Carácter ecuménico y político del viaje del Papa a Turquía
Juan Pablo II saldrá de Roma, mañana, hacia Ankara (Turquía), en la primera visita de un Papa contemporáneo a este país, donde se entrevistará, según el programa oficial, «con autoridades políticas turcas», con compatriotas de la comunidad polaca, y el día 30 abrazará en Estambul a Demetrio I, patriarca de la Iglesia ortodoxa, sucesor del famoso Athenágoras, luchador por la unidad de católicos y ortodoxos. Karol Wojtyla terminará su viaje ese mismo día, tras visitar en Efeso la vivienda donde, según la tradición oriental, pasó sus últimos días María, madre de Jesús de Nazaret.
El recrudecimiento de «la fiebre islámica» y la crisis de Irán ha creado en las últimas horas ciertos problemas a las autoridades turcas, que se encuentran entre la espada y la pared. Por una parte, la presencia del Papa con la primera escala en Ankara «para homenajear a las autoridades de aquel gran país» como afirmó Wojtyla, y la última decisión de pernoctar en la capital, daba prestigio al nuevo Gobierno conservador por la gran popularidad de Juan Pablo Il en el mundo occidental.El Gobierno turco hubiese preferido darle a esta visita más realce político que religioso, sobre todo porque no tiene ningún interés en acrecentar la fuerza ni el prestigio del patriarca Demetrio I y su comunidad ortodoxa en un país casi al ciento por ciento musulmán. Y, sin embargo, en el último momento, en Turquía, se está haciendo todo lo posible para reconocerle a la visita del Papa de Roma un carácter sobre todo religioso. El motivo es muy claro: dada la revolución del movimiento islámico en todo el Oriente, las autoridades turcas no tienen demasiado interés en recibir con demasiado entusiasmo al jefe de los católicos, a quien Jomeini respondió negativamente a su llamada en favor de los rehenes de la embajada de Teherán con un discurso de 3.500 palabras publicadas como publicidad en el New York Times, al precio de 18.000 dólares, y como protesta porque el mundo occidental no le había dado suficiente publicidad.
Viaje ecuménico
De todos modos, todo esto no disgusta al Vaticano, ya que la finalidad de este viaje a Turquía, que constituye el primer viaje ecuménico del nuevo Papa polaco, es ciertamente reforzar los contactos con el mundo ortodoxo, que cuenta hoy con casi doscientos millones de fieles en todo el mundo, pero de los cuales casi un millón están controlados por el patriarcado de Moscú, al cual se dirige sobre todo el «Papa eslavo». Como ha afirmado el filósofo marxista Leszek Kolakowski: «Juan Pablo II está tejiendo una política que tiene como objetivo principal el favorecer la evolución política en los países del este europeo, y su rescate de la Unión Soviética.» Según afirmaba ayer el semanario Panorama, el mismo secretario de Estado, Agostino Casaroli, no ha dudado en afirmar que «el viaje del Papa a Turquía, como las demás iniciativas de Wojtyla, además de una finalidad evidentemente pastoral, tiene también otra, política, no despreciable.» Pero al mismo tiempo que este viaje puede significar un primer paso concreto en la realización efectiva de la reunificación de la Iglesia de Roma con las principales iglesias ortodoxas, y que sería el fruto de largos años de diálogo, sobre todo a partir de Juan XXIII y de Pablo VI, no se puede dudar -y lo subrayan todos los observadores- que el papa Wojtyla, con su viaje a Turquía, país esencialmente musulmán y puente entre Occidente y Oriente, desea afianzar el diálogo de la Iglesia católica con el mundo del islamismo. Porque si es cierto que el extremismo de los chiitas y la exaltación de Jomeini, que llama a la guerra santa, han complicado las cosas, la verdad es que en estos últimos años el Vaticano ha mantenido contactos muy importantes con el gran mundo mahometano.Juan Pablo II desea recordar al gran mundo musulmán que ambas religiones, la cristiana y la mahometana, a pesar de las viejas luchas intestinas del tiempo de las cruzadas, tienen un mismo padre común: Abraham.
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