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Una polémica sesión de cante jondo clausuró el Festival de Granada

Con una polémica sesión de cante jondo, artísticamente aceptable en líneas generales, se clausuró el pasado domingo, en el palacio de Carlos V, de la Alhambra, el XXVIII Festival Internacional de Música y Danza de Granada, integrado en la Asociación Europea de Festivales de Música. La sesión estuvo dedicada en homenaje al mítico cantaor Antonio Chacón, en el cincuenta aniversario de su muerte, y fue ofrecida anoche por la primera cadena de televisión en videocolor.Aunque la sesión de flamenco -calificada como « extraordinaria» por el comité organizador- fue, de hecho, la que cerró el festival granadino, el concierto oficial de clausura se había celebrado ya, en la noche del sábado, también en el palacio de Carlos V, a cargo de la Orquesta Nacional de España y la Coral San Juan Bautista, de Lejona (Vizcaya), con una magistral interpretación de la segunda sinfonía (La Resurrección) de Mahler, bajo la dirección de Antoni Ros Marbá. Al concierto asistieron los ministros de Cultura y Universidades, señores Clavero Arévalo y González Seara, así como el director general de Música, Jesús Aguirre.

La respuesta del público a la XXVIII edición del Festival Internacional de Música de Granada ha sido, como viene siendo habitual en los últimos años, masiva en la mayor parte de las sesiones.

La sesión extraordinaria de flamenco sirvió para demostrar, fundamentalmente, que «lo flamenco» -en sus tres facetas: cante, música y baile- constituye un arte con categoría suficiente como para ser incluido en las sesiones «normales» del festival sin ningún tipo de discriminaciones.

El programa del cíncuentenario de Chacón estuvo dividido en dos partes y fue dirigido y coordinado por la peña granadina de arte flamenco La Platería, la más antigua de España en su género. En la primera parte actuaron Carlos Cruz, cantaor serio y estudioso del flamenco, que interpretó cantes por tientos, soleá y seguiriyas, y Carmen Linares, de cuya garganta salieron los mejores cantes de la noche: soleá de Cádiz, malagueñas y petenera. El acompañamiento a la guitarra, al igual que en la continuación, corrió a cargo, respectivamente, del sevillano Enrique de Melchor y el granadino Pepe El Habichuela, ambos perfectos y brillantes en sus ejecuciones.

Ya en la segunda parte, Manolo Mairena, que cantó por seguiriyas, tonás y bulerías, se mostró falto de cualidades y en un mal momento artístico, mientras que el granadino Enrique Morente, que era el encargado de recordar al homenajeado Chacón, cantando por granaínas, malagueñas y cantes de Levante, estuvo a la vez genial y anárquico, provocando, una vez más, en Granada un pequeño escándalo con su polémica actuación, durante la que parte del público abandonó, entre protestas, el recinto del festival, a pesar de que aún quedaban otras tres intervenciones para completar el programa.

El solista granadino Manolo Cano, catedrático de Flamencología de la Universidad de Córdoba, interpretó la guitarra de concierto con una ejecución perfecta, dentro de su propio y peculiar estilo. La intervención de la bailaora Carmen Albéniz fue lo más flojo de la noche, mientras que las dos actuaciones de Mario Maya, al final de cada parte del espectáculo, constituyeron, sin duda, lo más brillante.

Pletórico de facultades, coordinando perfectamente todos y cada uno de sus movimientos, el artista sacromontino, bailando por tonás, cantes de trilla y alegrías, sacados todos ellos del musical jondo, ¡ay!, del poeta Juan de Loxa, demostró ser el mejor bailaor y coreógrafo flamenco del momento. Sus acompañantes al cante, Antonio Cuevas El Piki y Miguel López (antiguo componente del grupo La Cuadra), tuvieron además la «desfachatez» -como dijeron los flamencos- de hacerlo mejor que los propios cantaores incluidos en el programa, con lo que el grupo de Mario Maya terminó por «armar el taco» y la velada pudo así salvarse finalmente gracias a ellos.

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