calle que da a la entrada del museo un pasillo artificial, cubierto,, de varios cientos de metros. Así, la gente, mientras espera a que le toque el turno de entrada en la calle, queda resguardada del frío, de la lluvia y de otros elementos, mientras que un sistema de altavoces le va preparando para las maravillas qué va a contemplar en el interior, mediante la transmisión de datos informativos sobre los objetos expuestos y sobre la significación de la cultura de los faraones.
El visitante no queda defraudado, aunque haya tenido que pagar más de 200 pesetas de entrada. Ante él se exponen importantes objetos de más de tres mil años de antigüedad, que todavía conservan su esplendor y que van desde los cofres donde, se encontraron la momia y otros restos del faraón Tutankamon, pasando por su máscara de oro puro, significativos grabados importantes para conocer la historia de los faraones, valiosísimas joyas faraónicas o sillerías, hasta arcas y vasijas encontradas en la precámara de la tumba, en el Valle de los Reyes, en 1923, y conservadas desde entonces en el Museo Egipcio, de El Cairo.
La exposición de Tutankamon, cuyas obras de arte están sometidas a las más refinadas condiciones de seguridad, tanto contra el robo como contra la acción y el deterioro que pueden provocar en ellas el contacto con el exterior, o el mismo hecho de los traslados, comenzó a salir de El Cairo en 1961. Desde entonces ha recorrido Estados Unidos (1961-1963), Japón (1965-1966), París (1967), Londres (1972), Unión Soviética (1974) y de nuevo Estados Unidos y Canadá (1976-1979).
Tras la exposición de Berlín, «el complejo histórico artístico Tutankamon» pasará a exhibirse en Colonia, Munich y Hannover, para terminar en Hamburgo, en julio de 1981, dentro de la República Federal de Alemania. Si, como es de esperar, esta exposición produce en algunas de las principales ciudades alemanas los mismos efectos que los que está produciendo en Berlín, la fachada pública de las costumbres alemanas va a estar este año tiznada de motivos egipcios.
Cuando el 17 de febrero de 1923 los egiptólogos ingleses Howard Carter y lord Carnarvon abrían la recámara de una tumba que habían descubierto casi tres meses antes no daban crédito a lo que se presentaba ante sus ojos. En tres mil trescientos años, los objetos de oro que tenían delante, junto a la tumba de Tutankamon, no habían perdido en lo más mínimo su brillo. Allí estaba la máscara, los pectorales, las pulseras y los anillos, los diversos cetros utilizados por el faraón e incluso las armas y armarios de oro para dejar diversos objetos. Junto a ellos, una serie de muebles pequeños: estatuillas, vasijas, tallas de madera y alabastro y otros recipientes decorados con historias alusivas a la vida del faraón y a los sucesos de su reinado.
Aunque no se sabe mucho de la vida de Tutankamon, se le considera a este faraón, de la decimoctava dinastía del imperio nuevo, como un elemento histórico muy valioso, Era aún muchacho cuando sucedió en el trono a Sakera. Murió a los dieciocho años, aproximadamente. Entre sus obras destacan el haber restablecido la capital en Tebas y el haber restaurado la religión antigua al dios Amon. Según las más recientes teorías de los historiadores y los últimos análisis de sangre encontrada en la momia, Tutankamon.
Babelia
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