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Alcoy, una ciudad que se resiste a morir

Fumándose un porro en Greenwich Village, el barrio bohemio de Nueva York; leyendo a Federico Engels, o siguiendo la pista a las mantas de pelo de camello que utilizaron los marroquíes en la «marcha verde» sobre el Sahara, puede uno encontrarse con el nombre de Alcoy. Nombre de una ciudad valenciana de 65.000 habitantes, capital natural de las comarcas de L'Alcoia y El Comtat, que fue sede de la Internacional, ha vivido cerca de tres años en régimen casi de autogestión (con la industria textil y metalúrgica incautada y bajo control obrero) y ha sido vanguardia durante dos siglos, (desde mediados del siglo XVIII a mediados del siglo XX) en la industrialización de nuestro país y en las luchas del movimiento obrero internacional. La crisis y el paro en esta ciudad, donde prosperidad y recesión se han ido alternando sin solución de continuidad hasta nuestros días, adquieren rasgos y dimensiones peculiares que la diferencian de otras localidades, incluso de su entorno geográfico.

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La industria estuvo bajo control obrero entre 1936 y 1939

Al otro lado del puerto de la Carrasqueta, a caballo entre Alicante y Valencia, Alcoy resbala, se desmorona físicamente, por las laderas calizas e inseguras de la últimas estribaciones del sistema bético oriental.Una de las principales preocupaciones de esta corporación, comenta el alcalde socialista de Alcoy, Josep Sanus Tormo, se centra en consolidar los terrenos sobre los que se asienta esta ciudad. Hace tres años se produjo una especie de alud y hubo suerte, pudo haber sucedido una de las desgracias mayores que han tenido lugar en este país, al quedar varias manzanas de viviendas erguidas al borde mismo del precipicio que provocó el alud. Hubo que desalojar cincuenta o sesenta familias, y los trabajos de consolidación del terreno aún continúan. En nuestros días, añade el alcalde, jamás se ubicaría una ciudad en un terreno como este.

Cien años antes del inicio de la crisis económica actual, en 1873, en Alcoy rodó la cabeza de un alcalde, Agustín Albors, y las posesiones de los principales contribuyentes de la ciudad fueron incendiadas. El nombre del petróleo, producto que utilizaron los revolucionarios para provocar los incendios, pasó a formar parte de la denominación del proceso histórico (más de treinta kilos de papel barba que se conservan en los archivos del Ayuntamiento) de aquellas jornadas de levantamiento obrero. La crisis que vivimos y que vive Alcoy hoy, paradójicamente, vuelve a estar relacionada con el petróleo.

La moral alcoyana

La crisis y el paro tienen en Alcoy unas características muy diferenciadas, difíciles de explicar si se prescinde del contexto histórico (este pueblo lleva trescientos años superando periódicamente crisis económicas) y de la afamada moral alcoyana, mezcla de tesón y de chauvinismo, que es algo más que un tópico.

«¿Parados hoy en Alcoy? No sé.... yo diría que no hay parados. Puede que existan unos 3.000, pero en realidad no están desempleados. Trabajan para las fábricas en sus domicilios.» Tan sorprendente opinión no corresponde al responsable local del Ministerio de Trabajo ni a un cualificado miembro de la patronal, sino al secretario general de la UGT alcoyana. Antonio Pérez, que así se llama este curioso personaje («Estoy en UGT porque la CNT no funciona o funciona muy mal, pero, en el fondo, aquí todos somos cenetistas»), sostiene que si todo el trabajo que se hace a domicilio en esta ciudad se hiciera en sus fábricas, no habría paro en Alcoy.

Es una idiosincrasia moldeada por la lucha continua contra un medio geográfico hostil, contra una tradicional incomprensión de la Administración central (Alcoy sigue muy mal comunicado) y contra la falta casi absoluta de materias primas y recursos naturales. Es, en definitiva, la voluntad de los alcoyanos para no dejar morir su ciudad.

En este sentido, y en contra de lo que sucede en el resto del país, casi semanalmente se presentan a la permanente del Ayuntamiento de Alcoy -según afirma su alcalde- solicitud de licencias para apertura de nuevas industrias.

Batanes y molinos de papel

De 1561 data la consecución de los llamados «Capitols i Ordenacions del Ofici de Perayres de la Villa de Alcoi, decretats per lo Gobernador de Valemsia», primer documento sobre la existencia de un gremio que se conserva en la fábrica de paños.

El paso definitivo a población industrial, sin embargo, se produjo -segun un estudio del Gabinete Sigma- a mediados del siglo XVIII. «Este decisivo cambio vendrá determinado por el auge de la industria textil y también por la creación de la industria papelera. »

Hacia la mitad del siglo XVIII, la principal fuente de ingresos en Alcoy fue la industria textil, y la producción en este sector triplicó sus cifras de 1700. Al auge textil hay que añadir, a partir de los cincuenta, una pujante industria papelera que compitió, ofreciendo salarios más elevados incluso, con la industria textil en el aprovechamiento de la mano de obra local.

De pueblo agrícola a ciudad industrial

Bastante elocuentes para ver la transformación de una población agraria pobre en una urbe industrial pujante son los datos porcentuales de población activa. En 1730, el 62,2 1 % de la población activa alcoyana estaba empleada en la agricultura; el 25%, en la industria textil; el 7%, en la artesanía, y un 5%, en comercio, transportes u otras profesiones. Sesenta años después, en 1790, tan sólo el 33% de la población se dedica a la agricultura, en tanto que la industria textil ocupa al 48 %, y la papelera, al 5,5 %. Los demás porcentajes continúan prácticamente invariables.

De la «agresividad» de estos pioneros industriales es buena muestra la carta dirigida por Vicente Albors, que transformó un molino batán en fábrica de papel en 1755, a Gregorio Mayans. En ella le dice que ha contratado a un técnico holandés y que con su colaboración está «montando una máquina llamada de cilindro, la que espero ver operando antes de Navidad, con cuyo adelanto multiplicaré la cantidad de resmas y abarataré su precio, y si consigo esto, tendrá nuestro reino el honor de ser el primero que ha, traído a España este nuevo descubrimiento».

Es en estos años también cuando se empieza a fabricar en Alcoy papel de fumar, base de la producción papelera durante todo el siglo XIX, que se exporta en cuantiosas cantidades a América. Hoy, doscientos años después, entre los pocos productos españoles que se encuentran en cualquier comercio de barrio neoyorquino, se encuentra el papel de fumar alcoyano. Con unas presentaciones muy americanas, desde caricaturas de Nixon y el Watergate a estampaciones floreadas o psicodélicas, los librillos de papel de fumar alcoyano son los más estimados por los consumidores de yerba para liar sus porros.

Oposición al maquinismo

En 1821 las máquinas tenían que ser custodiadas de forma permanente para preservarlas de las iras del campesino despedido. El 2 de marzo de aquel año más de 1.200 hombres armados se dirigieron hacia las fábricas situadas en el exterior de la villa. El Ayuntamiento no tuvo fuerzas para contener el motín y vio, impotente, cómo numerosas fábricas fueron atacadas y su maquinaria destruida.

Entre la efervescencia social se impuso el maquinismo, que, a partir de 1929, fecha en que llegó importado de Bélgica, dará un paso adelante más con el sistema Cockril y las estambreras. La escasez de energía, problema fundamental de la industria alcoyana (movida por agua en zona de periódicas sequías), se palió con la utilización del vapor (la primera caldera se construyó para calentamiento de tintes en 1932). Ello supuso la apertura en la comarca de unas minas de lignito de pobre contenido calorífico.

"¡Guerra a muerte al libre-cambio!"

La pérdida del mercado andaluz, el tratado comercial con Francia de 1882, impuesto por los terratenientes y que desencadenó entre los industrales una fiebre de revindicaciones proteccionistas, y finalmente el convenio comercial con Inglaterra, jalonan la aguda crisis que atravesaron. Cataluña y Alcoy en esa década. El Eco de Alcoy, periódico de la burguesía industrial local, publicó estos días un artículo con el título «¡Guerra a muerte al libre-cambio!», en el que se afirmaba que ya no era posibe, en 1887, una postura pasiva, y que había que acudir a la lucha y declarar «la guerra sin cuartel a Ios enemigos de la riqueza nacional». Otra publicación local, El Serpis expuso un año después las causas, a su entender, de la grave crisis: exceso de producción a nivel internacional, por una parte, e invasión de productos extranjeros (agrícolas e industriales), corrupción e inmoralidad de la Administración, exceso de tributación y desigualdad de las cuotas y carencia de mercados, a nivel nacional.

Oyendo hoy, tan sólo hace unas semanas, al empresariado alcoyano, parece que tales artículos, publicados hace cien años, continúan en buena medida vigentes. Francia y su proteccionismo, el desarme arancelario y la integración española en el Mercado Común, Ios muchos impuestos y la desatención de la Administración Central, y desde luego las dificultades financieras, enmarcan a su juicio esta nueva crisis, derivada de los precios del petróleo.

Una larga tradición de luchas obreras

Tras los movimientos del «luddismo» alcoyano de 1821, constituyeron «la primera huelga de hondo sentido en España», se sucedieron periódicamente nuevos intentos de recuperar los puestos de trabajo destruyendo las máquinas, y conflictos por reivindicaciones de carácter social o salarial.

En este clima, según explicó a EL PAIS Joan Valls, poeta insigne y archivero mayor del municipio, llegaron a Alcoy las teorías bakuninistas, que prenden con fuerza. Hasta el punto de que la Internacional se instala en esta ciudad, en una casa que todavía existe en la calle del Horno del Vidrio, 6, desde primeros de 1873 hasta el mes cle julio. Unas peticiones de mayores salarios sirvieron de pretexto al internacionalismo para ensayar la revolución. Los días 9, 10 y 11 de julio, tras celebrar asamblea los obreros en una vieja plaza de toros, se desencadena una auténtica revolución. Barricadas, luchas en las calles, asalto del Ayuntamiento), asesinato del alcalde e incendio de las posesiones de los mayores contribuyentes.

Alcoy, una ciudad que se resiste a morir.

En 1919 se sucedieron las huelgas, alentadas por la CNT, reivindicando la jornada de ocho horas. Y en 1928 una huelga surgida en la fábrica de Terol Hermanos se convirtió en huelga general.Más tarde, en 1936, los obreros incautarán las industrias del textil Y del metal, que, durante tres años, funcionarán a tope, las veinticuatro horas del día, bajo su control.

"El obrero, hoy, es menos responsable"

Antonio Palacios, a quien la patronal le ha propuesto que vaya a ordenar sus papeles sobre los años de la incautación, se muestra muy pesimista sobre la crisis actual. «La veo muy difícil, más que la de entonces. No tengo confianza hace tres años que alguien debía responsabilizarse de estos temas y no se ha hecho. La izquierda ha tenido demasiadas prisas y el obrero no es tan responsable hoy como el de mis tiempos.»

Pese a la nota pesimista del viejo sindicalista, del superviviente de otras épocas, en Alcoy se piensa que no todos los tiempos pasados fueron mejores y que de peores baches han salido. La experiencia y el chauvinismo les impide quedarse paralizados, en lamentaciones, porque esta ciudad -antes que otras- moriría, incluso físicamente, a poco que permanecieran de brazos cruzados.

Beligerancia frente a la crisis

Tal vez por ello aquí los sindicalistas hablan de subempleo y, aun mostrándose preocupados por el paro y la crisis, no dramatizan. Los empresarios, por su parte, aguantan e incluso invierten. Y en el Ayuntamiento, dirigido por un socialista, se produce la excepción a la regla de los municipios regidos por la izquierda: socialistas, centristas y comunistas se han puesto de acuerdo para salvar la ciudad. «La crisis es brutal, tanto que la propia supervivencia de Alcoy está en juego», opina Josep Sanus, el alcalde. Por ello, llamó a los empresarios al poco tiempo de hacerse cargo del Ayuntamiento y les propuso crear, junto con las centrales sindicales, un consejo económico y social para afrontar la crisis en Alcoy. «Un organismo», recalca el alcalde, «que no debe ocuparse de, los conflictos laborales que surjan o de las reclamaciones salariales; para eso», dice, «deben entenderse fuera del Ayuntamiento patronales y sindicatos. Se trata exclusivamente», añade Josep Sanus, «de estudiar la crisis en líneas generales y hacer frente a la misma.» El consejo económico y social, tal y como lo pretendía el alcalde, no sólo está funcionando, sino que en su haber cuenta ya con un proyecto muy adelantado relativo a la creación de una cooperativa para la selección de trapos (materia prima para los regenerados), que va a suponer la creación de dos centenares de puestos de trabajo «para paliar el desempleo».

Por otra parte, la falta de suelo industrial ha propiciado que muchos empresarios alcoyanos hayan montado sus factorías en Cocentaina y otras poblaciones cercanas. En estos momentos, desde el Ayuntamiento, se está ofertando infraestructura, suelo industrial y está muy avanzado un proyecto para crear una fundación municipal de diseño industrial, que se considera primordial para potenciar un relanzamiento.

La concordia es tal, en esta Corporación, que un empresario y concejal ucedista comentó que él firmaría ya mismo porque Josep Sanus vuelva a salir alcalde en las próximas elecciones, «aunque no sea de mi partido».

El 40% de las empresas en suspensión de pagos teórica

La crisis de 1973 aterrizó sobre una industria que en Alcoy estaba apenas elevándose de un profundo bache. En la segunda mitad de los años cincuenta y en la década de los sesenta fue tan grave la crisis de la pañería que hoy, prácticamente, no existe. Muchos empresarios cayeron, pero surgieron otros nuevos y algunos de los viejos apellidos industriales supieron una vez más invertir, reconvertir sus instalaciones y dar un giro radical a su producción. El textil-hogar, los géneros de decoración (visillos, colchas, mantelerías) sustituyeron en un período cortísimo de tiempo a las viejas producciones. «Alcoy ha hecho un cambio tan rápido, que parece imposible. Hemos pasado de los regenerados, de los que se decía que el olor no se cobraba, a una industria textil de vanguardia en nada de tiempo», afirmaba Juan Rico, presidente de la Agrupación Textil de Alcoy.

Pero Alcoy está sangrante, según este dirigente empresarial, «porque la crisis de 1973 nos ha sorprendido con grandes inversiones recién realizadas y sin amortizar. Aquí estamos resistiendo desde el año 1973 como podemos, echándonos una mano unos a otros para sortear la crisis, en la esperanza de que se produzca pronto un cambio de coyuntura», añade Juan Rico. «En teoría, en Alcoy, el 40% de las empresas están en suspensión de pagos. Resistimos porque somos así y nos gusta nuestro pueblo. El empresario aquí es más industrial que financiero. Nos arruinamos, pero seguimos para adelante.» Juan Rico, no obstante, se queja del mal estado en que se encuentra el mercado nacional, de la falta de ayudas a la exportación («que si no se le da apoyo, no va») y de las repercusiones de los cambios de paridad en las monedas. El proteccionismo francés, la integración en la CEE y la dura competencia italiana preocupan a estos industriales que, pese a todo, como dice Juan Rico, siguen adelante y procuran estar al día: tres aviones han fletado para acudir a la feria de Hannover.

La industria del metal alcoyano también atraviesa una aguda crisis, y la del papel, pese a la situación de Papelera Española, que suspendió pagos, sólo padece una crisis importada. La factoría alcoyana va muy bien, pero ha visto complicada su marcha por la desgraciada inversión que Papelera hizo en la factoría de Salamanca. La posible venta de esta última a una multinacional volvería a convertir a la factoría alcoyana y a su papel de fumar en un negocio próspero.

En cuanto al paro, el sector más afectado es el metal (se han cerrado muchos mercados externos a la máquina-herramienta), pero todavía -en comparación con lo que ocurre en el resto del país- no es excesivamente preocupante. Máxime cuando, como afirma el secretario general de la UGT local, el problema aquí es más de subempleo que de desempleo. Empresarios y sindicalistas coinciden, sin embargo, en que el paro, si la crisis se prolonga y no se produce pronto un relanzamiento, pasará a ser el primer problema de Alcoy.

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