Un día en las cercanías de la embajada
De día, como de noche, la muchedumbre se ha apoderado de todo el barrio, de las calles y de las paredes, de las aceras y de los escaparates, de los edificios en construcción y de algunos descampados: ya en su undécimo día la ocupación no se limita solo a la embajada, sino que abarca a todo un barrio.Cada uno trae su tributo y fija su retrato del «guía» si consigue encontrar algún trozo de pared inexplicablemente libre. Los muros de ladrillo rojo de un kilómetro de largo que rodean la embajada norteamericana han quedado prácticamente inutilizados: mástiles han sido introducidos en las grietas para poder colgar más retratos del imán, mientras un gran cartel que representa al jefe religioso tapa la fachada hasta el segundo piso de la cancillería.
Los manifestantes escriben ahora sobre la calzada. Militantes islámicos o simples transeuntes repiten con tiza o con pintura los mismos eslóganes que exigen la extradición del sha, insultan a Carter y denuncian al imperialismo.
Visitas de apoyo, en familia
«No están solos, y se lo hacemos saber», afirman los. manifestantes, con expresiones graves y determinadas, refiriéndose a los estudiantes islámicos que ocupan la embajada. Vienen en familia, el hombre generalmente vestido modestamente, dando la mano a un hijo y en la otra una efigie del «guía». La mujer, totalmente recubierta con un chador negro y un niño en los brazos.
Los desfiles surgen repentinamente, avanzan despacio, salmodiando las mismas consignas, mientras los altavoces difunden música revolucionaria. La calle se llena de gente una vez más. Y ya, cuando el cortejo parece estar a punto de acabarse, nuevas banderolas anuncian la próxima manifestación.
En el crepúsculo se encienden numerosas hogueras, y la gente se apiña para discutir durante horas y horas antes de dormirse envuelta en mantas. Al alba, los últimos manifestantes se dispersan, mientras que los que han optado por el sueño se acercan aún más a las brasas incandescentes o se refugian en los portales y pasillos de las casas adyacentes. Los mejor provistos se meten en las tiendas de campaña.
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