Déle color al difunto
Así se titulaba una disparatada y feliz película española, Déle color al difunto, haciendo esperpento nacional de la manía yanqui de maquillar a los muertos, antes de enterrarlos, como si fueran a salir en Fantástico.Ahora, por si teníamos poco la gente de orden, con las feministas, las abortistas, las señoras bien que se suman, los intelectuales que se agregan y toda la basca, ocurre que se van a manifestar con pancartas hasta los muertos. Unos muertos se quieren encerrar en el Arzobispado Madrid-Alcalá, como las feministas del otro día, tipo Salesas, y otros se van a manifestar ante la Casa de las Semillas Selectas, o sea donde vive el Gobierno, que lo que más credibilidad le quita a este Gobierno es vivir entre semillas selectas, como una república/banana, e incluso Andreas van Agt, el holandés que ha venido ahora, primer ministro de los girasoles, está perplejo de ver que aquí los girasoles, o sea las pipas, nos los comemos, que la pipa tostada es un alimento terrestre y nacional de primera necesidad, en España. En Holanda, los girasoles solamente los tienen para que los pinte Van Gogh.
Por estas cosas y por otras, seguimos en-vías-de-desarrollo y no entramos en el Mercado Común.
Lo cual que el Gobierno ha declarado día laboral el 1 de noviembre, añeja festividad de Todos los Santos y todos los muertos y todos los Tenorios. Y Tarancón, que no renuncia a darle color al difunto (la Iglesia vive de sus muertos tanto o más que de sus vivos), ha ido y lo ha soltado:
- En un régimen de separación Iglesia-Estado no siempre estarán de acuerdo las leyes civiles y las eclesiásticas.
¿Quitamos o ponemos la cosa de los muertos, con el viaje en autobús hasta el cementerio, la parada en Manuel Becerra para comprar flores gitanas, darle color al difunto e iniciar así un noviembre en el que siempre llueven almas en pena, ánimas del purgatorio y donjuanes de punta? Además del referéndum catalán (me cuenta Pepe Martín que le ha recibido Tarradellas en Barcelona, muy honorable) y el referéndum vasco, habría que celebrar el referéndum de los muertos, para que se pronuncien ello y digan si quieren seguir saliendo de la Almudena una vez al año para ver el Tenorio, o qué.
-Quedaría un poco macabro, un referéndum de muertos -me dice mi pasota, la tía, que acaba de descubrir, por joven, a los vivos
-Más muertos puede haber en otros referéndumes, amor, aun que sean de vivos, si Dios y Monzón no lo remedian.
Aquí lo que pasa es que el conflicto Iglesia-Estado está sin resolver, y la Constitución, por otra parte, que la han leído muy pocos españoles vivos, parece que en cambio sí la han leído con atención los muertos, que siempre tienen más tiempo, y unos no quieren que se les discrimine, quitándoles como si fueran la paga del 18 de julio (que por otra parte no la han quitado), y otros, hartos de que los deudos vayan a comer tortilla a la tumba, el día más hortera del año, están con el Gobierno y la democracia, que hay gente que se vuelve muy laica y librepensadora en la tumba, porque no superan el trauma. Hasta masones se han hecho algunos, tipo Salmerón.
Cuando el Concordato no pasaban estas cosas y los muertos, en su día, salían por la mañana a misa y por la tarde a la cola del Tenorio, para ver la función. Ya no tenemos Concordato, pero tenemos, menos mal, a Antonio Garrigues, que se ha instalado en la tercerita de Abc, como decía el pobre Pérez-Ferrero, y unos días nos explica el sofisma Supermán/kennediano/liberal de que el empresario es apolítico y ahora mismo nos ha explicado que Wojtyla es un líder del mundo, mayormente porque ha dicho que «sobre los bienes materiales no se pronuncia» y que «reconoce la propiedad privada » (con lo que ya se está pronunciando) y que «Dios ama también a los ricos». Wojtyla/Walker, que ha reabierto el infierno, como si fuera un cabaret, y ha vuelto a poner el pecado original, manda, sin duda, darle color al difunto, o sea festividad y liturgia, cuando lo que nos pide la relación con nuestros muertos es darle amor al difunto.
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