Andalucía discriminada
Después de largas y gratuitas disquisiciones -con Andalucía nadie tiene prisa-, ha sido fijada la fecha del 28 de febrero de 1980 para el primero de los referendos por los que los andaluces tendremos que pasar par a acceder a Dios sabe qué autonomía. Y como es costumbre en los asuntos andaluces, la fecha se ha fijado entre lamentos y lacrimosas protestas de inocencia. Porque, ya se sabe, «nadie quiere para Andalucía discriminaciones ni regateos», al decir de nuestros parlamentarios. Claro que, a la hora de hacer la Constitución, nuestras lloronas señorías se olvidaron de su penita negra y callaron como muertos cuando se estableció:1. Que Cataluña, País Vasco y Galicia accederían a la autonomía con un solo referéndum para plebiscitar su Estatuto, mientras que Andalucía tendría que solicitar su autonomía, primero, por el 75% de sus ayuntamientos; después, por un referéndum en cada provincia y, finalmente, por otro referéndum para plebiscitar, si quedan ganas todavía, el respectivo Estatuto.
2. Que en Cataluña, País Vasco y Galicia se requeriría para su único referéndum la mayoría de los votos emitidos, mientras que para el primero de los referendos andaluces se exigiría mayoría del censo, que, como ya sabemos, incluye difuntos, trasladados, ausentes, etcétera. Todos ellos, junto con las abstenciones, serán, por tanto, votos negativos.
Después de esa faena, a los andaluces nos ha tocado lo de siempre: el quejío, y a eso sí que se han apuntado nuestros espabilados parlamentarios. Lloran que es un primor. Pero, igual que los niños chicos, nuestros parlamentarios lloran después de haber hecho la trastada. Y entre lamento y lamento siguen obstinados en afirmar que no van a tolerar discriminaciones ni regateos con Andalucía. Claro que, a la hora de empezar a andar, aunque sea con los pies que le han atado al pueblo andaluz, sucede que se fija con urgencia fecha para los referendos vasco y catalán. Los dos juntitos, para aprovechar bien el «climax», y sin que para ellos se diga que hay que prepararlos concienzudamente, que hay que ir con prudencia, ni que hay que garantizar de antemano su éxito. Todas esas frases tan bonitas como huecas se dejan para adornar el destartalado pastel -nunca mejor dicho- del primero de los referendos andaluces. Y he aquí que después de mucho discurrir nos han dejado finalmente para febrerillo el loco, como a los universitarios suspendidos en septiembre.
Y ahí tenemos a nuestros parlamentarios, convenientemente compungidos, una vez más, después de haber votado todos afirmativamente, a excepción del PSA, la fecha del 28 de febrero. Eso sí. Que para lamentarse hay que tener motivos primero. Y eso es lo que procuran nuestras señorías. De modo que al final los que querían febrero votaron febrero y los que decían querer diciembre votaron también febrero por aquello del consenso, que tan grandes favores le está haciendo a Andalucía.
Ahora, hasta febrero, a seguir llorando de la mano de nuestros parlamentarios, y a ver sí mientras tanto esa ley sobre referendos que está pendiente, se elabora y nos encontramos los andaluces con más obstáculos para alimentar nuestro quejío. Algo alimentaremos, además de nuestra frustración. Ante todo esto, uno se pregunta si pretenden que Andalucía siga durmiendo o es que han decidido despertarla a bofetadas.
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