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Nicaragua: el fin de una dinastía

El FSLN, un movimiento nacionalista y antisomocista

Al principio de la década de los años sesenta, el Frente Sandinista de Liberación Nacional era simplemente uno de la docena de pequeños grupos guerrilleros existentes en América Latina, modelados al estilo del Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro. Hoy, los rebeldes sandinistas se cuentan por millares y han conseguido forzar la dimisión de Anastasio Somoza.¿Cómo se convirtieron los sandinistas en la vanguardia de una rebelión a escala nacional, mientras que los otros movimientos guerrilleros latinoamericanos estaban siendo frenados o aplastados» Una huelga indefinida a nivel nacional, convocada por los rebeldes el pasado mes de junio, demostró que, pese a las amenazas de represalias, decenas de miles de civiles estaban dispuestos a seguir a los guerrilleros.

En la ofensiva «final», de carácter militar, 5.000 sandinistas armados desafiaron directamente a la Guardia Nacional, de 15.000 hombres.

En octubre pasado, los rebeldes atacaron cuarteles de la Guardia Nacional entre poblaciones y declararon la lucha insurreccional. Apenas conocidos en el exterior hasta hace poco, los sandinistas han conseguido atraer la atención de la opinión internacional sin recurrir a secuestros o asesinatos.

Simbolizando la resistencia al Gobierno de la familia Somoza, adoptaron el nombre del general Augusto César Sandino, quien combatió contra los «marines» de Estados Unidos y fue asesinado en 1934 por orden del padre del actual presidente, general Anastasio Somoza García. Para evitar que la gente se asuste al hablar del marxismo, los guerrilleros describen su ideología como «sandinismo», lo cual, para la mayoría de los nicaragüenses, significa patrio tismo y antisomocismo.

Aunque la estrategia sandinista propugna una. «prolongada guerra popular» para instalar al socialismo, una facción de los guerrilleros que supo aprovechar la ausencia del recurso al terrorismo, consiguió el apoyo de los hijos de familias acaudaladas y pudo establecer una alianza con una docena de sacerdotes no marxistas, académicos y hombres de negocios, conocidos como el «grupo de los doce», y efectuar contactos con oponentes al régimen, más conservadores.

Al insistir en que sus objetivos inmediatos son derrocar la dictadura y restaurar la democracia, y poniendo reparos a ser calificados de «izquierdistas», los insurrectos también han logrado apoyo financiero y político en el exterior.

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Los sucesos del año pasado dieron fuerza al argumento sandinista de que únicamente una lucha armada derrocaría al régimen.

Al preparar la actual ofensiva, los sandinistas formaron un comando conjunto con otras dos facciones guerrilleras militantes, el grupo Prolongada Guerra Popular y la Tendencia Proletaria. Adquirieron armas modernas -de los Gobiernos venezolano y panameño, según Somoza- y adiestraron a miles de reclutas, algunos, presuntamente, en Costa Rica.

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