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RELIGIÓN

Los Reyes presiden en Zaragoza la clausura de los congresos marianos

Los Reyes de España presidieron ayer, en la basílica del Pilar, la clausura solemne de los congresos mariológico y mariano que se han celebrado en la capital aragonesa desde el pasado día 3. Los Reyes llegaron poco antes de las doce de la mañana, a la base aérea de Zaragoza, donde les esperaban diversas autoridades militares. En la plaza del Pilar, sus majestades fueron recibidas con vítores y aclamaciones de las personas que llenaban el lugar -250.000, según Europa Press-, actitud que se repitió cuando entraron en la basílica.Los Reyes saludaron a las autoridades zaragozanas, presididas por su alcalde, Ramón Sainz de Varanda. Uno de los concejales, el señor García Nieto, del PSOE, vestía el traje de baturro. En el atrio del templo les recibió el arzobispo de Zaragoza, monseñor Elías Yanes, y una comisión del cabildo catedralicio. Acompañados del arzobispo, los Reyes se dirigieron a la santa capilla, donde oraron unos momentos, y subieron al camarín de la Virgen para besar el pilar y un manto en el que estaba bordado el escudo pontificio de Juan Pablo II.

Poco después, los Reyes se situaron junto al altar mayor, donde se estaba celebrando una misa de pontifical, presidida por el legado del Papa, cardenal Bueno Monreal.

Después de la ceremonia se pasó una grabación en video de un mensaje en castellano del Papa a los reunidos en Zaragoza. Juan Pablo II dedicó «un saludo especial y entrañable» a «todos los hijos de la noble nación española, cuya distinguida piedad mariana y cuyo fervor por cuanto significa honor para la Madre de Dios tienen pulsación propia desde época inmemorial, a ritmo con su historia y su creciente patrimonio espiritual». El Papa recordó la tradición del culto a la Virgen en España desde los primeros años del cristianismo y afirmó que España se reconoce como tierra de María.

«María», dijo Juan Pablo II, «es elemento de ese culto espiritual que consiste en hacer de la propia vida una ofrenda al Señor. Su entrega, aceptando la encarnación del Señor, fue luego permanente y definitiva en su vida. Por lo mismo, nos manifiesta una actitud ejemplar para todos los seguidores de Jesús que se precian de adorar al Padre en espíritu y en verdad».

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