Estreno de "Andalucía amarga", nuevo montaje del grupo La Cuadra
«Si teatro y pueblo se han ido separando cada vez más en los últimos tiempos, no es por culpa del pueblo, sino del teatro», confiesa a EL PAÍS el director del grupo sevillano La Cuadra, Salvador Tavora, que acaba de presentar en Sevilla el estreno español de su cuarto espectáculo: Andalucía amarga, una reflexión vivencial y directa sobre la emigración y los emigrantes.
Para Tavora, que reconoce la dificultad de cambiar en poco tiempo problemas tan enraizados como la penuria cultural del país, por el camino emprendido no se llega a ninguna parte. «Se está ayudando a resucitar cadáveres y dar vida a cosas marchitas, al menos en teatro, en vez de apoyar lo que supone búsqueda e investigación», dice, poniendo como ejemplo lo ocurrido con Andalucía amarga, de la que se habló en principio de estrenarla en el Teatro Nacional Lope de Vega, para desistir posteriormente «por circunstancias todavía no aclaradas».De modo que la obra ha podido llegar al público gracias a la cesión por el Ayuntamiento sevillano de la capilla de San Hermenegildo -convertida en «sala municipal de cultura» por las gestiones del concejal Ortiz Nuevo- y a las deudas contraídas personalmente por algunos componentes del grupo. «No nos ha importado, porque queríamos dar esta sacudida teatral en Sevilla y demostrar que si el público medio acude al vodevil es porque no se le ofrece otra cosa», explica Salvador Tavora, al tiempo que lamenta la existencia de grandes proyectos teóricos para popularizar el teatro que se quedan en eso: en proyectos.
En su opinión, otro obstáculo importante es que en determinados medios culturales y artísticos el lenguaje de La Cuadra se cataloga como genialidad personal, «y eso es lo peor que puede pasarnos, que nos tomen por genios». Lo cierto es que antes de Andalucía amarga estuvieron Quejío, Los palos y Herramientas, todas ellas expresadas con coherencia desde el punto de vista formal, «porque nuestro teatro tiene una identidad propia y sería un capricho olvidar quiénes somos y de dónde venimos por un desmedido afán de originalidad».
La «genialidad» de La Cuadra en su última obra consiste, en realidad, en una profundización de lo que es una constante en sus ocho años de trabajo: el uso de un lenguaje teatral aliterario para contar historias de injusticia y angustia. Andalucía amarga es un poema físico y sonoro en el que los diálogos clásicos han sido sustituidos totalmente por el gesto, el baile y el cante.
Pero el cante, con ser importante «por ser una expresión heredada de nuestra cultura vivencial», no es el único elemento de este lenguaje teatral. Hay que hablar también de los cirios, el ritmo o el olor de la alhucema. Y sin olvidar el papel de la retroexcavadora casi uni-loader que impregna el escenario y vuelca continuamente su agresividad contra los actores emigrantes. «El brazo de la retroexcavadora tiene unas posibilidades dramáticas increíbles», afirma rotundamente este ex soldador de Hytasa que quiso ser torero y ha acabado convertido en un creador teatral internacionalmente estimado.
Esta concepción física del hecho teatral no obedece al prurito de hacer algo distinto y novedoso, sino al desconocimiento que Salvador Tavora tenía del teatro anterior cuando cambió las tientas y el flamenco manipulado por las tablas y los camerinos. «La verdad de una expresión artística que persiga no separarse de la realidad puede encontrarse -lejos de las propuestas burguesas y del llamado teatro realista- por la vía de la imaginación, y ésta, si la ponemos en funcionamiento sin levantar los pies de nuestra dura y ensangrentada tierra, puede poner violentamente al descubierto muchas de nuestras viejas amarguras.»
Babelia
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