El minifundio impide que el paro encubierto en Galicia derive en hambre
El gallego, acostumbrado a la costumbre social de la ausencia de su tierra, siente la necesidad de ser soberano de la tierra que mide el tamaño de su sepultura. De esta manera, el minifundio que caracteriza la propiedad agraria en Galicia constituye la réplica a una manera de ser, a una manera de entender la vida. La sobriedad del gallego hace posible que el paro que registra Galicia, un 3 % frente al 8,6 % del desempleo a nivel estatal, impida hablar de paro sin más, es decir, como la consecuencia social de la crisis económica que registra el mundo occidental y que en algunas zonas españolas provoca la existencia de hambre física. En Galicia, sin embargo, para definir esta situaicón hay que recurrir a eufemísticos conceptos como paro encubierto o subempleo.
«¿Paro?, haberlo, haylo, pero se va tirando. El que más y el que menos, tira con lo que tiene. Es muy difícil encontrar alguien que pase hambre. Mire usted, el mar es una riqueza inacabable, aunque cada vez esté más en peligro. Aquí, cuando alguien tiene hambre, se va al mar, coge unos berberechos, los cuece y se mantiene en pie. Lo peor es la droga. La falta de un trabajo fijo ha hecho proliferar el consumo de droga y ha aumentado la delincuencia juvenil. Se ha acabado la tranquilidad del mar.»De esta manera sencilla, Dolores Regueira, propietaria de un restaurante en Carril, resume la repercusión ciudadana de una situación de crisis que, en Galicia, tiene la matización de no llegar de la manera descarnada del paro que se conoce en otras regiones españolas. Aquí, según la generalidad de los testimonios, la consecuencia inmediata de la crisis económica ha originado un subempleo que, por la peculiar estructura agraria, se ve paliada por la existencia del minifundio, lo que permite ir tirando, sin que se llegue a situaciones dramáticas.
Sin embargo, el efectivo aumento en el consumo de drogas, que tiene su confirmación en el hecho de que el puerto de Villagarcía sea uno de los principales canales en el tráfico de estupefacientes en nuestro país, no parece suponer una consecuencia directa de la situación de subempleo en que se ve sumida la población laboral gallega.
Para Luis Bouza, abogado, concejal comunista del Ayuntamiento de Villagarcía, es difícil establecer el momento en el que se inicia una cierta escalada en el consumo de drogas, fundamentalmente drogas blandas.
Otro comunista, el alcalde de El Grove y profesor de Económicas en la Uníversidad de Santiago, Joaquín Alvarez Corbacho, considera que se ha magnificado mucho este problema. «Se ha exagerado muchísimo al hablar de la droga y de la delincuencia juvenil. Sí es cierto que ambos problemas han aumentado, pero por algún sector político ha existido la intención de asustar con su magnificación. Por otra parte, hay que tener presente que lajuventud que fuma porros, al mismo tiempo, trabaja, lo que demuestra que el problema no está originado por el desempleo. Es consecuencia de un inconformismo de la juventud que se registra en todas partes. Es un elemento natural en la sociedad occidental, que de alguna forma margina a la juventud. La sociedad española capitalista exacerba el consumo y, sin embargo, no proporciona medios para satisfacerlo.»
Lo cierto es que el problema del paro en Galicia presenta las peculiaridades propias de la región. «Galicia está hoy virgen. Puede ser modelada a placer. Sólo se requiere una acción decidida para sacarla del subdesarrollo, que contrasta con su riqueza natural», asegura Ramón García Briones, gallego políticamente independiente, que gusta calificarse a sí mismo como «amante de Galicia» y uno de los artífices del abortado proyecto de instalación del superpuerto de Villagarcía de Arosa.
«Hemos sido el primer pueblo emigrante de España. Hemos llegado a tener un millón de hombres en Argentina; Buenos Aires ha sido la ciudad gallega más grande del mundo, con 455.000 habitantes. Pero ocurre que la economía gallega, fundamentalmente rural, es una economía de supervivencia. El gallego no mide los horarios de trabajo, trabaja mientras haya luz Este es el secreto. Sucede que el campesino gallego, que no tenía dinero, subsistía de lo que sacaba de su pequena propiedad. Si tenía que pagar al médico, por ejemplo, vendía un pino o un cerdo y hacía dinero con que pagarse un servicio Es con la emigración cuando se empieza a hacer dinero en Galicia.
Esta tesis coincide con la valoración que el profesor Alvarez Corbacho hace de la economía gallega «Cualquier análisis económico de Galicia debe situar esta región en una relación de dependencia con la economía española y ésta dentro de la occidental, en el contexto de un sistema piramidal de subordinación.»
Economía de dependencia
«Durante estos últimos años la economía gallega se desarrolló en áreas concretas de la zona atlántica a través de la importación de determinados tipos de industrias en función de intereses ajenos a la propía problemática de Galicia. Los centros de decisión estaba fuera de Galicia y las decisiones de inversión y de localización industrial se hicieron en función de otros intereses.
En opinión del profesor Alvarez Corbacho, el desarrollo económico de Galicia carece de la capacidad de generar economías externas o ciclos de producción completos. En este sentido, el caso de la celulosa es revelador; el valor añadido del ciclo completo de la producción de cartón por ejemplo, queda fuera de Galicia, de donde se extrae la materia prima.
En el caso de la agricultura, la situación es similar -como ocurre con la industria naval o del automóvil-, ya que los planteamientos industriales o los recursos agrícolas se establecen en función de una industrialización que no existe. «La agricultura está conscientemente abandonada.»
Pero la emigración también alcanza a las materias primas. Su aprovechamiento está en manos, muchas veces, de intereses ajenos no sólo a la región gallega, sino también al propio país, como ocurre con las minas de cobre de Touro, explotadas por empresas suecas.
No existe, en consecuencia, una planificación industrial ni se ha intentado racionalizar la economía gallega en función de los recursos propios de Galicia.
«Ello genera un deterrninado tipo de relaciones económicas que yo califico», opina el profesor Alvarez Corbacho, «de dependencia. Incluso en las zonas donde existe un cierto grado de desarrollo industrial, como es el caso de la construcción naval en Vigo y El Ferrol, también se acusa una política económica poco acertada. Se aprecia una cierta precipitación en el montaje de núcleos industriales en base a determinado sector, como el naval, que al entrar en crisis a nivel mundial arrastra al resto de la sociedad industrial surgida en su entorno. Y esto es así porque no existe diversificación de la economía.»
«En este sentido, el tan denostado minifundio, una de las características de la propiedad agrícola en Galicia, yo lo veo como algo positivo, como un elemento amortiguador de la propia crisis. Porque el minifundio está sirviendo como fuente de ingresos a través de un cultivo intensivo del mismo que permite a las gentes cultivar sus patatas, cebollas o lechugas, lo que supone un medio parcial de subsistencía. Ello impide que aquí ocurra como en Andalucía, donde, si no hay trabajo, como el trabajador agrícola no es propietario de la tierra, surge el hambre física. Aquí se va tirando, mal, pero se va tirando.»
No obstante, al margen de análisis globales y económicos de lo que supone el paro en Galicia, lo cierto es que el gallego siente la mordedura de la falta de trabajo, aunque, en efecto, las consecuencias se ven mitigadas por la pluralidad de fuentes de subsistencia que existen en la región.
Por otra parte, la emigración sigue siendo una constante, aunque hoy resulte más difícil la salida hacia otros mercados de trabajo. Ocurre, al mismo tiempo, que la emigracion es un hecho ca,si consustancial con la filosofía del hombre de Galicia. Familias enteras se han acostumbrado a una emigración dentro del propio país, lo que coloca a la mujer en el papel de cabeza de familia, una familia que se ha habituado a carecer del padre, que en Madrid, Barcelona o el País Vasco trabaja durante todo el año para contribuir desde lejos al mantenimiento del hogar, del que, sin embargo, no se siente desarraigado.
El paro oficial en Galicia supone un 3% de su población activa
Según los datos de que dispone en este momento la Junta de Galicia, el primer trimestre de 1979 se cerró con 34.900 personas sin trabajo repartidas en Pontevedra (12.000), La Coruña (9.700), Orense (8.200) y Lugo (4.800). Las cifras revelan un incremento de 4.200 parados desde diciembre de 1978 hasta junio de 1979 y de 25.900 desde diciembre de 1977 a junio de 1979.En términos relativos, la tasa de paro a nivel gallero era de un 3 % frente al 8,6% estatal, lo que le daba a Galicia el noveno puesto en relación al paro por regiones. Sin embargo, conviene considerar que estas evaluaciones no recogen, o lo recogen mal, el paro agrícola, el enorme paro encubierto que registra una Galicia que sigue siéndo rural todavía en altas proporciones.
A este respecto, estimaciones de los técnicos de la Junta de Galicia sitúan en 245.499 la cifra de personas que están en paro encubierto en el campo, lo que viene a colocar muy significativamente los niveles de paro gallegos en igualdad proporcional con los andaluces.
La población activa gallega es de 1. 109.700 trabajadores comprendidos a. partir de los catorce años y repartidos del siguiente modo: La Coruña (368.500), Pontevedra (361.800), Lugo (191.000) y Orense (188.300). La agricultura, sigue siendo el sector que absorbe mayor número de trabajadores (511.500), seguido de los servicios (314.200), la industria (187.600) y la construcción (96.500). No se dispone de datos oficiales sobre la sectorialización de parados.
En contraste con las cifras oficiales están los datos que suelen ofrecer los sindicatos, siempre mucho mayores y, aparentemente, más próximos a la realidad. Por ejemplo, Comisiones Obreras habló, hace ya muchos meses, de más de 60.000 parados en Galicia.
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