La ocupación de la embajada en El Salvador acabó felizmente
La embajada de España en San Salvador quedó desocupada ayer y liberados los dos últimos rehenes como resultado final de las negociaciones que durante catorce días han realizado los embajadores de Italia, Ecuador y México, junto al enviado español Pedro Bermejo, con los dirigentes de las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28), el grupo ocupante.El desalojo de la cancillería se produjo exactamente a las cinco menos cuarto de la tarde, hora local
quince minutos antes de la medianoche en Madrid). Un autobús, al que los militantes de las LP-28 adosaron las pancartas que durante el tiempo de la ocupación adornaban la fachada del edificio, condujo al grupo hacia la Universidad. Como garantía, les acompañaron los embajadores que han intervenido en la mediación, Pedro Bermejo y delegados de la Comisión Salvadoreña de Derechos Humanos.
Se han obtenido garantías de que las fuerzas de seguridad no tomarán represalias sobre los ocupantes, y en especial, contra los dirigentes, que en catorce días de encierro se han convertido en personajes célebres.
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Las Ligas Populares no piensan dañar los intereses españoles en El Salvador
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Los rehenes, el consejero Juan Carlos de Ranero y el canciller Manuel de la Helguera (las únicas personas del grupo inicial de doce que permanecían en la embajada), salieron de la cancillería abatidos y cansados, pero sin poder ocultar la satisfacción que les producía verse de nuevo en libertad. Inmediatamente se trasladaron a la residencia del embajador, donde les esperaba el representante diplomático español, Víctor Sánchez Mesa, que había abandonado ayer tarde el hospital en el que se reponía.
Antes de la desocupación, Carlos Argueta, el jefe del grupo ocupante, y dos compañeros de las LP-28 ofrecieron una conferencia de prensa en la que explicaron los motivos que les impulsaron a ocupar la sede de nuestra representación diplomática y los logros obtenidos con tal acción. Argueta denunció, una vez más, el clima represivo que vive El Salvador y reiteró afirmaciones anteriores en el sentido de que no existía el más mínimo interés por dañar la vida de españoles o las propiedades del Estado español en San Salvador. La característica de «país plenamente democrático» fue, según Carlos Argueta, el motivo por el que se eligió la representación española.
El dirigente de las LP-28 pidió al pueblo español que tome conciencia de la lucha que actualmente desarrollan las organizaciones populares salvadoreñas para erradicar del país la tradicional injusticia social y la opresión que un pequeño grupo de terratenientes y Financieros, apoyados por el grueso de la oficialidad del Ejército, ejercen sobre la mayoría de los salvadoreños desde hace más de cincuenta años. Prometió, igualmente, que su grupo y el resto de los que están implicados en la lucha revolucionaria seguirían en su empeño «hasta la victoria final».
Mientras todas estas afirmaciones ocupaban la atención del numeroso grupo de periodistas presentes, en el exterior del edificio permanecía, tapado con una caja de cartón, el paquete explosivo arrojado en la noche del domingo por desconocidos y que, afortunadamente, no llegó a estallar. El enviado del Gobierno español tenía la intención de hacer llegar a la policía, para la investigación.
Es preciso hacer un reconocimiento a la labor desplegada para la resolución final y feliz de este caso de Pedro Bermejo, que llegó a El Salvador apenas repuesto del trauma psíquico producido por los recientes sucesos en la embajada de España en Guatemala. El diplomático español, comportándose de una manera poco usual, no ha regateado ningún tipo de esfuerzo para conseguir que las negociaciones alcanzaran un resultado positivo.
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