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Los que le conocen

bien aseguran que el cardenal Bueno Monreal, que ayer cumplió 75 años, es un hombre muy inteligente, con un punto de escepticismo lúcido y dotado de una gran humanidad y capacidad de comprensión hacia los que no comparten sus ideas conservadoras. Si a esto se une su habilidad negociadora, se comprenderá que es la antítesis de su antecesor en el cargo, el apasionado cardenal Segura. Su sentido de la ironía se ha puesto de relieve en muchas ocasiones, lo mismo ante las numerosas comisiones llegadas de los pueblos para que removiese a algún cura cavernícola, que con ocasión de sus choques con el poder temporal. A este respecto, hay que destacar sus gestiones ante Tomás Garicano Goñi, ex ministro de la Gobernación en tiempos de Franco; para protestar por las detenciones y malos tratos que sufrieron algunos sevillanos, que hoy son parlamentarios y líderes sindicales, durante el estado de excepción de diciembre de 1970. A los pocos días, el jefe superior de Policía de Sevilla, el famoso Creix, fue sustituido.Maño de nacimiento y andaluz de los últimos veinticinco años, Bueno Monreal es un hombre sobrío, que cuida mucho de una salud atacada por la diabetes y que hace años dejó de fumar aquel terrible caldo de gallina. Vive en un palacio que tiene permanentemente rotos los cristales de sus balcones, y todavía está pagando facturas del seminario que mandó construir en Pilas, y que inauguró Franco.

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