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Escasas perspectivas de mayor cooperación entre América Latina y Europa a corto plazo

La trayectoria seguida por las relaciones entre Europa -más concretamente la Comunidad Económica Europea (CEE)- y los países del área latinoamericana no constituyen, como se puso reiteradamente de manifiesto, un punto de partida idóneo para plantear una más estrecha cooperación, con el claro objetivo de que ámbos bloques se aproximen progresivamente en la década de los ochenta. Si algo quedó claro en el «Primer Encuentro Europa-Latinoamérica», convocado por Euroforum en uno de los bellos college de Oxford, fue la tirantez y hasta la agresión que han caracterizado las relaciones entre la CEE y Latinoamérica en las dos últimas décadas. Para los latinoamericanos, las prácticas proteccionistas de Bruselas y su permanente actitud de soberbia superioridad han constituido, y de hecho constituyen, los más importantes obstáculos para profundizar en un entendimiento que, como alguien señalaría rayando el tópico, resulta ya prácticamente inevitable. Para los comunitarios, la falta de unidad entre los países, la ausencia de una auténtica entidad latinoamericana y los peligros de una invasión comercial han movido a Bruselas a adoptar una posición de suma cautela respecto al tema, agravada por la falta de voluntad negociadora de los países del subcontinente americano. Ambos argumentos fueron recíprocamente contestados en base a la afirmación latinoamericana de que Europa tampoco constituía una unidad, sino una suma de intereses nacionalistas, amparados en una burocracia mastodóntica. Para el representante de la Comisión Europea, Manfred Caspari, la clave del futuro si se quiere alcanzar una relación más estrecha entre los dos bloques radica en un cambio de actitud por parte de los Gobiernos latinoamericanos, «que deben acudir a Bruselas a negociar, aceptando previamente la realidad comunitaria, puesto que son ellos los que piden».Condenados a entenderse

Por encima de la retórica de muchas de las posturas expuestas, la realidad evidenciada en las jornadas fue la necesidad de una aproximación en base a una realidad incontestable que plantea beneficios resultantes para ambas partes. Para los intereses latinoamericanos es importante reducir progresivamente la dependencia económica, tecnológica y aun política de Estados Unidos, todavía su primer suministrador. Europa es obviamente una oportunidad, en cierto modo auspiciada por el próximo ingreso de tres países de tipo medio (Grecia, Portugal y España) en la Comunidad, cuyas características se acercan más a las del subcontinente americano que las de la República Federal de Alemania, Gran Bretaña o Francia. Para Europa, Latinoamérica constituye ante todo un mercado potencial de unos seiscientos millones de habitantes a finales del siglo y un posible suministrador de materias primas de todo tipo, de las que la CEE es absolutamente deficitaria, con especial mención del petróleo.

Para concretar el tema de lo de batido en Oxford, es necesario señalar las coordenadas que, bajo la casi unánime visión de los ponentes, quedaron expuestas para la década de los ochenta en los dos bloques. Contrasta en este sentido el optimismo exteriorizado por los representantes y expertos latinoamericanos, extraordinariamente confiados en la futura integración de los países de la zona y en el mantenimiento de tasas de crecimiento estables, pese al contexto de crisis económica generalizada con que el mundo afronta los próximos años. El horizonte europeo descrito es, por el contrario, rotundamente pesimista, marcado por menores tasas de crecimiento y mayor desempleo y con la permanente amenaza de una nueva agudización de la crisis petrolífera, que apenas nadie descarta, a estas alturas.

A nivel político, las intervenciones insistieron en la evidencia de que Latinoamérica alcanzará irremediablemente su progresiva integración en la próxima década, presumiblemente a partir de los entes regionales ya existentes. En lo económico, el período se prevé caracterizado por un crecimiento sostenido de las economías, nuevos avances en materia de industrialización y un desarrollo de las exportaciones, todo ello con el handicap de unas necesidades financieras muy notables. Pero el gran objetivo de Latinoamérica se centra en alcanzar una cada vez mayor presencia en los foros internacionales. Todos los ponentes coincidieron en calificar de irrelevante el rol jugado por Latinoamérica en el contexto mundial, en relación a su potencial demográfico (trescientos millones de habitantes) y económico (grandes reservas minerales, una notable dimensión industrial y un comercio cada vez más activo e importante en volumen) y sus perspectivas de inmediato futuro.

De las diversas ideas y previsiones aportadas sería conveniente destacar la ponencia presentada por Enrique Iglesias, actual secretario general de la CEPAL y uno de los más destacados valedores de la integración latinoamericana. Su punto de partida fue la descripción de una realidad presente basada en la heterogeneidad de los distintos países del subcontinente y en la permanente inestabilidad interna y externa, que obligan a Latinoamérica a buscar el cambio de modelo que precisa para su integración en un contexto escasamente propicio, tanto a nivel económico como político. Latinoamérica posee actualmente una renta per cápita de 1.300 dólares, una dimensión industrial semejante a la europea en los años sesenta, un endeudamiento global de 10.0000 millones de dólares y una penetración muy notable de las empresas multinacionales en su tejido socioeconómico. Obviamente, estos datos responden al marco general, ya que la distribución por países es muy desigual; México, Venezuela, Brasil y Argentina pueden considerarse los grandes de la zona, centrándose en ellos la práctica mayoría de cada uno de los factores señalados. Otra característica, en lo que a distribución de la renta se refiere, es, según señaló el coordinador de la reunión, Eduardo Punset, el tremendo desequilibrio existente: mientras un 30% de la población se distribuye un 75% de la renta total, el 50% de los habitantes sólo tiene acceso al 14% de los recursos disponibles.

Un futuro plagado de incógnitas

El señor Iglesias presentó la opción de futuro de Latinoamérica gravitada por tres grandes incógnitas: el rumbo que emprenda en los próximos años la crisis del petróleo, las tasas de crecimiento de los países más industrializados y el grado de liquidez de los mercados financieros internacionales, por la especial incidencia que este factor tendrá sobre las necesidades financieras, tanto en materia del actual endeudamiento como en lo referente al que pueda ser necesario en el futuro. En base a estas tres incógnitas, el secretario general de CEPAL definió otros tres elementos de desafío a los que se enfrentan los países latinoamericanos a medio plazo. El primer logro señalado es coordinar la eficiencia económica con la social, para lo que estimó se dan las condiciones necesarias, aportando algunos datos significativos. América Latina posee un potencial agrícola de 575 millones de hectáreas, de las que sólo se explotan actualmente 170 millones; la puesta en explotación de nuevas superficies permitirá absorber mano de obra (el subcontinente precisa alcanzar los 250 millones de puestos de trabajo en el año 2000, desde los noventa millones existentes en la actualidad) y desarrollar una pujante industria exportadora. En materia energética, los importantes hallazgos de México, Ecuador y Venezuela y las perspectivas de Brasil colocan al subcontinente en una posición privilegiada en cuanto a reservas petrolíferas. También las cifras de potencial hidroeléctrico son importantes: aproximadamente doblan las de Estados Unidos y Canadá y triplican las de toda Europa. La producción estimada de acero es ya de veinticinco millones de toneladas anuales. Crecen las cifras de cemento, metalmecánica y otras industrias en actual fase de desarrollo. En definitiva, la importante dimensión del mercado y el previsible auge de las exportaciones pueden llevar a Latinoamérica a ser un elemento de dinamización de la economía mundial en los próximos años.

El segundo gran objetivo definido por Enrique Iglesias fue la instrumentación de un modelo de apertura económica externa sin abandonar las defensas interiores precisas. La base para este segundo objetivo es la lucha contra el creciente proteccionismo de los países industrializados. Para que los países latinoamericanos sigan importando es necesario que puedan dinamizar su sector exportador, dada la insostenible carrera de endeudamiento ya emprendida. De igual forma como en la última posguerra el mundo occidental fue capaz de absorber a Japón como competidor en sus mercados, el secretario general de CEPAL estima que en los años ochenta corresponde inscribir a Latinoamérica en el ámbito de la libre competencia mundial. A nivel interno, los países no deben olvidar las posibilidades de los mercados de su propia región, obsesionándose en la penetración en mercados europeos. Actualmente, ya el 18% del comercio global de América Latina es interno y algunos países como Brasil, Argentina y México, destinan al área propia en torno al 50 % del total de sus exportaciones industriales.

Un tercer objetivo se centraría en la consecución de una responsabilidad social necesaria para, en un marco de libertades democráticas, mantener la disciplina social necesaria para asegurar unas tasas de crecimiento razonables. En otras palabras, interrumpir la constante histórica de que sólo las dictaduras políticas son capaces de mantener unos grados aceptables de racionalidad económica.

Otros de los grandes temas que afectan al presente y futuro de Latinoamérica son la inflación, el alto endeudamiento exterior y las políticas cambiarias practicadas por los respectivos gobiernos. La conclusión final de las intervenciones registradas es la de que las experiencias múltiples, propias y ajenas, habidas en los últimos años, han otorgado a los economistas latinoamericanos y sus respectivos Gobiernos un margen de maniobra apreciable, que les coloca en mejor situación ante la crisis; uno de los puntos de partida hacia la nueva década es el abandono de las políticas de desarrollo a partir de la sustitución de importaciones. Otro, el olvido de drásticas políticas antiinflacionarias, especialmente por la vía del control de salarios. Dato este ya apuntado en el acto de inauguración de las jornadas por su presidente, Harold Wilson, ex primer ministro de Gran Bretaña, y actual diputado laborista, ausente en esta ocasión de la tormentosa conferencia de Brigthon. Pero una de las intervenciones que despertó gran entusiasmo fue la del actual embajador de Brasil, en Londres, Roberto Oliveira, quien expuso detalladamente la aplicación y experiencias de su país en materia de control de cambios, con especial mención del sistema de minidevaluaciones, aplicado por el Gobierno de su país. Este sistema trata fundamentalmente de reajustar periódicamente a la baja la divisa para mantener la competitividad externa de las producciones. El reajuste se realiza en base a una serie de indicadores económicos internos.

Los problemas financieros

Los puntos de vista sobre el horizonte latinoamericano fueron completados por José María Dagnino, ex ministro de Economía de Argentina, y José Juan de Olloqui, ex subsecretario de Relaciones Exteriores de México. Respectivamente, se refirieron a la política de industrialización de América Latina y las perspectivas de financiación exterior. En este último aspecto, se puso especial énfasis en señalar el rápido incremento del coste de la deuda externa, que se sitúa ya en torno al 7 %. En los últimos años, ha crecido espectacularmente la participación de los bancos privados en las operaciones de financiación, perdiendo peso específico las aportaciones institucionales. El monto de las cargas financieras que el conjunto de América Latina soporta anualmente rebasa el total de divisas extranjeras generadas por sus operaciones comerciales. Los países con mayor grado de endeudamiento exterior son precisamente aquellos que han acometido mayores expansiones en su proceso de industrialización.

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