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Entrevista:

La banca y la vida cotidiana, protagonistas de "El dinero de los demás"

Entrevista con Christian de Chalonge, director de la película francesa

Acaba de estrenarse en Madrid El dinero de los demás, de Christian de Chalonge, película que obtuvo en París durante la pasada temporada un notable éxito de crítica y de público, aparte de recibir algunos de los premios más importantes del cine francés, como son el Jean Deluc, el Louis Delluc y el César a la mejor dirección. Christian de Chalonge estuvo en el estreno madrileño.

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El destino y el dinero

Nacido en 1937, Christian de Chalonge estudió cine en el IDHEC y fue ayudante de realización de Tony Richardson, entre otros, antes de realizar, en 1967, O salto, su primer largometraje, sobre los problemas de los trabajadores emigrados. Tres años más tarde realiza un filme más o menos fantástico, L'Alliance, adaptación de una novela de Jean Claude Carrière. Han tenido que transcurrir ocho años hasta que Chalonge ha podido realizar su tercera película, El dinero de los demás. «Esto se debe», dice el señor Chalonge, «A que mis dos primeras películas, si bien tuvieron un cierto éxito de crítica, no tuvieron éxito de público. Por ello, he tenido muchas dificultades para montar mi siguiente película. Durante este largo período he escrito tres guiones que no se han podido realizar; he dirigido Parcelle brillante para la televisión, sobre una novela de Theodor Sturgeon, y he trabajado como director de segunda unidad en películas como Estado de sitio, de Costa-Gavras, y El desierto de los tártaros, de Zurlini. Estas dificultades mías no son un problema particular, sino que responden a una crisis general que afecta a todo el cine francés. Montar una película erótica o policiaca no tiene mayores problemas, pero la cosa cambia cuando se trata de hacer un filme de expresión, de autor. Estas películas son relegadas al ghetto del arte y ensayo, lo cual es funesto para una película.»Pregunta. ¿De dónde sale El dinero de los demás?

Respuesta. El punto de partida de la película es una novela de Nancy Markham sobre un escándalo financiero del que había sido víctima su marido. El libro tiene un tono ejemplarizante, justificador. Nosotros hemos optado por la ambigüedad para hacer revivir una pesadilla personal tragicómica, grotesca, absurda, ya que al protagonista no se sabe en realidad de qué se le acusa. Hemos intentado saber si es o no culpable a través de él. Rainier no es un héroe tradicional, no queremos que el público se identifique con él, ya que se le pueden reprochar multitud de cosas. Lo más apasionante del trabajo de adaptación era el partir de un hecho real para llevarlo al límite, creando un clima fantástico, angustioso. El banco de nuestra película es un templo del dinero, fuera del tiempo, como un banco protestante... Lo que me interesaba, sobre todo, era el enfrentamiento de un hombre solo contra la estructura bancaria. La manipulación de que éste es objeto, en cuanto que chivo expiatorio, podría sucedernos a cualquiera con una organización del trabajo tal como la que existe. Esto es lo que más ha sensibilizado al público francés, porque la banca ejerce una forma de represión sobre la vida cotidiana de la gente.

P. El dinero de los demás hace pensar en algunas novelas del siglo pasado, en El proceso, de Kafka, y en algunas películas de anticipación, aunque su efecto más inquietante procede de que esté ambientada en nuestros días...

R. Exactamente, de eso se trataba. No nos interesaba hacer realismo, sino crear una atmósfera de miedo, incomunicación y pesadilla. El libro original es una confesión, un libro, en cierto modo, de denuncia; pero este realísmo en primer grado no nos interesaba.

P. ¿Considera El dinero de los demás un filme político?

R. Yo hubiera podido hacer un dossier sobre la banca, al estilo de Francesco Rosi, pero he optado por el absurdo y por un ataque a la banca que muestra cómo una institución como ella puede depender de los caprichos de un neurótico. En este caso, el director del banco. Esta contradicción es la mayor debilidad, el talón de Aquiles de la estructura bancaria.

P. ¿Cómo sitúa su película dentro del cine francés actual?

R. Llegar a hacer este tipo de cine en Francia es muy difícil, a nivel del tema y del tratamiento. Existe una autocensura generalizada, ya que los productores y exhibidores, cuando se les propone algo distinto, algo que supone un mínimo riesgo, lo rechazan. Mi película ha sido una piedra en esta lucha, ya que es una película considerada difícil, pero que ha salido del ghetto intelectual para alcanzar a un gran número de público. La gente ahora no va al cine a ver algo que ve todos los días en la televisión. Quieren un cierto espectáculo. No podemos renunciar al espectáculo, como hacía la nouvelle vague. Hoy las películas de éxito en Londres y París son espectáculos, pero realizados con un punto de vista.

P. ¿Cree que la nouvelle vague ha tenido una influencia nociva en el cine francés?

R. La nouvelle vague ha sido muy interesante, en el sentido de que unos pocos cineastas muy dotados han logrado narrar historias muy personales con pocos medios. Pero creo que ha sido muy nociva, porque esto, que es válido para un pequeño grupo de autores, no puede imponerse como fórmula económica general adoptada por productores y distribuidores, ya que supone un abaratamiento de los costes. Creo que esto ha conducido a una degradación del oficio, de la profesión, y a un empobrecimiento generalizado del cine francés. La figura del profesional ha sido injustamente menospreciada durante estos años. Pero esto, afortunadamente, está empezando a cambiar ahora por la fuerza de las cosas. Era una situación sin continuidad, irreal.

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