La película que todos hemos visto
Esta es la corrida de tiene un pasar. Queremos decir que, bueno, admitimos el aburrimiento con que transcurrió casi toda ella. Se trataba de una de esas corridas que todo empresario monta para acoplar nombres, contentar figuras y no dejar sin pan a los de casa. ¿Podría extrañar a alguien que Dámaso González, José Luis Galloso y Roberto Domínguez participaran en cualquier feria? Por supuesto que no. Y, naturalmente, Salamanca no iba a ser la excepción.Esta corrida de tiene un pasar es la película que todos hemos visto y a muchas almas comprensivas, sobre todo las que sólo presencian al año la media docena de festejos de su localidad, no les importa volverla a ver. Les damos la razón. La fiesta de toros, con toda su carga de arte, grandeza, emoción, misterio, etcétera, es al fin y al cabo un espectáculo. Si la gente quiere ver dos veces, tres, cinco Lo que el viento se llevó, con Clark Gable y Leslie Howard, no ha de extrañar que quiera ver dos veces, tres, cinco, «setenta derechazos en Pekín», con González, Galloso y Domínguez. Sí es cierto que entre Clark Gable y Dámaso González hay ciertas diferencias , alguna distancia, tal cual contraste de perfil y escorzo, pero entre Roberto Domínguez y José Luis Galloso, por un lado, y Leslie Howard, por otro, también las hay. Aquéllos son más altos que lo era éste. Al lado de los carpetovetónicos coletudos, el desaparecido cineasta británico no tenía media bofetada.
Plaza de Salamanca
Primera corrida de feria. Cinco toros de Félix Cameno, y el cuarto, de Campos Peña; éste, inválido; todos bien presentados; mansos, de juego desigual. Dámaso González: estocada caída y descabello (aplausosy saludos). Bajonazo descarado (silencio). José Luis Galloso: estocada corta baja atravesada y descabello (oreja). Pinchazo, estocada baja tendida y descabello (silencio). Roberto Domínguez: media perpendicular delantera, caída, y dos descabellos (palmas). Bajonazo descarado y descabello (palmas).
Esta corrida de tiene un pasar es, en efecto, la película que todos hemos visto, mas también la que todos hemos contado, no una vez, ni dos, ni cinco, sino quinientas veces. ¿La vamos a contar otra vez? ¡Oh no!, pues en nuestra pequeña vanidad suponemos que nos siguen lectores cotidianos (no preguntéis cuántos, por caridad), que deben estar cansados de leer quinientas veces lo mismo. Por ello habremos de dejar a un lado lo repetieo, lo habitual, lo adocenado, para dejar al desnudo lo singular, lo novedoso, lo especial. Por ejemplo, esto es algo no frecuente en fiestas y ferias: los toros estaban bien presentados; aunque dos se cayeron, los demás no se caían nada, y el quinto, sobre derribar con feroz estrépito, expidió rumbo a la enfermería al picador Paco Alvarez, con un hueso del hombro desenca jado; la presidencia -muy bien la presidencia, donde además de los asesores reglamentarios hay un cura, el de todos los años- obligaba a que los toros entraran tres veces al caballo, como quiere la tauromaquia y el reglamento manda.
Se supo, gracias a esta buena presentación y aceptable fortaleza de las reses, unida al correcto criterio presidencial, que el ganado salía manso. Y ya es algo. La lidia -otro dato singular- discurría completita, no se hurtaba por tercios enteros al espectador, que pa ga su localidad para verlos todos. Y seguimos con lo novedoso: Dámaso González hizo un quite (por chicuelinas, entendámonos) y, para colmo, estuvo breve en su segundo toro. ¡Qué digo breve! Fugaz. Pero esto hay que aclararlo, porque algunos de entre quienes no estuvieron en la plaza habrán botado de sus asientos al leer la noticia. Ocurría que el toro, fuertemente protestado por cojo, era un inválido y a cada muletazo rodaba por la arena. Aquí la presidencia no estuvo bien, sino mal, pues debió ordenar la devolución del animalito. Quizá tuvo la culpa el cura, quien correspondía a los gritos y gestos indignados del público con una sonrisa beatífica y demandaba calma.
La calma llegó después, nada más arrastrado el inválido, y la fiesta continuó por sus cauces normales; es decir, agotando secuencia a secuencia la película que todos conocemos. Galloso estuvo valiente con el quinto, que se le quedaba corto, y Roberto Domínguez con el sexto, compuestito y sin libración. Antes, en el primero, los derechazos circularinos y rodillazos de Dámaso. En el segundo, que fue a más y tuvo nobleza, naturales largos de Galloso, dentro de una larga faena donde el mérito principal estaba no tanto en la calidad de los pases como en la construcción de la misma, en la elección de terreno, en el sentido de la distancia. Domínguez hizo al tercero lo que luego haría al sexto.
Película en sesión contua. Pero si a la gente le gusta, pues muy bien para eso paga. Era -¿lo hemos dicho alguna vez?- la corrida de tiene un pasar, y nos parece de perlas. Hoy ya será otra cosa. La feria empieza en serio esta tarde con un cartel de campanillas: Paula, El Viti y Paquirri. Si sale bien, puede resultar de arte y ensayo, y si mal, ya te contaré.
Una corrida rechazada
Los veterinarios de Salamanca parecen que tienen el propósito de que haya seriedad en esta importante feria, y ya han rechazado, completa, la corrida de Matías Bernardos del viernes, destinada a El Viti, Niño de la Capea y Julio Robles.
Babelia
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