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Centenares de turistas, en peligro en laderas del Etna

La erupción del Etna de noche ofrece un espectáculo grandioso e inquietante, visible desde varios kilómetros alrededor. Vista desde un avión, parece una interminable procesión color naranja que baja hacia el valle. Todos los pasajeros del vuelo nocturno Roma-Catania se arriman a las ventanillas. El piloto sobrevuela el volcán, cuya imponente silueta se destaca en la noche a más de 3.300 metros de altitud.

El avión rodea el cráter, que suelta un humo espeso de color gris. De pronto, en la ladera este, los riachuelos de lava emergen en la noche como un torrente incandescente y serpentean a lo largo de las faldas del Etna. Desde el avión se distinguen con claridad cuatro o cinco focos importantes que se extienden casi hasta las luces de Catania, ciudad siciliana de 300.000 habitantes, parcialmente sepultada por la lava en el siglo XVII. El torrente fundido, de casi cien metros de ancho, parece pararse al llegar a las primeras luces urbanas.Varios centenares de personas se encuentran en peligro de muerte en las faldas del Etna. No se trata de sicilianos, sino de turistas, observa el vulcanólogo francés Haroun Tazieff, «asustado» por la inconsciencia de los miles de curiosos que se han acercado a las bocas eruptivas del más alto volcán de Europa.

«Temo una explosión repentina brutal y destructora», añade el famoso especialista francés de los volcanes, que pasa todo el día en la proximidad del cráter. A lo largo de treinta años de estudio, nunca ha visto tal actividad del Etna. «Hay algo que no entendemos: desde hace varios días no hubo ninguna explosión de gas, sino corrientes ininterrumpidas de lava.»

El gas que se forma en estos casos en el interior del volcán se acumula, sin conseguir escaparse. Haroun Tazieff opina que «los tapones de lava que se han formado en los cráteres a raíz de desprendimientos de tierras retienen el gas». El vulcanólogo prevé que este gas, a muy alta presión, no va a tardar en explotar, disparando al aire lava y roca. «Los centenares de turistas que se han aproximado al Etna pueden entonces perecer o resultar heridos», advierte Haroun Tazieff.

Peligro imprevisible

El peligro es tanto más grave porque resulta imposible prever el lugar y la hora de esas explosiones.Detrás de Haroun Tazieff, del cráter principal del Etna sale constantemente humo. La roca negra se extiende hasta el mar y en la vertiente este cuatro bocas eruptivas siguen en plena actividad. El más largo torrente de fuego, de siete kilómetros y trescientos metros de ancho, se desliza hacia el pequeño pueblo de Fornazzo, distante sólo tres kilómetros.

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«Este pueblo me preocupa mucho menos que los turistas inconscientes», afirma el vulcanólogo. «El Etna es un volcán muy destructor, pero si se ha tragado a varias aglomeraciones, estos últimos siglos ha matado rara vez, ya que casi siempre se ha visto llegar el magma incandescente.»

Fornazzo, por de pronto, está ya amenazado por la lava, cuya temperatura alcanza 1.100 grados, y resulta imposible construir presas de contención para desviar el torrente, demasiado ancho. Tazieff es tajante: «Lo único que se puede hacer es esperar e ir preparando la evacuación general.» Sin embargo, el vulcanólogo no cree que se produzca una colosal erupción del Etna, porque «el Etna no es el Vesubio». Haroun Tazieff reconoce que el monstruo, del que estudia el más mínimo «estornudo» desde hace treinta años, es imprevisible. «Para adivinar los caprichos del Etna sería necesario un laboratorio que funcionase permanentemente al borde del cráter principal.... pero los volcanes interesan poco a los Gobiernos», se lamenta Tazieff. «No es un tema electoral.»

Sin duda, los volcanes no son un tema electoral, pero sí fascinante. El miércoles, bajo un sol de plomo, varias decenas de autobuses y numerosos coches particulares seguían llevando a los turistas hasta las faldas del Etna. El espectáculo es tan grandioso; el silencio tan inesperado y, a lo lejos, el mar tan sereno, que el imprevisible Etna inspira absoluta confianza.

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