La capacidad de respuesta de la economía española / 1
En los últimos cuatro años la transición política hacia una democracia plena ha estado acompañada simultáneamente de una etapa de transición económica de resultados inciertos.Es un hecho indiscutible que la crisis energética ha puesto al descubierto la fragilidad de nuestro sistema productivo, y con singular gravedad han aflorado los problemas que afectan al modelo de desarrollo industrial vigente desde hace quince años.
Sin embargo, en los últimos tiempos la industria española ya ha iniciado un proceso espontáneo de adaptación a la división internacional del trabajo, determinado por los nuevos precios de la mano de obra, del capital y de la energía. Este fenómeno se enriquece de contenido al analizar la reestructuración sectorial de las exportaciones y las orientaciones recientes de la inversión extranjera en España.
Con estas premisas cabe preguntarse si la economía española puede recobrar la capacidad de crecimiento necesaria para generar una recuperación sana y duradera del nivel de empleo. En realidad, el crecimiento económico se hace más difícil cada día, Y hay que pensar que las condiciones en que éste tendrá lugar en las próximas décadas serán completamente diferentes a las del pasado. Los problemas del empleo no se resolverán ocupándose únicamente del mismo. De hecho, el nivel de empleo es la resultante, y su evolución en los próximos años estará vinculada a las tendencias de fondo del sistema productivo, a la tecnología, a la población y a la eficacia política de una sociedad.
El resaltar las dificultades no debería impedir la búsqueda de soluciones operativas. Con ocasión del ingreso en la CEE, y al paso que se adopta el modelo económico de Europa occidental, la economía española debería emprender una nueva estrategia de desarrollo centrada en la reasignación de los sectores industriales. En este sentido, constituye una importante opción industrial el promocionar las inversiones en ramas productivas de vanguardia, con tecnologías intermedias y que generen múltiples e intensos efectos multiplicadores sobre los sectores interrelacionados. De este modo, además de dar respuesta a las necesidades presentes y futuras de nuestra economía, se sentarían las bases para afrontar un proceso de integración en la CEE, social y económicamente viable.
Desde esta óptica, la economía española, dentro de la Comunidad, estaría capacitada para encauzar su gran dinamismo actual y sus amplias posibilidades de crecimiento, asegurándose la participación en el proceso industrializador de vanguardia de las décadas de finales de siglo.
En este contexto, y con objeto de perfilar la panorámica inicial, es necesario señalar que aunque el sistema productivo español vaya adaptándose con cierto grado de espontaneidad a la evolución presente y futura de los mercados, esta respuesta no exime a la Administración de su deber de establecer las condiciones armónicas adecuadas para que nuestro sistema económico funcione eficazmente.
Tras esta breve visión de conjunto conviene profundizar en la secuencia de los razonamientos precedentes.
1. Crisis en el sector de la oferta/producción.
La economía española participa del padecimiento común a todos los países industrializados; es decir, de una serie creciente de fallos que se pueden calificar como crisis de la oferta. Así, el descenso ininterrumpido de las tasas de crecimiento de las inversiones en el período 1974-1979 han revelado la falta de armonía de nuestro aparato productivo y el desfase acentuado entre los puestos de trabajo que demanda la dinámica laboral española y una maquinaria que, en gran parte, ha envejecido prematuramente. En el caso español, la crisis mundial de exceso de capacidad en los sectores industriales básicos se agrava por la modernidad de un segmento importante de nuestra infraestructura industrial, que se ve obligado a desaparecer cuando aún no ha tenido tiempo para amortizarse.
Hoy nadie duda que toda política realista, que ataque los males de raíz, pasa necesariamente por la reconversión y la adaptación del aparato productivo a la nueva demanda previsible y a los nuevos precios relativos de los factores.
2. El ajuste espontáneo de la economía española.
Tal vez uno de los rasgos más importantes de la honda transformación económica española, que sin duda determinará la fuerza y el empuje futuros de nuestra economía, sea el gran dinamismo y los elevados márgenes de vitalidad latentes en todos los indicadores estadísticos recientes.
La actividad económica española es cada día más fluida, más interdependiente y más compleja, como lo prueba la transformación sectorial de nuestro sistema productivo. Desde 1177 la producción y las exportaciones españolas han experimentado una pronunciada reestructuración sectorial en respuesta a las nuevas condiciones reinantes en los mercados nacionales y extranjeros.
A partir de la devaluación del 20% en julio de 1977, como medida previa al programa de saneamiento y reforma económica pactado en la Moncloa, la exportación se ha convertido en la variable más dinámica de la economía española. Sin embargo, lo verdaderamente interesante es comprobar que el comportamiento de las exportaciones no puede explicarse únicamente por las sucesivas devaluaciones aplicadas durante la crisis. No en vano en los dos últimos años la ap!eciación de la peseta frente al dólar ya ha absorbido holgadamente el porcentaje de depreciación de julio de 1977.
Ante un mercado nacional debilitado por la atonía de la demanda interna, el imperativo de exportar más para pagar la mayor factura energética ha sido facilitado decisivamente por los créditos a la exportación disponibles, por el mayor perfeccionamiento técnico alcanzado por el seguro de crédito a la exportación y por las crecientes posibilidades de invertir en el exterior que han potenciado las redes y canales de distribución de nuestros productos en los mercados foráneos.
Conectado con la redistribución de la demanda efectiva favorable a la exportación de bienes y servicios, el reparto por sectores de los productos exportados nos permite entrever las actuales líneas de fondo de nuestro sistema productivo. Obsérvese en el cuadro 1 que la estructura de las exportaciones industriales ha sufrido mutaciones importantes. En síntesis, la respuesta que espontáneamente selecciona nuestra economía tiende a orientarse hacia sectores en fase de renovación de sus técnicas productivas, centrados en segmentos de la demanda mundial en los que España tiene más posibilidades de triunfar frente a una competencia endurecida.
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