Lo inverosímil

Hombre maduro, distanciado de su esposa, con amante jovencita -nueva generación-, descubre en un chequeo que su mujer tiene un tumor cerebral y decide hacerla feliz los dos últimos meses de su vida. Reconciliación imposible: la esposa apenas lo acepta, incluso confiesa que tiene un amante (el mejor amigo del marido). El caballero pasa por todo con tal de gratificar estos dos últimos meses de vida de la esposa molesta y fastidiosa de tantos años. Pero, he aquí la sorpresa: la radiografía está confundida. Es, en realidad, un cráneo de hombre, y no de mujer. El hombre maduro vuelve con la jovencita; para hacerse perdonar de ella, inventa que la radiografia es la suya, que él es el condenado. Invento que resulta cierto. Y que lleva a la esposa a no volver con el amante. Se queda sola: escena muda y telón final.La obra está hecha con el tejido más antiguo del mal teatro burgués: lo inverosímil, lo convencional, la necesidad de obligar al público a que acepte lo inaceptable en las situaciones básicas, la manipulación psicológica y moral. Para que dé un tono «de hoy» aparecen las supuestas audacias: la introducción de ciertas libertades sexuales; y unas curiosas arias de un par de personajes, unas crónicas catastrofistas de la vida actual: atascos de automóviles, prisas, huelgas, atracos, bombas. Nada de ello, en realidad, atañe a la vida de los personajes, nada está en el ambiente de la escena: se relata, en largos monólogos, como superpuestos. Todo ello, también con un lenguaje convencional, falsamente literario, amontonando adjetivos para dar la coloración que no dan los personajes.