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Moscú y Hanoi temen una segunda ofensiva militar china contra Vietnam

Moscú y Hanoi temen que China desencadene antes de finales de año una segunda ofensiva militar contra los regímenes indochinos y, especialmente, vietnamita, con objeto de forzar una negociación que desemboque en la neutralización de Camboya.

El viernes pasado, la agencia de noticias soviética Tass denunció a las autoridades de Pekín por estar «preparando febrilmente la guerra contra Vietnam, Laos y Kampuchea» (ex Camboya). El mismo día, la radio vietnamita acusó a China de haber concentrado doce divisiones y seis cuerpos de Ejército -unos 400.000 hombres- en la proximidad de su frontera, al mismo tiempo que anunciaba violaciones de su espacio aéreo por cazas chinos, en lo que se podría interpretar como la reanudación de los vuelos de reconocimiento chinos sobre el territorio de Vietnam.Por último, en una entrevista publicada el domingo por el diario mexicano Excelsior, el primer ministro vietnamita, Pham Van Dong, afirmaba que «no había la menor duda. China volverá a atacarnos».

Estás declaraciones sobre los proyectos bélicos de Pekín formarían parte del ritual propagandístico de acusaciones mutuas, de no coincidir con una serie de indicios sobre la intención china de emprender una segunda ofensiva contra su vecino vietnamita, intención que las autoridades chinas no han desmentido hasta el momento.

Tras la constitución, bajo el amparo chino, de un frente patriótico y democrático de Gran Unión Nacional de Kampuchea, en el que Pekín desea reagrupar a todos los adversarios del actual régimen provietnamita de Phnom Penh, China desea forzar una negociación con Vietnam para obtener, si no la reintegración de Camboya y Laos en su esfera de influencia, al menos su neutralización.

El frente recién creado representa una victoria de Pekín sobre el ala radical del derrocado régimen jmer rojo de Pol Pot, que se resistía a hacer concesiones programáticas susceptibles de suscitar adhesiones que amplíen su base política. Desde que el 7 de enero de este año el régimen de Pol Pot cayó bajo la presión del Ejército vietnamita, Pekín se esforzó en obtener el abandono por los jmer rojos de sus rígidos principio ideológicos, y la formación de un verdadero Gobierno de unión nacional para luchar contra el invasor.

El jueves último fue presentada en Pekín por el embajador de Kampuchea democrático, Pich Cheang, el programa del frente, que prevé la instauración en Camboya de un régimen parlamentario que respetará las libertades fundamentales. Ahora sólo le queda a Pekín, para «rematar» la creación de una fuerza política antivietnamita y realmente representativa, que el príncipe Norodom Sihanouk acepte encabezar el frente opositor.

Por ahora, Sihanouk, al que los jmer rojos asignaron a residencia, no parece dispuesto a asumir la presidencia del frente. Pero, al responder positivamente a una invitación china para asistir en Pekín, el, l de octubre, a las ceremonias del treinta aniversario de la República Popular, el príncipe «rosa», como se autodefine políticamente Sihanouk, ha dado un paso en dirección de las tesis chinas. En este acercamiento, tanto al presidente Tito como el jefe del Estado de Corea del Norte, Kim Il Sung, habrían desempeñado un importante papel.

A las veinticuatro horas del anuncio del programa del frente, Hanoi reaccionó denegándole toda representatividad. El mismo día de su presentación en Pekín, Pham Van Dong, primer ministro vietnamita, declaraba en La Habana ante la cumbre de los no alineados que «la situación en Campuchea es irreversible». Es más: coincidiendo con el final de la temporada de lluvias, el Ejército vietnamita, que ha recibido durante los cinco primeros meses de este año 74.000 toneladas de material militar soviético -el doble que durante el mismo período del año pasado-, tiene la firme intención de acabar con los «restos del Ejército de Pol Pot»; es decir, la guerrilla.

Tanto para aliviar la situación militar de la guerrilla -que será sometida en Camboya a la presión de unos 150.000 hombres como para intentar forzar una negociación que pueda desembocar en la neutralización de parte de la antigua Indochina francesa, Pekín podría considerar, como temen Moscú y Hanoi, que ha llegado el momento oportuno de dar una «segunda lección» a Vietnam. Al haberse dotado con el frente de un instrumento político de peso, y desembarazado de la hipotética sanguinaria de los jmer rojos, y ante la desastrosa situación económica ,de Vietnam, los dirigentes chinos cuentan con que, tras haber padecido un nuevo «castigo», el régimen de Hanoi, exangüe, flexibilice su postura y acepte negociar en serio el porvenir de Indochina.

¿Puede Vietnam en estas condiciones soportar una nueva guerra, que podría esta vez abarcar, además de su propia frontera con China la frontera con Laos? Todo parece depender de la ayuda que la URSS, vinculada a Vietnam por un tratado de defensa mutua firmado en noviembre de 1978, esté dispuesta a brindarle.

Por eso, de la firmeza de Moscú depende en gran parte la prudencia de Pekín; aunque es probable que si el Ejército de Hanoi inflige graves reveses a la guerrilla, eliminando la única baza concreta que permita esperar a China una reconversión política del «intolerable apéndice prosoviético indochino», el Ejército popular penetrará masivamente, por segunda vez este año, en territorio vietnamita.

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