Madariaga y la actitud del hombre
Desde Sócrates, el problema más hondamente filosófico ha sido la definición del hombre. ¿Qué cosa es el hombre? Una realidad dramática. Pero hay realidades cuyo conocimiento no puede ser positivamente científico, sino exclusivamente filosófico. Sostenía Bergson que la psicología no puede ser una ciencia de cálculo y de medida porque su objeto es rebelde a estos conceptos; tampoco puede ser una anatomía y fisiología cerebral porque entre el cerebro y el espíritu no hay una equivalencia completa.Si para descubrir la realidad dramática del hombre le aplicamos las categorías científicas, forjadas para conocer la materia inmóvil, sólida y divisible, no haremos otra cosa que endurecer y materializar su espíritu y reducirlo a un falso atomismo de estados de conciencia. Pero el hombre no es lo único que vive en el universo. Con él y antes de él viven una infinita variedad de seres, animales, vegetales, grandes, pequeños y hasta microscópicos.
Retrato de un hombre de pie
Salvador de Madariaga. Espasa-Calpe, SA. Madrid, 1979
Como punto de partida, en su estudio sobre la evolución, a Madariaga le basta una vaca en una pradera y un árbol que se yerga no muy lejos de ella. Una forma erecta y otra a nivel. Porque el reino vegetal está casi todo él constituido por especies verticales; mientras que el reino animal no logra su única especie vertical hasta que cesa de ser meramente animal y se abre a lo humano.
La libertad de vivir de pie
No lo olvidemos -escribe Madariaga-: la forma, otrora horizontal, se tuvo que adaptar a la postura vertical. La vaca se yergue imitando al árbol. Cesan los ojos del hombre de limitar sus miradas al espacio inferior al nivel del espinazo, a su vez paralelo a la tierra, y se elevan por encima de la tierra, sobre la cual planta ahora sus pies, ya sólo dos. Y ese ámbito nuevo otorgado a sus ojos se llama libertad. A lo que aspira Madariaga es a precisar la existencia real del hombre de pie. La realidad se impone; todo hombre asienta un acto de fe en lo real, aunque no se trate más que de la realidad del pensamiento. Porque se da el caso de que el hombre es el único ser que echa de menos lo que nunca ha tenido.Pero de ahí surge precisamente la dificultad de explicarnos el problema del ser, porque concebimos al ser como algo que existe, que ya posee la realidad, y, sin embargo, estos que llamamos seres se mueven, evolucionan, se desarrollan. ¿Para qué?
Por eso la existencia nos desconcierta, como afirma Madariaga: «Para nosotros los humanos, los tres reinos de la vida (el mar, el aire y la tierra) viven del asesinato. Hemos edificado nuestra sociedad sobre el principio: aquí no se asesina..., al menos dentro de la especie, y en cuanto a los animales, nos esforzamos de haber ideado modos de matar que consideramos laudables y por tanto, sin gran modestia, humanos, quizá por contraste con los modos de matar usuales en la naturaleza, que consideramos reprobables, pero que ¿no son divinos?»
Angustia existencial
Expone Madariaga en esta obra algunas ideas sobre la angustia existencial que tienen profundas raíces unamunianas. Así, cuando escribe: «Si la inteligencia nos viene de Dios, ¿cómo es que no es capaz de descubrir la verdad sobre el mundo de Dios? Si la voluntad nos viene de Dios, ¿cómo es que rechazamos tantas de las cosas que pasan en el mundo de Dios? Si la sensibilidad viene de Dios, ¿cómo es que tant.as veces el mundo de Dios nos repugna? ¿Cómo, pues, pudo El crearnos a nosotros o nosotros a El?»Madariaga encuentra que la fe salva estos abismos si es que permite que se abran. Pero los que han de atenerse a sus propios medios no pueden olvidarlos.
Para Madariaga, el anhelo vertical del espíritu humano viene a ser la vera esencia de la hombría. Y anuncia que el porvenir no podrá realizarse si la calidad no se salva de la cantidad; si el árbol no se salva de las vacas. Recuerda que, en su día, ya lo predijo magistralmente Ortega, cuando advirtió que en las sociedades modernas se produce una rebelión de la cantidad contra la calidad. Pero, circunscribiéndonos a la evolutiva actitud del hombre, hay que recordar también aquel pensamiento de Ortega cuando afirmaba que el hombre es un animal esencialmente desequilibrado, que, sin embargo, existe, lo cual quiere decir que no es propiamente un animal, por que la existencia del animal es siempre un equilibrio. A esta paradójica condición de constitutivo desequilibrio debe el hombre toda su gracia y toda su desgracia, toda su miseria y todo su esplendor. Efectivamente, por una cadena de intuiciones estudiadas, en este ensayo, Madariaga demuestra que el universo y la vida no son hechos en sí, sino actos, y que, por tanto, hay un Actor o Autor de la Creación.
El profesor Rof Carballo se pregunta analíticamente en el prólogo de este Retrato de un hombre de pie: «¿Cómo será en la España futura, en esa España que con nuestra indiferencia, con nuestra actividad, con nuestro odio o con nuestro amor estamos forjando, cómo será, cómo continuará siendo su marcha de pie?»
El hombre no nace libre, sino en las potencias radicales de su ser; se vuelve libre haciéndose a sí mismo la guerra, y gracias a muchos dolores; por el esfuerzo del espíritu y de la virtud, al ejercer su libertad la conquista, para que el fin de los fines le sea dado mejor aún de lo que esperaba. Desde el principio al fin, siempre es la verdad la que libera.
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