_
_
_
_
FERIA DE OTOÑO

Soñábamos con una manta

Si al presidente, en un arrebato, le da por suspender la corrida cuando aún no había salido el tercer toro, le habríamos sacado a hombros. Porque no había quien parara ayer en Las Ventas, con aquel frío. Era no vivir. Los espectadores teníamos la obsesión de una manta, bien espesa y a cuadros. Todo el mundo soñaba con una manta a cuadros.Sí cuartelera, claro, por supuesto que no la habríamos despreciado. Ni cualquier otra cosa que atenuara el martirio del frío metiéndose por los huesos, congelando orejas y narices, mordiendo la pleura; periódicos, por ejemplo. A ratos, ráfagas de viento, agudas como estiletes, pegaban violentas barridas y se apreciaba un estremecimiento en el graderío. Los que podían se apiñaban, en la técnica del Metro a horas punta. Botes de bebida rodaban escaleras abajo y revoloteaban papelotes. Una voz: ¡Esa puerta, que se escapa el gato! ¿Quién aplaude al público, con lo que estamos aguantando, El Lupas? ¡Y pensar que hemos pagado por venir!, un melancólico, profesor de idiomas.

Plaza de Las Ventas

Tres toros de Carolina Díaz Mahou (primero, segundo y sexto), y el resto de Germán Gervás, todos con trapío y fuerza, mansos, de feo estilo. José Antonio Campuzano: media y dos descabellos (palmas y saludos). Pinchazo y estocada calda (ovación y saludos). Manili: dos pinchazos y estocada (silencio). Estocada que asoma y otra desprendida (silencio). Antonio Chacón: pinchazo y bajonazo (silencio). Tres pinchazos y estocada desprendida (silencio).

Por los chiqueros salían torazos, hermosos, muy serios, muy armados, negros y entrepelaos, y cárdenos. El más bonito, un cárdeno claro -segundo en orden de lidia-, cuya estampa armo niosa e imponente era de esas que enamoran a los aficionados de verdad. Por paradoja, no tenía casta, ni siquiera sabía embestir, y Manili no le pudo dar ni un pa se. Los demás no llegaron a tanto; los hubo con cierta nobleza, pero su mansedumbre y su sosería im pedían el lucimiento. Una ordi nariez de toros, en cuanto a com portamiento. El mentado Manili, los aún no mentados Campuzano y Chacón, se excedían en su voluntad de hacer faenas. Y se excedían, no tanto por la mala condición de los toros como por las ganas que teníamos todos de que aquello acabara cuanto an tes. Pero, en fin, los tres toreros, en cuanto cabía, estuvieron bien. Hubo finos muletazos de Campuzano y Chacón, arrojo en Manili. No es poco.

Dos veces derribó el cuarto toro, e hirió a un caballo; a los demás les pegaron bastante en varas. Por cierto, que la cuadra de picar mejoró ayer, y hubo caballos con ligereza, que volvían bien, daban el costado, marchaban atrás y adelante sin problemas, se podían manejar. Lo cual quiere decir que el contratista, El Pimpi, tiene género adecuado para la suerte, cuando le conviene. Quizá la presidencia le llamó al orden con severidad, como pedía el público en la corrida anterior.

Por el tendido 9, un equipo de cine comercial rueda secuencias con actores, absolutamente indiferente a las protestas de la afición. Un melenudo, una guapa y un niño hacen el papel de espectadores, con vestimentas veraniegas. Luego, en la película, se verá que estaban en los toros, con sol y moscas, porque el cine tiene estos poderes. Con una cogorza como un piano, por la delantera baja del siete un señor pega pases y pierde el equilibrio al marcar un natural. Los vecinos le jalean y le mantienen en la vertical o en la oblicua. Dos matrimonios pasan media corrida hablando de lo caros que están los pisos y luego se van a escape. Cientos de pañuelos para pedir orejas cubren narices enrojecidas. El vendedor de coñac no da abasto. Y a todo esto, Campuzano, Manili y Chacán intentando hacer faena. Tiene mérito, y se ganaron el jornal. Por los altavoces debieron comunicar, sin que fuera mentira: Dies duros ofrece el personal para que renuncien a torear y nos vayamos todos a tomar un café con leche con aspirina. Lo del café con leche con aspirina lo hicimos, vaya si lo hicimos. Por lo de la pulmonía, mayormente.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_