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Próxima actuación de Frans Brüggen, un barroco de vanguardia

Frans Brüggen, que actuará próximamente en el Teatro Real, dentro del Festival de Otoño, no es sólo un flautista extraordinario; es, fundamentalmente, un músico de vanguardia, y como tal, un personaje polémico. ¿Cómo es posible, tratándose de un músico dedicado principalmente a la interpretación de la música barroca? En efecto, parece asombroso, pero así es. Gracias a un grupo de músicos, de los cuales él es uno de los más representativos, la resurrección de la música barroca no se ha quedado en la aséptica y arqueológica labor de aburridos eruditos. No, gracias a ellos el hombre de hoy ha podido asumir esta música olvidada como algo suyo, capaz de llegar a lo más íntimo de su sensibilidad.Frans Brüggen no es sólo un intérprete: es un musicólogo reconocido mundialmente, autor de investigaciones de gran importancia, editor de infinidad de obras desconocidas, maestro directo o indirecto de centenares de músicos. Sin toda esta actividad paralela no se podría entender al Brüggen flautista, director de orquesta, porque todas las «extravagancias» de que ha sido acusado a menudo son el resultado de años de investigación.

Brüggen es uno de esos músicos que han tenido que «descubrir» el modo de tocar un instrumento olvidado, que recrear una técnica; pero no sólo eso: que han tenido que buscar una vieja forma de expresividad musical. Lo milagroso es que esa vieja forma sea, al mismo tiempo, absolutamente nueva. Estos artistas han tenido que defender su arte contra todos aquellos que veían asustados tambalearse sus inamovibles principios. Así, Frans Brüggen ha dejado boquiabiertos con su virtuosismo a los que pretendían que la flauta dulce era poco más que un juguete; ha echado por tierra la teoría según la cual la flauta travesera barroca era un instrumento terriblemente desafinado, sin posibilidades técnicas y, en definitiva, inaudible; ha puesto en práctica la idea, por todos defendida y por ninguno practicada, de que el vibrato es un recurso expresivo, pero no una obligación; se ha atrevido a tocar con los instrumentos del siglo XVIII que yacían dados por imposibles en las vitrinas de los museos; ha puesto en práctica recursos instrumentales como el «vibrato digital» o el mesa di voce (supuestas «desafinaciones», según lo más torpe de la crítica que, como la Castilla de Machado, «desprecia cuanto ignora»); ha vuelto a la afinación barroca y al diapasón un semitono bajo (la-415); ha llevado la ornamentación barroca a su más alto grado de perfección.

Frans Brüggen viene a España por tercera vez; la primera hace ya muchos años, junto a nuestra Genoveva Gálvez, que tanto tiempo ha luchado en solitario. Sin embargo, es esta su auténtica presentación, al lado de otro de los puntales de la interpretación barroca, el gran Gustav Leonhardt, conocido en Barcelona, pero no en Madrid. La presencia entre nosotros de estos dos músicos, de estos dos hombres, supone un acontecimiento cultural cuya magnitud no debe ser pasada por alto.

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