Se acabó lo que se daba
La decisión tomada por UCD, clausurando el artículo 151 de la Constitución, que parecía estar en ella como un derecho de opción respecto del 143, no puede resultar sorprendente para nadie. Al contrario, es muy coherente con la ausencia de principios característica del conglomerado de intereses que explican la existencia del partido en el Gobierno. Basta observar de qué clase de intereses se trata. Todos necesitan, para su supervivencia y su potenciación, un Estado centralista fuertemente unitario. La clase dominante, ¿cómo domina si no es mediante el control del poder político y administrativo? Y los estatutos de autonomía podían convertirse en las costuras rotas por las cuales se le escapara ese poder que detentan sin interrupción desde el paleolítico, más o menos.Incluso me atrevo a decir que tampoco es incoherente, sino todo lo contrario, el escaso vigor de las protestas del PSOE o del PCE. Para estos partidos, el «frenazo» supone la ventaja de que se «frene» también una clara tendencia a la «autonomización» de sus organizaciones respectivas que se estaba produciendo paralelamente a las autonomías, tan cándidamente esperadas por sus militantes -o parte de ellos- en las «regiones», «nacionalidades» o «comunidades diferenciadas», según la clasificación establecida por los usos y costumbres de la política vigente.
Me parece imposible todavía, y no sé cuando llegará el momento, hablar de un tema tan vidrioso como es el de qué características se han de reunir para ser «nacionalidad», «región» o «comunidad diferenciada». Soy nacionalista, sin dudas al respecto por lo que toca a mi «comunidad», la del País Valenciano, que no va a pasar, me temo, de «preautonómica» ejercida, además, unilateralmente, es decir, con UCD en solitario sí, como es de esperar, el PC del PV abandona también un Consell que ya había dejado el PSI`V (PSOE). Pero hay una cuestión procedimental que me parece conveniente tratar. Porque los esfuerzos teóricos de mi viejo amigo Peces-Barba será dificil que convenzan a nadie de que la Constitución no ha sido recortada en la práctica, aunque siga manteniendo su literalidad. Veamos, si no, qué es lo que ha ocurrido. Un partido, sin el cual no hay mayoría posible, y el acuerdo tácito de los otros, convierten en papel mojado la opción entre dos vías autonómicas, igualmente constitucionales, y lo reducen todo a la más restrictiva de ellas. ¿Por qué?
La respuesta que puede tener algún interés es la real y verdadera, y no la política, según la cual se llega a la misma meta por un camino que por el otro. Si fuera así, ¿para qué cegar el del 151 dando con ello una prueba de escasísima devoción constitucional? Creo que hay más respuestas importantes y algunas complementarias. La primera de ellas es que las «fuerzas fácticas» han debido actuar de nuevo, poniéndole límites a una Constitución que, de entrada, ya tiene muchos y de bastante peso antidemocrático. La Monarquía, por ejemplo, no se puso en cuestión, para empezar por el principio. La segunda respuesta, que no excluye -sino todo lo contrario- a la primera, es la de que la vía del artículo 151 prevé la existencia de parlamentos autonómicos, elegidos entre candidatos de los partidos por sufragio secreto, universal y directo, lo cual, desde el punto de vista de UCD y no sólo de ella, supone el riesgo de que caigan en manos de la izquierda. El de Cataluña, probablemente, si no hay alguna nueva «rectificación fáctica» a la Constitución antes de que lleguen las elecciones. Y en Euskadi, aunque no se pueda decir que el PNV sea de izquierdas, tampoco tiene la menor proclividad hacia el sometimiento a un Estado centralista y, por consiguiente, centralizador, corno es el que ha sucedido al dictatorial del general Franco.
Vuelta al pasado inmediato
Los pretextos que se han dado para este cerrojazo son tan precarios que moverían a risa si no fuera porque indican algo muy peligroso que no invita a reír, precisamente. Tienen cierto aire de vuelta al pasado inmediato, a sus procedimientos, a sus cantinelas, a sus metafisi cas. Ya hemos hablado del pretexto basado en la igualdad de ambas vías, aunque al menos se reconoce que la «recomendada» es la corta, pero sin Parlamento, es decir, con poco o nada autogobierno, lo que en un país como el valenciano, que ha tenido instituciones de Gobierno propias hasta hace dos siglos y medio, es bien grave. Quiere decir que no avanzaremos hacia nuestra identidad real, hacia nuestro autogobierno, sino que seremos víctimas de una descentralización «regionalista», inspirada en la más vieja tradición de la derecha indígena, pura y dura. Las mismas clases dominantes seguirán dominando sin siquiera el alivio del derecho al pataleo en un Parlamento donde poder legislar y denunciar, por mayoría, lo legislable y lo denunciable.
Definición del tipo de Estado
Se nos dice también que un proceso autonómico tan generalizado como el que parecía perfilarse, puede remover peligrosamente las bases del Estado, Pero, ¿de qué Estado se trata? Porque, incluso, desde la perspectiva de la propia Constitución vigente, el Estado puede contemplarse como el de «una democracia fuerte», es decir, precaria y escasa, según suele pedir Fraga, o un Estado de «las autonomías» que, a la derecha y a la izquierda, les parecía el ideal para «profundizar en la democracia». Hablo de, un Estado en el que la fuerza le llegara desde la base, desde las autonomías, que se la prestarían por su propio interés, y no al contrario. Ya se ve que el modelo no es ese, no es ese... y quienes se extrañen de ello será que no han querido ver lo que pasaba, sino lo que les hubiera gustado que pasara. Es hora, pues, de que despierten. Se acabó lo que se daba, como se suele acabar todo lo que se da. Para UCD porque «es lo mismo la vía del 143 que la del 151», y para el PSOE, que quiere ser su alternativa, esto es muy importante, porque prefiere heredar un Estado ya fortalecido que tenerlo que fortalecer cuando llegue a sus manos, si es que le llega algún día. Ellos no hablan de «frenar», pero hablan de «racionalizar», y el PCE, aislado crecientemente, ¿no puede considerar peligroso verse más aislado todavía de lo que lo está? Verse, por ejemplo, aislado en la batalla autonómica que se presenta perdedora.
La financiación de las autonomías
Se ha dicho también que las autonomías son caras, que crearán una burocracia suplementaria, que no hay «clase política» suficiente para regentarlas en las «nacionalidades», «comunidades diferenciadas» o «regiones», etcétera. Lo cual induce a pensar que no será tan cierto eso de que se llega al mismo sitio por la vía del 143 que por la del 151. ¿O es que la del 143 tiene virtudes especiales por las cuales sus autonomías serán baratas, no crearán burocracias suplementarias y sí que tendrán «clase política» suficiente? Lo que pasa es que las autonomías son caras si se traspasan funciones, pero no presupuesto; crean burocracia si no se reajusta la que hay para que puedan optar por su propia comunidad autónoma, por ejemplo -salvo que, claro está, los «sagrados escalafones» que tantas cosas explican, estén por encima de los intereses colectivos de las «comunidades autónomas», como es más que probable- los funcionarios que las prefieran. Y en cuanto a lo de «clase política», ¿qué quiere decir eso? ¿Es que hay que venir de los cuarenta años anteriores a 1975 para poderse considerar con capacidad de «clase política»? ¿Qué es lo que ha pasado en los ayuntamientos donde han ganado las izquierdas? Pues que todo va mejor con una «clase política» que, en general, no tiene nada que ver con la de «antes». Y eso es lo que duele.
El papel de la televisión en las elecciones
Termino subrayando cuándo ha sonado la alarma. Ni más ni menos que cuando en unas elecciones como las municipales, donde la TVE contaba menos y se podía escapar, por tanto, a los condicionamientos de su control, ganaron las izquierdas. Ese poder municipal ha sido un aviso. Y no se ha querido correr el riesgo de volver a perder. Incluso los partidos de izquierda prefieren, al parecer, una España de UCD -ya conoce el lector la campaña de todos juntos para que no se eluda esa denominación geográfica- que una España de autogobiernos, con parlamentos de mayoría izquierdista... que puede escapar al control del «aparato» central de los partidos. De esa España se trata, por lo visto y como siempre.
Malos vientos son estos para las autonomías incluso «históricas», como se ha podido comprobar en los recortes aplicados a la precariedad autonómica gallega. Alcanzarán, si llegan, a la mitad de la mitad en las ya concedidas. Así se demostrará que ciertas insolidaridades de los años setenta, cuando aún se hablaba de «ruptura», eran peligrosas, además de ir contra su propia historia.
Y bien, ¿qué hacer? Lo de siempre. Volver a la resistencia de la que no se debió salir cuando muchos creyeron que cuarenta años de franquismo podrían liquidarse con cuatro de «consenso».
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