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En Madrid "sobran" 34.289 plazas de EGB

La población escolar madrileña entre los seis y los trece años se calcula que será, en diciembre de este año, de unos 451.321 niños. Para ellos existen en la ciudad un total de 485.610 puestos escolares, lo que significa que hay 34.289 plazas más que niños que potencialmente puedan utilizarlas.Sin embargo, tal estadística lo único que hace es reflejar un hecho que, en sí mismo, puede suponer una especie de engañó, tanto para los padres de ese casi medio millón de niños como para.los políticos y técnicos que han de programar el desarrollo de la escolaridad en esta ciudad. Si se analiza el número de puestos escolares distrito por distrito, nos encontramos con que hay unos en los que existe un déficit, pequeño o grande, que pasa a ser enjugado,por el distrito de al lado, lo que entra dentro de lo normal. Pero lo que ya no es tan normal es la existencia de un superávit tan grande de puestos escolares en dos distritos que, además, no son los que más demanda potencial tienen.

Hablar de que en el distrito de Chamartín sobran 13.780 plazas y en el de Moncloa, 10.897, no pasa de ser una pura utopía.

Lo que pasa es que en ambos distritos -y, en menor medida, en el de Ciudad Lineal- se han ido acumulando, durante los últimos años, la mayor parte de los colegios religiosos de la ciudad. El sistema era bien simple: el solar que uno de esos colegios ocupaba en el centro de Madrid pasaba a valer, por obra y gracia de la especulación urbanística, una mifionada. El negocio estaba, pues, para la correspondiente comunidad religiosa que regentaba el colegio, en vender ese solar y comprar otro, más barato, en las afueras, donde, además, se podría construir con mayor amplitud. Después, el nuevo colegio de, las afueras se llenaba rápidamente; pero no con la población escolar del distrito donde pasaba a ubicarse, sino con la que procedía de todo Madrid. Para eso están los autocares escolares llevando cada mañana y cada tarde niños de un extremo a otro de la ciudad. Los largos paseos motorizados de esos niños no importan. Tampoco importa la incidencia de tal cantidad de autocares en la circulación rodada. Lo que sí importa es el negocio, que, a cuenta de los propios niños, se hace.

Además, y siguiendo con el ejemplo del distrito de Chamartín, resulta que, de los 21.430 niños que habitan en el mismo, tan sólo 6.510 pueden escoger la enseñanza estatal. Los 14.920 niños restantes habrán de acudir a un colegio religioso, con lo que ello supone de gasto suplementario, que no siempre se refleja en la calidad de la enseñanza.

Falla la calidad

Pero también existe el ejemplo contrario. Tomemos para ello como muestra un distrito tan eminentemente popular como es el de Vallecas. En él existe un superávit de plazas escolares cifrado en 3.807. La población escolar vallecana dispone, según esto, del suficiente número como para cubrir sus necesidades y echar una mano a la del distrito de Mediodía, que es deficitario en 1.600 plazas.Sin embargo, aquí ocurre al revés que en Chamartín: la gran calidad de dotaciones que puede ofrecer un colegio religioso de las afueras se convierte aquí en estrechez y falta de instalaciones. De los 15.530 puestos escolares privados existentes en este distrito, una gran mayoría de ellos se encuentran en pisos, sin que dispongan no ya de un gimnasio o un comedor, sino, en ocasiones, hasta de un patio de recreo.

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Medir por un mismo rasero una plaza escolar privada de Chamartín y otra de Vallecas no pasa de ser, en el mejor de los casos, un engaño.

En términos generales y refiriéndonos al total de Madrid, en el cielo de EGB se calcula que el número de plazas escolares en malas condiciones ronda, por lo menos, el 8 %. Son plazas que incluso hay quien dice que no pueden medirse, dentro de las estadísticas, como puestos escolares, sino, más bien, como aparcamientos, donde al niño le enseñan lo contenido en los programas oficiales.

Si analizando las cifras de los puestos escolares en EGB y las características de esos puestos se descubren sus deficiencias, no nace falta investigar demasiado para descubrir las muy graves que afectan a la educación preescolar, esto es, entre los cuatro y los cinco años.

En este caso, el déficit calculado para diciembre de este año es de 35.111 plazas; es decir, la población madrileña de esas edades, en el próximo mes de diciembre, será de 107.366 niños. De ellos, tan sólo 72.255 tendrán una plaza escolar adecuada a su edad; el resto, habrán de quedar en casa. Lo malo, por supuesto, no es que se queden en casa, sino que, en el momento en que cumplan los seis años, habrán de entrar en competición con otros niños que sí habrán tenido su formación preescolar.

Pero la Administración se escuda en la ley General de Educación para no atacar de firme ese déficit en puestos de preescolar: según la citada ley, se establece la existencia de un ciclo de preescolar, que no se establece como obligatorio.

Por otro lado, volviendo a las diferenciaciones entre puestos escolares privados y estatales, en este caso concreto, la conclusión es la contraria que en el caso de EGB en preescolar, las plazas escolares privadas son las peor dotadas, en comparación con las estatales. Si en la enseñanza de EGB privada los edificios son los mejores y las actividades son las más completas, en la enseñanza preescolar privada las dotaciones de que disponen las actuales guarderías son práctica mente inexistentes y se limitan a convertirse en simples aparcamientos de niños, debido a que las madres son, por lo general, trabajadoras que necesitan dejar a su hijo en algún sitio en el que esté medianamente atendido para po der asistir a su puesto laboral. La educación que pueda recibir en es te caso el niño es lo que menos importa.

También en el caso de preescolar los ejemplos de los distritos de Moncloa y Chamartín, en los que prolifera la enseñanza privada, son demostrativos de una situación: son los dos únicos distritos de la ciudad en los que existe superávit de plazas escolares en esta etapa.

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