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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Italia: una salida; no una solución

UN GOBIERNO de más -de ochenta personas -veintisiete ministros, 56 secretarios de Estado- aflige ahora a Italia, contraviniendo todas las normas de concentración y simplificación burocrática que parecen necesarias para la mejor gobernación de las democracias. Y es que también la inflación afecta a la política. Es la fórmula que Cossiga ha empleado para poder introducir a socialistas y republicanos en el sistema «tricolor» que le puede garantizar la votación de investidura, aunque se manifiesten en contra liberales, socialdemócratas y comunistas.Se trataba de repartir puestos; pero la Democracia Cristiana no pretende repartir, sobre todo porque sus distintas tendencias no quieren perder tampoco sus cargos. Lo que ha hecho Cossiga es aumentar esos puestos: tres ministerios nuevos -tantos como republicanos han ido a engrosar la coalición- y un elevado número de secretarías de Estado.

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Los socialistas vuelven a caer en la afianza «centro-sinistra» que abandonaron hace seis años. La abandonaron precisamente porque vieron que su partido mermaba y se contraía, como consecuencia, de lo que sus afiliados y votantes consideraban una complicidad con la Democracia CÚstiana. Durante este tiempo, los socialistas han intentado una independencia, una revaluación de sus propias bases. No lo han conseguido. Vuelven, según ellos mismos, malhumorados y resignados, haciendo ver que es por poco tiempo. Tampoco el Partido Republicano está satisfecho con su dosis de poder, ni con la insignificancia de los puestos que se le entregan.

Una vez más aparece un Gobierno italiano -el 39 desde el final de la guerra: como todos los anteriores, dominado por la DC- condenado a ser efimero. Hastá que se celebre el Consejo de Europa, hasta que se reúna en Venecia la comisión de las potencias más industrializadas del mundo (los nueve). Hasta que ..., hasta que la situación se haga de nuevo insoportable.

La Democracia Cristiana perpetúa su poder hasta donde ya no es un poder -¿quién lo tiene, en realidad, en Italia?-, sino una simple disposición de influencias, una administración de presupuestos y de cargos. Cierto que la estructura básica del país se mantiene y que la economía no funciona tan mal como podría parecer, aunque el reparto social -la eterna desproporción Norte-Sur- no funcione, aunque el descontento se siga manifestando. Italia sigue nutriéndose con salidas, no con soluciones. Las salidas conducen a nuevos laberintos, y casi puede decirse que en cada nuevo Gobierno está ya presente la crisis del siguiente. Pero la fórmula Cossiga ha conseguido, una vez más, la supremacía de la DC. Que era de lo que se trataba.

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