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Reportaje:La educación de los hijos de españoles emigrados a Francia /1

Cien mil escolares, frustrados por dos culturas

Juan Piñeiro, agregado de Educación Española en Francia, reconoce de entrada: «Oficialmente se considera esencial que los hijos de los emigrantes no pierdan su cultura de origen, pero los medios no son suficientes, ni mucho menos. »José María Oliver, presidente de la Asociación de Padres de Familias Españolas Emigrantes en Francia (APFEEF): «La situación actual es caótica. No se había previsto nada no hay planes ni a medio ni a largo plazo De dos años a esta parte, las autoridades españolas hay que reconocer que se han esforzado. El embajador actual en Francia Miguel Solano, ha hecho suyo el problema, pero no hay que olvidar que la responsabilidad del Gobierno francés es mayor aún que la del español. La pedagogía francesa es para franceses y nada más. Ese es el problema.»

Gonzalo Puente Ojea, agregado cultural de España en Francia, resume su punto de vista:

«Por lo que respecta a la cuestión educativa, pienso que lo niños deben aprovechar la enseñanza francesa y que ésta debe ir acompañada de la que ofrecen las clases complementarias de lengua y cultura españolas. Ahora bien, luego nos encontramos ante un hecho sociológico serio. Los hijos de los españoles son marginales, es decir, son personas que realizan su vida en un medio que no es el suyo. Estos niños están a caballo de dos culturas y el desarraigo inherente no se obvia con clases complementarias de español. Es un problema muy difícil, y, hasta la fecha, no se ha hecho ningún estudio teórico. Habría que realizar una labor cultural importante en toda la colonia de emigrantes, para desarrollar culturalmente a todos; sin embargo, no se puede olvidar que el nivel de estos españoles es bajo y muchos de ellos limitan con el analfabetismo.»

Rosa Morán, licenciada en Filosofía, profesora de los hijos de emigrantes, dramatiza e idealiza el problema: «La situación de estos españoles en edad de formación se sitúa al nivel de gravedad que le corresponde si se piensa que, por un lado, viven en una sociedad que, de una u otra manera, los segrega, y, por otra parte, su universo cultural español gira en torno a sus padres, de los que es menester no olvidar su drama. Todos ellos, desde que llegaron a Francia, hace diez, quince o veinte años, se han estancado, murieron culturalmente, podría decirse, porque tuvieron que abandonar su medio natural y la nueva sociedad, la francesa en este caso, se ha aprovechado de ellos. Pero de ninguna manera se han integrado y, precisamente porque estos niños son «nadie» culturalmente, el objetivo de toda la política educativa debería consistir en que estos muchachos tomaran conciencia del problema que les afecta, para que, a partir de ahí, pudieran escoger lúcidamente la cultura que les conviene, la francesa o la española. Esto es difícil, claro, pero todo lo que no favorezca la toma de conciencia de su problema, para que sean ellos quienes se determinen, me parece que es falsear su educación.»

En resumen, se trata de la primera generación de desarraigados, parida por la escoria (los emigrantes), de la que se sirvieron, en este caso Francia y España, para realizarse en tanto que sociedades industrializadas. «Y lo peor», dicen los responsables de la APFEEF, «es que si en este país les importamos menos que un rábano, en España nuestros problemas tampoco les interesan a nadie. Y todos se han aprovechado de nosotros.» Preocupado sobre todo por la renta per capita a toda costa, lo cierto es que, según indican todas las partes interesadas, la improvisación de las autoridades ha sido su única política hasta hace un par de años. En el momento presente, por el contrario, se palpa el esfuerzo para plantear el problema, lo que no quiere decir que cada cual obre con toda la buena fe deseable.

De los 100.000 niños emigrantes, la inmensa mayoría realizan su primera enseñanza en las escuelas francesas ad hoc. Tras este primer ciclo, algunos estudian el bachillerato francés y muchos más derivan hacia los centros de formación profesional. Para todos ellos, con el fin de que no pierdan su cultura de origen, según indica el responsable oficial en París, señor Piñeiro, se han establecido las llamadas clases complementarias de lengua y cultura españolas.

Existe otro tipo de enseñanza puramente española, que afecta sólo a unos 2.500 hijos de emigrantes que se reparten entre los cuatro centros oficiales existentes en Francia: el Liceo Español, de París (segunda enseñanza); el Chateau de la Valette, el colegio de la calle de La Pompe y otro similar instalado en la ciudad de Lyon. Sobre estos centros nadie hace reservas por lo concerniente a su existencia, pero algunos medios docentes consideran «desgraciado el que a estos hijos de emigrantes, residentes en Francia, se les eduque como si vivieran en Valladolid, es decir, sin tener en cuenta que también están a caballo de dos culturas y sufren del desarraigo».

Pero el problema más gordo se plantea en torno a los 100,000 muchachos que siguen la enseñanza francesa. El primer contencioso se refiere al número de escolarizados. El señor Piñeiro cifra en 25.000 el número de hijos de emigrantes que reciben-clases complementarias. Algunos maestros consultados aseguran que no llegan a 20.000. En cualquier caso, ya se ve que la gran mayoría hace novillos, y no por voluntad propia.

En efecto, de los no escolarizados, un porcentaje que se avecina al 50% «o no les interesan las clases o no tienen noticia alguna sobre su existencia», dice el señor Piñeiro, que, por otra parte, subraya la dificultad de contactar a todas las familias y a sus hijos diseminados por la geografía gala. En regiones como París o Estrasburgo, en las que la concentración emigrante es grande, «la demanda de este tipo de enseñanza está cubierta». Los padres de familia no ignoran las dificultades referidas, pero estiman que oficialmente no se hace el esfuerzo de propaganda suficiente para que el mayor número posible de los niños españoles se acerque a las clases complementarias. Y a partir de este primer peldaño, inalcanzable aún para la gran mayoría, la enumeración de los problemas, en el plano educativo, cultural y material, evidencia el galimatías dramático del que, en definitiva, únicamente son víctimas los 100.000 inocentes.

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