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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Grabados de Goya

En su número del domingo 24 de junio el subdirector del Museo del Prado, refiriéndose a la obra grabada de Goya, de los cuadros de Velázquez, los achaca al «interés de Carlos III por difundir por toda Europa las obras maestras de la pintura española, por medio de la estampa, protegiendo una verdadera escuela de grabadores "de reproducción". Goya se interesó en esta empresa, realizando en 1778 la serie de Velázquez». Godoy, en sus memorias, nos dice que la idea fue suya.Los Borbones eran del criterio de que todo lo que contribuyese a la pública instrucción debía promoverse; así, vemos a Fernando VI fundando en 1752 la Real Academia de su nombre, con una clase para la enseñanza del arte de grabar. Carlos III crea en 1780 la Casa de Moneda y una escuela de grabadores de medallas y sellos reales, y pensó en una estampería real, dependiente de la Casa, que inauguró su hijo, Carlos IV, en 1789, con el nombre de Calcografía Real.

Goya no tuvo ningún contacto con estos establecimientos cuando realizó su serie velazqueña. Más tarde, en 1792, por consejo de Godoy, la Calcografía adquirió a Goya, por 6.000 reales, quince cobres, de ellos, trece sobre la obra de Velázquez, que fueron las únicas estampas que Goya dio al público en 1778 por medio de un anuncio de claro sabor goyesco, en el que dice: que don Francisco Goya, pintor, dibujó y grabó estas estampas con agua fuerte, los originales son del tamaño del natural que existen en el palacio de SM, que se darán juntas o separadas al precio de seis reales las figuras ecuestres y a tres reales las de a pie y enanos sentados. Ya propietaria de las planchas, la Calcografía conservó estos precios en su tirada de 1797.

El motivo que movió a Goya a realizar este trabajo, al margen de su oficio, nos lo dará él mismo en 1794 (una especie de Seguridad Social goyesca), al justificar su envío del caprichoso juego de cuadritos de gabinete «para resarcir los dispendios que la enfermedad me ha ocasionado». En 1778 le dice a Zapater: «De buena me he escapado...; te mando un juego de las obras de Velázquez que he grabado, que sabrás que tiene el rey. No te las he enviado antes porque no se supiese que aquí he tenido mil enredos con ellas».

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Estas complicaciones se debían al no contar con la autorización superior para dar a la venta las estampas de cuadros de palacio. Tradicionalmente se obtenía presentando un juego en obsequio del rey, por si fuese de su real agrado, a lo que invariablemente se contestaba: «Que el rey se lo agradecía y se autorizaba para que pueda dar estampas a quienes se las pidan.» Todo así de sencillo.

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