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El Tercer Mundo inicia un diálogo interno para superar la difícil relación Norte-Sur

La idea de un diálogo Sur-Sur, dentro de un contexto de establecimiento del nuevo orden económico internacional, aparece en el estudio de ONUDI como superación del enfrentamiento registrado tradicionalmente entre los países pobres y ricos. En esencia, explica el doctor Aroon K. Basak, director adjunto de la Oficina del Programa de Inversión Cooperativa de la agencia de la ONU y responsable directo del estudio, se trata de buscar nuevas alternativas de financiación del desarrollo de los países pobres, y «como está demostrado que las fuentes tradicionales han sido insuficientes, nosotros proponemos la creación de nuevos recursos a través precisamente de los propios países pobres, pero como un complemento válido de los tradicionales».El Joint Study on International Industrial Cooperation es el fruto directo de la Conferencia General de la ONUDI que se celebró en 1975 en Lima. En la capital peruana, y antes de que la ONUDI se convirtiera en una agencia especializada dentro del sistema de Naciones Unidas, se adoptó la llamada Declaración de Lima y Plan de Acción, cuyo objetivo a largo plazo era acelerar la industrialización del Tercer Mundo. En concreto, se decidió que antes del año 2000 los países en vías de desarrollo habrían de producir el 25% del valor añadido manufacturado del mundo, meta que, si se tiene en cuenta que en 1977 estos países tan sólo participaban en la producción industrial del mundo con un mero 9%, algunos consideran que, hoy por hoy, dicha meta es inalcanzable.

«Hay que tener en cuenta», agrega Eduardo Lechuga, un economista español, que, como consultor, ha ayudado a la elaboración del estudio, «que la tendencia actual del mundo es que los ricos se hacen más ricos, y los pobres, más pobres. Esta tendencia, con el presente sistema económico mundial, no parece que se vaya a modificar y es por eso que, ante fracasos como la última reunión de la UNCTAD en Manila, tengamos que acudir a soluciones nuevas.» «Desde nuestro punto de vista», señala el doctor Basak, «el objetivo de la Declaración de Lima, establecido a nivel teórico, es perfectamente alcanzable. Pero es alcanzable si se acude a los países en desarrollo con remedios técnicos viables y no con meros propósitos. Esto es precisamente lo que intentamos hacer en el estudio: aportar las soluciones técnicas que hacen factible un desarrollo acelerado del Tercer Mundo por medio de la obtención de recursos no sólo de los países industrializados, sino de aquellos que, dentro del Tercer Mundo, disponen de los medios para asistir a los más pobres del grupo.»

En enero, reunión en Nueva Delhi

Las conclusiones del estudio conjunto se van a presentar en la Tercera Conferencia General de la ONUDI, que está previsto que se celebre en Nueva Delhi el próximo enero. Previamente, la semana pasada se reunió en Viena un grupo de «personalidades » -entre las que figuraban expertos en desarrollo, como el venezolano Pérez-Guerrero, el profesor Sidney Weintraub, de la Brookings Institution; el doctor Paul Marc Henry y el alemán Dietrich Ketischull- para debatir el estudio y concederle el primer visto bueno de cara a la conferencia de enero. En tal sentido hubo una aceptación general del mismo y se le consideró como el mejor camino que ha abierto el sistema de la ONU para tratar de superar el descalabro de Manila.

En esencia, la idea de la que parten los responsables de materializar las conclusiones de Lima es que el presente sistema de, cooperación mundial es inapropiado para implementar la resolución 3.362 de la Séptima Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que estableció la necesidad institucional de buscar nuevas formas para sacar al Tercer Mundo del proceso de empobrecimiento paulatino que padece. Para los autores del estudio sobre industrialización del año 2000, los dos básicos planteamientos que se han argumentado para justificar la actual situación económica mundial son básicamente erróneos. Es decir, ni es totalmente cierto que los países industrializados han olvidado sus responsabilidades hacia el Tercer Mundo, ni las políticas económicas de los países en desarrollo son tan incorrectas como aducen los primeros.

La causa objetiva del actual desequilibrio está ciertamente en que el presente orden económico internacional es inaceptable; por lo menos, es poco práctico para resolver el problema. Pero si éste es poco práctico, los esfuerzos actualmente realizados para sustituirlo por otro nuevo han fracasado decididamente, quizá porque los planteamientos han sido equivocados.

«Para nosotros», explica el doctor Basak, «la creencia extendida de que debe ser el Norte (es decir, los países más industrializados) los que deben acudir en ayuda de los del Sur es explicable, pero técnicamente incorrecta. No se puede pedir, en las presentes circunstancias de encarecimiento de la energía, recesión generalizada e inflación mundial, que los agobiados países consumidores dediquen el porcentaje de ayuda que requieren los del Sur al desarrollo. Por eso, la solución está en otro lugar.»

El dónde lo explica decididamente el estudio de la ONUDI. «La primera alternativa implica el fortalecimiento de una estrategia de desarrollo basada en la autosuficiencia, que conceptualmente lleva consigo un grado de desligamiento de la tradicional división de los sistemas monetario, financiero, comercial y laboral que caracteriza ahora al mundo.» En otras palabras, de lo que se trata es de buscar grupos colectivos dentro del Tercer Mundo que sepan, a nivel tecnológico, establecer un nuevo sistema de interdependencia, tanto financiera como comercialmente, entre los países en desarrollo.

El ejemplo de la OPEP

A este respecto, los países de la OPEP han intentado establecer de alguna manera, aunque en beneficio propio, su particular sistema de ayuda a los países en desarrollo. La creación en Argel, en 1975, de un fondo especial de ayuda a los países que, por culpa de los altos precios del crudo, padecen problemas en sus balanzas de pagos, fue un primer paso hacía ese objetivo. En la última reunión ministerial de Ginebra la OPEP decidió incrementar en ochocientos millones de dólares este fondo especial ante la perspectiva de que el salvaje incremento de los precios del crudo repercutiría preferentemente sobre los países con menos recursos.

«Algo de esto, pero mucho más perfeccionado, es lo que proponemos», manifiesta Eduardo Lechuga. «El desarrollo, como dice el estudio, debe venir a través de la interdependencia global y, por supuesto, esto no implica que se mantenga la situación actual en las relaciones Norte-Sur.

«La solución», dice el estudio conjunto de la ONUDI, «está en la síntesis de los dos planteamientos tradicionales. Por un lado, el cambio hacia el nuevo orden económico internacional debe ser gradual y, al mismo tiempo, los países del Tercer Mundo deben incrementar su grado de autosuficiencia colectiva. Por eso, el Sur debe buscar dos objetivos:

1. Reducir el campo relativo de intercambio de materias primas, capital y tecnología que proviene del Norte, por medio de la reducción del impacto del desequilibrio que el poder global tenga en el desarrollo interno del Sur.

2. Incrementar la fortaleza negociadora del Sur con el fin de alcanzar una mayor equidad en los términos en los que los intercambios residuales tengan lugar.»

Este planteamiento conceptual, sin embargo, puede resultar incomprensible y, sobre todo, impracticable, si no propone soluciones técnicas concretas. «Eso es lo que hemos hecho», nos dice el doctor Basak. El campo de acción futuro, dentro de estas nuevas perspectivas, está orientado en varias direcciones, que manteniendo el esquema tradicional de la Declaración de Lima, serían:

- Inversión extranjera. Tradicionalmente, los recursos de capitales han partido de los países industrializados a través de las llamadas empresas transnacionales que aportaban no sólo capital, sino tecnología. Manteniendo este método clásico de inversión directa, hoy es posible obtener tecnología de países en desarrollo (India, Brasil, etcétera), que disponen de capital y tecnología propias.

- Nuevo orden internacional financiero. Aunque el objetivo es el más cáustico y de difícil materialización, el abandono del sistema tradicional de financiación sería posible, si no totalmente, sí parcialmente, por medio del establecimiento de fondos especiales, nuevas instituciones crediticias, bonos del Tercer Mundo y una mayor cooperación entre los países tercermundistas que mantienen, en sus respectivas balanzas, superávit y déficit. La cuestión sería crear uniones subregionales monetarias dentro de un posible fondo monetario del Tercer Mundo.

- Tecnología y cooperación industrial internacional. En este campo, la labor consistiría en la elaboración de estrategias nacionales de tecnología encargadas de articular las necesidades nacionales y los recursos técnicos disponibles. Una agencia supranacional coordinaría después estas estrategias dentro del Tercer Mundo.

- Proceso de minerales. Siendo este sector uno de los más importantes para los recursos propios de los países en desarrollo, se trataría aquí de utilizar de una mejor manera los mismos y buscar una equidad en el intercambio por plantas reprocesadoras con el Norte.

- Comercialización de los productos industriales. Al margen de los objetivos de la Declaración de Lima, la posibilidad de establecer un mercado estable de intercambio de productos imdustriales en el Sur reduciría la dependencia de los países en desarrollo de los industrializados, facilitando un grado mayor de industrialización en el Sur. En este campo reviste especial importancia la integración regional de los países más cercanos y afines, y la eventual creación de sociedades transnacionales propias del Tercer Mundo.

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