El paisaje interior de Unamuno
Dentro de la obra de Unamuno, los libros dedicados a la descripción e interpretación del paisaje ofrecen elementos indispensables para entender su biografía espiritual. Este libro recopila un amplio número de artículos, escritos la mayoría a partir de 1922 y ordenados según criterios cronológicos y temáticos por M. García Blanco, que es autor asimismo de una vibrante nota introductoria a la primera edición.Unamuno afirmó siendo joven que «sólo sabía apreciar la naturaleza por la impresión que en él producía». Con esta perspectiva no subjetivista, sino de honda recreación personal. aborda la contemplación de diversos entornos: Pompeya, la montaña cántabra, el Bilbao mercantil de su infancia y mocedad, Canarias durante su destierro en la dictadura de Primo de Rivera, Castilla, Aragón, Extremadura, etcétera. Sus apuntes madrileños están llenos de encanto, con lo que Unamuno da muestra de poseer una ágil pluma costumbrista. No le abandona casi nunca su talante existencial y preocupado por el vivir de las gentes en las tierras que visita y describe. Pero suele unir a ello la agudeza de la observación, el humor incluso, que a veces llega a deslizarse a la repetición de lugares comunes. Su densidad expresiva es, naturalmente, desigual, lo que aporta variedad y amenidad a este pequeño libro. Lo que resulta incuestionable es la noble riqueza y originalidad de su estilo literario: en estas páginas aparece un Unamuno más fluido y ocurrente que el de sus obras mayores.
Paisajes del alma
Miguel de Unamuno. Alianza Editorial. Madrid, 1979.
Cuando el debate cultural sobre la crisis de creatividad personal y colectiva se hace intenso, la referencia que ofrece este libro de Unamuno resulta válida y puede ser importante. Sus páginas tienen el color del tiempo, la perspectiva de la madurez, un cierto encanto otoñal que le hace más atractivo y necesario. Su observación del paisaje, entre desmayada y penetrante, guarda un espacio para la melancolía, pero encierra también un acusado respeto hacia las personas y los lugares, hacia el arte y todas las expresiones de la vida colectiva, contiene una hermosa piedad para con la mediocridad cotidiana de los humanos.
En momentos de reivindicación ecológica, este pequeño libro supone una grata compañía, mucho más que una guía de turismo, un Unamuno menor pero importante que mira la realidad del mundo con amor y lucidez.
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