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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El regionalismo en la obra de Gumersindo de Azcárate

Un examen riguroso de la España de fines del siglo XIX y principios del XX nos puede llevar a conclusiones preocupantes, al observar la coincidencia de cuestiones espinosas de antaño con problemas cuya gravedad estamos sufriendo en nuestros días.Es un hecho que desde entonces se superaron problemas, como el del hambre endémico, el analfabetismo, las guerra coloniales, se alcanzaron conquistas sociales, etcétera; pero otros, fundamentalmente los de matiz político, están planteados en términos más o menos parecidos a los que en su día expusieron y fustigaron los «Regeneracionistas», allá por 1900.

En realidad, estos problemas se arrastran desde la constitución del Estado moderno español, que, a efectos reales, hay que situar en 1833, a la muerte de Fernando VII. Es un hecho incuestionable que en España ha faltado la revolución burguesa que hubiese dotado al país de una estructura política, jurídica, social y administrativa que hubiese sido capaz de responder a las demandas posteriores. Sin contestar ni satisfacer en varios aspectos todavía.

Mas no es hora de lamentaciones, y sí es de aportar cada uno los apoyos necesarios para resolver entre todos los problemas heredados, sin que el desánimo y la desilusión hagan mella en nuestros espíritus, a pesar de los reveses, las dificultades, los aullidos feroces o las negras predicciones del augur.

Los problemas a que hacíamos referencia anteriormente, han sido objeto de preocupación y estudio en diversos organismos y entidades públicas y privadas en los últimos tiempos. En el caso que nos ocupa, ha sido en el Instituto de Estudios de Administración Local, donde, desde hace dos años y a través de un grupo de especialistas y estudiosos, se ha realizado una callada labor en ese sentido, que entre otras actividades ha sido plasmada, en la colección La Administración y el ciudadano, que dirige Sebastián Martín-Retortillo, la cual ha incluido entre sus títulos recientes: Castilla en escombros, de J. Senador Gómez; la edición íntegra del Problema nacional, de Macías Picavea; o los Estudios municipalistas, de Adolfo G. Posada, la edición facsímil de la obra de Castillo de Bovadilla Política de corregidores, o los estudios documentales sobre el regionalismo español y las Autonomías regionales en España.

No podía faltar en este catálogo una recopilación de los escritos y discursos de carácter regional y municipal de Gumersindo de Azcárate, trabajos que han sido realizados bajo la dirección del primero y la colaboración del segundo de los firmantes del presente escrito.

Este libro, que ha resultado de las recopilaciones realizadas, así como los estudios que ayudan a situar cronológica e históricamente las actuaciones escritas u orales de Azcárate, verán próximamente la luz, editado por el Servicio de Publicaciones del Instituto de Estudios de Administración Local.

La gran actualidad de muchos problemas, en esta ocasión los regionales, tratados por don Gumersindo de Azcárate, bien en sus escritos, en sus conferencias académicas, en las del Ateneo madrileño, o bien en sus discursos parlamentarios, nos han impelido a redactar estas notas que ofrecemos como anticipo de la obra que se anuncia, al tiempo que llamamos la atención sobre su gran oportunidad en estos días, que probablemente estamos asistiendo a la construcción del futuro de la España del año 2000.

Aunque los «Regeneracionistas», y en general casi todos los individuos surgidos del desconsuelo nacional de la crisis del 98, suelen tratar el tema regional con amplia dedicación, Azcárate es el que ofrece probablemente mayor rigurosidad y sinceridad. Sus conocimientos del derecho constitucional comparado eran muy extensos. Había estudiado a fondo el problema de la organización del Estado en Norteamérica, sistema del que se mostraba ferviente admirador. La Alemania bismarckiana tampoco tenía secretos para él, desde el punto de vista jurídico-político. Había sido testigo presencial de su génesis y coincidió la proclamación del kaiser con la tercera década de su vida, aquella en la que su madurez intelectual iba perfilándose con el acceso, en 1873, a la cátedra de la Legislación Comparada de la Universidad de Madrid. Lamentable y coetáneamente, hay que indicar que en el norte de España ardía la hoguera de la tercera guerra carlista.

Azcárate fue muy receptivo a las manifestaciones del problema regional español, que surgió fundamentalmente en Cataluña, Vascongadas y Galicia, en los últimos años del siglo XIX, lo afrontó y trató siempre de asimilar con decisión y honestidad, a partir de su discurso de León de 1898. Estamos ante la actitud de un hombre del interior que tratará de conciliar el centro con la periferia, postura que adoptarla en parte don Manuel Azaña, en el año 1932. Su deseo era articular España como un Estado regional, desarrollando un proceso de asimilación en base a las tres regiones citadas, que ya tenían conciencia de su existencia como tales, y a continuación integrar las que fuesen adquiriendo esa condición, bien por unas determinantes naturales, bien por otras de tipo asociativo.

En cuatro importantes ocasiones, analiza Azcárate los problemas regionales españoles: en 1903, al discutirse el primer proyecto de Maura de ley de régimen local; en 1907, con ocasión de debatirse el segundo proyecto; en el mismo año, al comienzo de la legislatura en su discurso de contestación al de la corona y, finalmente, en 1915, con motivo de una interpelación al Gobierno, por haber prohibido éste una asamblea de Diputaciones en Valladolid.

Estima que no existe más que una soberanía. porque el compartirla es negarla, ya que en una organización federal o regional cada Estado tiene la facultad de legislar; lo que no tiene es el poder constituyente, que es la soberanía. Concepto que claramente para Azcárate sólo es atribuible al Estado central y que, además, es indiscutible, pese a opiniones muy respetables contrarias. «Una organización federal o regional no implica merma de la soberanía del Estado ni negación de la patria, porque, cuando se habla de soberanía, como cuando se habla de nacionalidad, yo creo que no deben preocuparnos las cuestiones doctrinales que no tengan consecuencias prácticas en las leyes, y sí sólo de las que las tengan», dice don Gumersindo en su discurso de enmienda a la totalidad del proyecto de Maura, de 1907.

Los limites de la autonomía no son iguales en ninguna constitución, pero no lo ve grave problema, porque al desarrollarse un proceso regionalista a partir de un estado centralista, el «residuo del poder queda en el poder central, porque tienen los elementos locales aquello que se les concede y lo que no se les concede queda, naturalmente, en el poder central». Definiendo seguidamente como nacional todo lo común y como regional o local todo lo especial (del discurso de contestación al de la Corona).

Para Azcárate la vieja polémica planteada por los regionalistas sobre la distinción de los conceptos de Estado y nación, no tiene mayor trascendencia, ya que «si teórica y doctrinalmente importa, en lo práctico no. ¿Por qué? Porque eso se verá el día que se haga esa determinación, ese discernimiento de las funciones del poder nacional y del poder regional, y ese contenido yo tengo fe en que ha de ser grande, porque es mucho lo que hay de común en España, sin negar la peculiaridad, la fisonomía y genio, no digo de cada región, de cada comarca dentro de una región», afirmaba en su discurso de contestación a la corona, y unos meses más tarde, al debatirse el proyecto de Maura de ley de régimen local, diría igualmente: «No tiene trascendencia práctica, cuando se discute, como se discute en España, si una región es nación o no lo es; si implicara eso la negación de la jerarquía, la negación de la unidad orgánica, entonces tendría gravedad.»

La emancipación de una colonia no atenta a la integridad nacional. El fin de toda colonia es conseguir su independencia, según norma tácitamente admitida desde antiguo, porque la potencia administradora hace uso de la aplicación de una tutela que debe cesar cuando el pupilo no la necesita. Pero esta situación no concurre en el caso de la región. «La región integra la patria, y no puede separarse sin el consentimiento del pueblo», afirmaba Azcárate (contestación a la Corona).

Opinaba el catedrático leonés que la solución era la organización de España como un Estado regional. Que las regiones existían y habían existido siempre. Cita incluso el decreto de Javier de Burgos sobre la división provincial cuando toma como base las regiones diciendo: Andalucía tendrá ocho provincias; Cataluña tendrá cuatro; Castilla la Nueva tendrá cinco, etcétera.

Finalmente señalaremos que, con motivo de la discusión del proyecto de ley de régimen local, presentado por Maura en 1907. se hicieron palpables las innovaciones y fórmulas de solución que aportaba dicho proyecto a los endémicos problemas nacionales, y que hacían referencia, tanto a una verdadera reorganización de la estructura local española como al rearme ideológico frente al caciquismo.

En uno de sus discursos. señalaba Gumersindo de Azácarate, que el grado de concordia respecto a determinados puntos del proyecto, alcanzaba en coincidencia con el Gobierno a todo el abanico de partidos de la oposición, desde los clasistas a los republicanos, pasando por la solidaridad, los Integristas, los liberales y los demócratas. Con esta concordia se habían superado los meros intereses de partido ante la consecución de unos objetivos de ámbito general que afectaban a la colectividad nacional, llegándose a un espíritu de auténtico consenso.

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