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Sa Carneiro afirma que el Consejo de la Revolución es incompatible con la democracia en Portugal

Mientras el primer ministro, Sa Carneiro, afirma que Portugal no vivirá en un régimen democrático en tanto exista el Consejo de la Revolución, este órgano político-militar ha respondido duramente a las críticas del Gobierno, ahondándose así las diferencias entre el poder ejecutivo y el órgano político-militar de soberanía. El Consejo de la Revolución ha hecho pública una auténtica declaración de principios, tras la larga reunión que celebró desde el mediodía del miércoles hasta altas horas de la madrugada de ayer.

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Noticias calumniosas, deformaciones tendenciosas, maniobras de intoxicación de la opinión pública, mixtificación, son algunas de las expresiones usadas en el comunicado oficial del Consejo para denunciar un intento de dividir las fuerzas armadas y de generar un clima de enfrentamiento político que podría llegar hasta la «ruptura institucional».Pero el Consejo de la Revolución, que preside el general Eanes, no se limita a defenderse, colectivamente y en la persona de algunos de sus miembros, de las acusaciones de intento de pronunciamiento militar; va más allá: reafirma su fidelidad a la actual Constitución portuguesa, que reconoce como su «más pura y viva fuente de inspiración» y el derecho de sus miembros a tomar públicamente posición sobre los problemas políticos «asumiendo individualmente la responsabilidad de tales actos».

Esta tesis dista mucho de coincidir con la del primer ministro, Sa Carneiro, que afirmaba ayer a una emisora francesa que no habría democracia en Portugal mientras subsista un órgano de poder no elegido, el Consejo de la Revolución, con autoridad para velar por el respeto de la Constitución. Según Sa Carneiro, no cabe ninguna autoridad especial a los «padres de la democracia».. Los militares, si quieren jugar un papel político, deben someterse al veredicto de las urnas.

La nota del Consejo de la Revolución, hecha pública de madrugada, reconoce, no obstante, «la utilización abusiva y altamente reprobable de documentos o de intervenciones aisladas de alguno de los miembros del Consejo, completamente apartadas del contexto general en que se desarrollaron».

Esta afirmación viene a confirmar lo que ya adelantara en otra nota oficial el presidente de la República, quien citaba «hechos verídicos» y explicaba que aunque nunca el Consejo tratase, como entidad, la posible dimisión del Gobierno ni la relacionase con la situación social del país, alguno de sus miembros pudo haber planteado la posibilidad, a título personal, como también podía haber sido tratada la eventual dimisión del jefe del Estado, ya que ambos aspectos eran posibles en la teoría política.

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Y más adelante, en el que puede considerarse más duro ataque al ejecutivo, la nota dice: «El Consejo de la Revolución no temerá asumir plenamente sus responsabilidades ante el país, por más insidiosos y supuestamente intimidantes que sean los ataques que sobre él recaigan, y hará todo para que el régimen democrático se consolide y profundice, sean cuales fueran las dificultades y amenazas con que se haya de enfrentar».

Tras las declaraciones de Sa Carneiro cabe preguntarse hasta qué punto el Gobierno portugués está dispuesto a pasar de las palabras a los actos. En otros términos, si la coalición centroderechista se limita a utilizar la crítica sistemática al Consejo de la Revolución como argumento electoral o si alimenta la esperanza de anticipar la eliminación del poder político de los sobrevivientes del Movimiento de las Fuerzas Armadas.

Revisión constitucional

El término legal de la existencia del Consejo de la Revolución está marcado en la actual Constitución portuguesa; está ligado a su revisión, que debe emprender el Parlamento elegido a finales de 1980 Admitiendo un acuerdo entre la actual mayoría y el Partido Socialista sobre el tema, parece razonable fijar 1982 como límite para la existencia del supremo organismo político-militar en su forma y composición actuales.Hasta la fecha, la coalición de de centro derecha parecía resignarse a aceptar este calendario. ¿Cuáles son los elementos que han provocado este aparente cambio de táctica? ¿La perspectiva de una derrota en las próximas elecciones legislativas o presidenciales?; ¿la renuncia (o la imposibilidad) de un acuerdo con los socialistas?; ¿las exigencias de la derecha militar, que no consiente mayor demora en el público desagravio de las ofensas sufridas de parte de los militares de abril?

En abono de la última hipótesis, cabe recordar que el consejero del primer ministro para los Asuntos Militares, es el coronel Carlos Azevedo, que aceptó ligar su nombre a campanas de prensa de la extrema derecha.

A pesar de la afirmación de Sa Carneiro, de que un golpe militar está descartado en Portugal en las presentes circunstancias, Lisboa parece vivir, bajo la psicosis de su posibilidad.

El primer ministro portugués, Francisco Sa Carneiro, respondió anoche en el Parlamento a la interpelación de los principales partidos de la oposición, a los que garantizó que su Gobierno no está interesado en avivar la confrontación entre órganos de soberanía que actualmente se registra en el país.

Sa Carneiro intentó demostrar que eran otras fuerzas de la oposición parlamentaria y extraparlamentaria las más interesadas en los enfrentamientos y en el «envenenamiento» de las relaciones entre el ejecutivo y los otros órganos de soberanía, concretamente el Consejo de la Revolución.

El jefe del ejecutivo dijo que era del conocimiento público la existencia de divergencias entre los órganos de soberanía y que sólo después de las elecciones presidenciales de 1980 se establecerá una nueva relación.

Sa Carneiro afirmó que el fantasma de la dictadura fue siempre creado por la oposición, porque no está acostumbrada ni tolera la alternancia en el poder.

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