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Crítica:CINE / "MOLIERE"
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vida, pasión y muerte de Moliére

Juan Bautista Poquelín, es decir Moliére, representa en su siglo un caso excepcional de vocación. Su vida fue menos dura que la de Shakespeare o Lope, sus comienzos menos prometedores, su decisión más esforzada, pues el joven actor, autor más tarde, no nació en cuna humilde, sino en hogar acomodado, tal como correspondía a su padre, tapicero de la corte. Fue su abuelo quien le animó a seguir la dificil senda de los escenarios, entonces poco más que patios de comedias, y quien templó la ira del padre justificada después con los primeros papeles, y los primeros fracasos.Trece años de bolos por provincias y alguna alta protección le trajeron de retorno a París, para consagrarse definitivamente con Las preciosas ridículas. Desde entonces su carrera sabiamente administrada: alternó los espectáculos de encargo con las comedias de caracteres y costumbres que él mismo creó a partir del teatro italiano.

Moliére

Escrito y dirigido por Ariane Mnouchkine. Fotografía: Bernard Zitzernann. Decorados: Guy-Claude François. Vestuario: Daniel Ogier. Música., René Clemencic. Intérpretes: Philippe Caubere, Josephine Derenne, Brigitte Catillon, Claude Maerlin, Jean Claude Bourbault, François Jamet, etcétera. Francia. 1979. Biografia. Local de estreno: AIphaville 1 y 2.

Todo esto ha puesto en pie Ariane Mnouchkine a lo largo de seis horas de televisión, reducidas a cuatro, divididas a su vez en dos mitades para ser proyectadas en la pantalla grande. Supone una buena biografía del personaje, de su teatro y de su época, casi un documental a lo largo del cual una pausada voz va uniendo los sucesivos episodios. Análisis social de la Francia del siglo XVII, rica y pobre a la vez, donde la luz de la razón trata de abrirse paso a la sombra de Descartes, el filme entero tiende más a lo teatral que al cine tal como se entiende hoy, tal tipo de espectáculos. Las mejores secuencias son las más simples o estáticas, aquellas que retratan la miseria del pueblo o el interior de la burguesía acomodada. El carnaval, en cambio, torpemente filmado, con su puesta en escena ajena al estilo de la obra, navega entre el ballet y las consabidas fiestas fellinianas. El valor de esta película excepcional que, al decir de su realizadora, tiende a seguir la huella de los grandes colosos americanos, ha de medirse por acumulación, por los cientos de actores, millones, figurantes y especialistas puestos a su disposición para una empresa que va más allá de los límites convencionales.

Pues Moliére viene a ser una exaltación de Francia a través de su arte, su cultura y su historia. Cine o teatro, pedagogia o televisión, se trata de una empresa que para sí quisiéramos en esta tierra de Lope y de Cervantes. Sólo es preciso recordar tanto bodrio patriótico, primado o favorecido por pasadas administraciones, tanto canto ridículo, tanto vacío cultural incapaz de ser colmado por un cine en demanda constante de ayudas estatales. El cine es un arte caro, ya se sabe, pero no tanto como para justificar una inercia total por falta de millones. En el fondo de la realidad, lo que sobra, a la postre, son ganas de medrar y, en definitiva, inteligencia, algo que está presente para quien sepa ver, en este Moliére, espejo de Francia para cualquier tipo de espectadores.

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