Marguerite Yourcenar, elegida miembro de la Academia Francesa
Es la primera vez que una mujer entra en la institución en sus tres siglos y medio de existencia
Marguerite Yourcenar, la autora de Las memorias de Adriano, se convirtió ayer, a los 76 años, por veinte votos contra diez, para los franceses, en «Nuestra Señora de la Coupole», es decir, en el único miembro femenino de los cuarenta inmortales que componen el club más hermético, más misógino de la inteligentzia gala: la Academia Francesa. Le han hecho falta a la venerable institución sus 345 años de existencia para, por primera vez, admitir en su seno a una representante del sexo femenino.
Marguerite Yourcenar, mientras la intelectualidad francesa vivía, ayer, el momento «histórico», navegaba por no se sabe qué remanso del Atlántico. Desde principios de este mes de marzo abandonó su casa de la isla Mount Desert (Estados Unidos), en donde vive retirada desde hace más de treinta años, e inicio un crucero para alejarse del «mundanal ruido ».Jean d'Ormesson, escritor y ex director del diario Le Figaro, fue quien, el otoño pasado, cometió el «crimen»: presentar como candidata a una mujer. El señor D'Ormesson, valorado como un heraldo del liberalismo tradicional francés, nunca se había visto en otra: desde izquierdista hasta golfo despreciable, sus colegas académicos le enjaretaron toda la sarta de piropos de la misma especie. Programada para diciembre, último, la votación hubo de ser retrasada a causa de las batallas que han librado los sexistas contra los partidarios de que, por una vez, la Academia le abriera las puertas a una mujer. Jurídicamente no se oponía ningún obstáculo. Los estatutos no explicitan. nada en contra de una mujer académica. Pero la tradición misógina ha frustrado todos los intentos de las postulantes a inmortales: desde Georges Sand hasta Françoise Parturier, que, en 1970, consiguió un voto. Esta obstinación antifeminista de los académicos galos se explicaría, en parte, por razones de edad, no excelentemente conservada: de los cuarenta miembros del clan, diez nacieron el siglo pasado; otros diez, a principios del siglo XX, y los dos más jóvenes son el señor D'Ormesson (55 años) y el ministro de Justicia, Alain Peyrefitte (54 años). La última intentona de los anti, presentando un competidor hombre, el director del Museo de Historia Natural, Jean Dorst (diez votos), fracasó.
Belga de nacimiento, de doble nacionalidad en la actualidad (francesa y americana), viajera incansable (residió en Suiza y en Grecia), Marguerite Yourcenar está reconocida como un clásico vivo, cuyos libros; los últimos años, han alcanzado, uno tras otro, la celebridad de los best-sellers: sus novelas (Alexis o el tratado del vano combate), sus biografías familiares (Recuerdos piadosos), sus traducciones griegas (La corona y la lira) y sus obras de teatro, al lado de su libro quizá más impresionante, Memorias de Adriano.
Desde que se anunció como candidata a la Academia Francesa aún no ha cesado el peregrinaje de fervorosos y periodistas a su solariego retiro estadounidense. A través de entrevistas y conversaciones ha ido desgranando los trazos de la persona mitificada por sus obras, por su vida y, ahora, por la gloria de la inmortalidad: «Muchos escritores franceses hubieran sido mucho más grandes si hubiesen barrido su propia habitación », dice la escritora para exaltar las faenas caseras que ella realiza, «ya que se escribe porqué una es de la profesión, pero h ay que hacer un esfuerzo para presentar una imagen del mundo, de la vida», añade también para explicar por qué pertenece a cuarenta asociaciones diferentes y firma manifiestos y protestas, colectivas o personales.
Desconfiada de la sociedad industrial, se manifiesta a distancia sobre las ideas «salvadoras» de la humanidad: «.Creo que el movimiento de ideas es una pura ilusión de las gentes que viven un momento muy estrecho del presente. » Y exhibe ejemplos religiosos sobre sus dudas respecto al progreso de fondo en las sociedades: «Jesús se pronuncia por la justicia en el sermón de la montaña, pero el resultado es el cristianismo de Estado. El budismo es un esfuerzo para escapar a la condición humana, pero los curas budistas japoneses bendicen a los coches.» La señora Yourcenar se dice igualmente reticente ante el feminismo beligerante: «No me gusta la oposición de los sexos. Veo complementarios a los hombres ya las mujeres. » La nueva académica de las letras francesas, en definitiva, lo que más siente «es que no haya más tiempo, porque no acabo de desear cosas»...
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.