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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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No al divorcio

Estoy con UCD, al menos con la UCD que está contra el divorcio El tema parlamentario del divorcio tiene marcha para hacer, que el personal vueIva la cabeza hacia las Cortes, cuando ya ni los leones vuelven la melena para curiosear el interior, y, por otra parte, es un tema lateral/colindante que permite ir aplazando otros más graves, crudos y rudos, como son casi todos los temas económicos, laborales, sindicales, militares, nucleares y etcétera. Como son casi todos los etcéteras, en política.Estoy con la UCD antidivorcista en el no al divorcio, primero, porque el matrimonio, al que ya no le veíamos sentido, ha recuperado al alto sentido del ahorro en común, con la neoaurificación del oro, como he sugerido aquí el otro día, y luego porque vienen malos tiempos en que la luz y el carbón van a ser el aura sucia de la pobreza matrimonial.

El matrimonio está hecho para los tiempos de restricciones, y no sólo de restricciones sexuales.

Tierno y sus ecónomos nos han dejado a media luz los cuatro. Quiero decir los cuatro millones de madrileños que somos, con las nuevas medidas ahorradoras que soplan diariamente sobre el inmenso candil del gran alumbrado madrileño. Con la media luz de la media tarde, arreciarán los violadores de entrehoras, los patriotas del Retiro, los embozados en el embozo de su capa de sombras y hasta puede que vuelvan, en ese trance del semiapagón, los tiernos y ominosos estraperlistas.

El Ayuntamiento tiene que ahorrar porque es pobre y el Gobierno no le da un duro, y con Madrid a oscuras me parece una locura propugnar el divorcio, como hace la izquierda libertaria y libertina, pues dígame a qué no se expone una divorciada entre los infortunios de la virtud y los infortunios municipales. En cuanto a los divorciados, todos se volverán grapos a favor de las sombras.

No es momento. Nunca es momento en España para el divorcio ni para la reforma agraria. Ante la general escasez energética, parece que vuelve el carbón. Se revaloriza, no sólo el oro/oro de que ya hemos hablado, sino también el oro negro y carbonero de Asturias o de Ucrania. El carbón ha sido la piedra fundamental del hogar español, el mineral que mineraliza un sacramento diariamente desacralizado por la mera práctica matrimonial. Con el carbón volverán las cocinas de carbón, las cocinas económicas, las cocinas Bilbao, y volveremos a hacer vida de cocina, mucha vida de cocina. El horno de la cocina, donde se cocina el pollo de Carpanta volverá a ser la televisión del pobre en España, ahora que la televisión está tan teletonta.

Claro que todo esto ya lo está estudiando Francisco Fernández Ordóñez, con Pepe Cavero y otros memoriones, y nos van a montar una honesta pobreza matrimonial y socialdemócrata, a base de carbón de encina para el brasero de este invierno, que es con lo que va a calentarse los bajos toda la Europa moderada, de vuelta del socialismo burgués, reinstalada en la camilla familiar de la burguesía burguesa, sin más complicaciones. Mamá cumple cien años, Carlos.

Vuelven el brasero y el zeppelin. En las escarlatinas infantiles vimos por primera vez el mundo en Crónica, Estampa y las viejas revistas familiares. Era un mundo sepia, atravesado de zeppelines. Un mundo que no había salido de Julio Verne y entraba ya en Hitler y Mussolini. Luego, viajando, hemos comprobado que el mundo efectivamente es sepia, como en el Estampa, y no de colores. Ahora, como no hay combustible, vuelven los zeppelines, que vuelan con cualquier cosa y tienen la ventaja de que en el zeppelin no te dan cuestionarios enredosos, como en Iberia, para que los rellenes durante el viaje. En un mundo de braseros, zeppelines y restricciones, que es el que ha elegido el capitalismo últimamente para salvarse y salvarnos, parece locura libertaria y atea votar leyes de divorcio. Tras una orgía de locas, divorciadas y flipadísimas, el mundo vuelve a la santa esposa.

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