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Y ahora, el Rey a Euskadi

« (... ) La tentación de interpretar el triunfo del nacionalismo como la antesala de la secesión debe ceder a otra más acorde con el pasado y con el futuro racional y deseable; se trata de una victoria del nuevo eEstado, en lo que éste tiene de reflejo de la España real y no de esa España de pesadilla inventada desde el Leviatán franquista.El futuro Gobierno vasco no será "`otro" Gobierno en permanente situación de hostilidad al central, sino una parte vital del Estado mismo. En este sentido, el espíritu y la letra del Estatuto de Guernica no dejan lugar a la duda: la autonomía vasca, en definitiva, tiene que redundar en favor de la verdadera unidad española. ( ... )

La España real ha de asimilar que hay un hecho diferencial. vasco y que sin éste no se entiende España. El problema concierne políticamente a la más alta instancia del Estado, a la Corona. El proceso de pacificación de Euskadi consiste en la conversión de esa comunidad de odio a que nos referimos en una comunidad solidaria. Así fue durante, siglos, y,elJuramento prestado porlos monarcas castellanos y españoles a. los fueros vascos se ha convertido de una imagen casi legendaria en un signo moderno y de total vigencia.

Rescatar este signo y hacer de él un acto político es algo que se palpa: necesario e inmediato. Hay que acabar con la forzada lejanía del Rey del País Vasco. La Corona puede y debe ser el cauce por don de discurra la mutación del viejo odio en la futura solidaridad. Y el PNV, sobre quien recae la máxima responsabilidad de Gobierno, ha de emplear -en unión de las otras fuerzas políticas- su condición de parte del Estado para hacer de este viaje el principio de la paz en el País Vasco.

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12 de marzo

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