De corazón a corazón
El corazón del bosque. Guión de Luis Megino y Manuel Gutiérrez Aragón. Dirección: Manuel Gutiérrez Aragón. Fotografía: Teo Escamilla. Intérpretes: Angela Molina, Norman Brisky, Luis Politti. Dramático. 1979. España. Local de estreno: Alphaville.
Lo primero que el espectador se pregunta después de conocer esta película es la razón de su ausencia en el palmarés del último festival de San Sebastián. Al parecer se presentó fuera de concurso. Puede ser. De todos modos, siempre hay premios especiales. Pero más allá de Conchas de Oro, Carabelas de Plata, Perlas del Cantábrico y demás bisutería cinematográfica, por encima de jurados reclutados aprisa entre realizadores en paro y amigos de siempre, es preciso considerar ante todo este filme, El corazón del bosque, como el más importante de su autor e incluir su nombre entre los mejores de la presente temporada.
Ello por dos razones. Primera, por la calidad excepcional de su realización, nada habitual por estas latitudes: viva, moderna, exacta, con la que colabora una fotografía excepcional. Eso sí que es saber ver, sentir, crear un personaje, un bosque cuyo invisible corazón late al compás de las pasiones de los hombres.
La segunda razón tampoco deja de tener importancia. Cuando la mayoría de nuestra gente de cine joven no tan joven se halla embarcada en aventuras cara a la taquilla so pretexto de cambios de rumbo o al amparo de alianzas con realizadores cuyo interés por cierto tipo de espectáculos no permite el más mínimo riesgo, Manuel Gutiérrez Aragón, el director más sólido hasta ahora de su generación, ha tomado sobre sus hombros el peso de explicarnos una historia de nuestra propia historia espejo de un tiempo presente aún, centrada en una región que conoce bien, más allá de los límites del tiempo. Como toda realidad viva, al pasar de los términos concretos al terreno de la pura narración la ha dotado de un aire de leyenda. Como en el laberinto de los bosques de la infancia, así vamos, paso a paso, descubriendo el verdadero sentido del relato, de sus personajes malditos o entrañables, de un tiempo, en fin, partido en dos mitades, a la vez miserable y violento...
Norman Brisky, a pesar de su tono de voz, Angela Molina y Luis Politti llevan a cabo un trabajo impecable. Angela Molina, como siempre que incorpora personajes populares, sabe dar al suyo en esta ocasión esa verdad que impone siempre su presencia, su modo de decir, sentir, amar o escuchar, que trasciende al coro anónimo que suele acompañarle. Aquí también ese coro de niños, viejos, hombres que bailan en la noche o callan al caer la tarde, forma parte de un bosque cuyos senderos se remontan por un lado a Furtivos y por otro hasta Habla, mudita, premiada en Berlín pero de escaso eco entre nosotros por culpa de los distribuidores.
Un riesgo similar parece amenazar a este otro filme. Programado, anunciado, aplazado su estreno varias veces para abrir paso a tanta basura internacional, tales dudas sirven para retratar las de aquellos en cuyas manos se halla la suerte del cine español. En este tiempo de computadoras, sería beneficioso para todos que alguien hiciera cuentas del dinero que el Estado o, por mejor decirlo, el pueblo español ha entregado al cine español a fondo perdido. Nunca mejor dicho, porque, como no ha sido capaz a lo largo de tantos años de crear ni una sombra de industria, este cine alicorto, bobalicón o vacilante sólo podría presentar como balance a su favor un puñado de honrosas excepciones, entre las que se hallaría El corazón del bosque.
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